lunes, 31 de diciembre de 2018

Mi 2018

Se acaba 2018. El año en que he cambiado de década. En que me he convertido en doctor y también en tío. Ha traído cosas, más positivas que negativas, no me puedo quejar. 

También en este año he vuelto a prestarle más atención al blog (hasta llegar al nivel de entradas, al menos en cantidad, no sé si en contenido, de 2012) y he iniciado un diario (más personal que el blog, aunque algunas ideas que en él vuelco han acabado también aquí) que nadie va a leer, pero que me sirve de estímulo para no anquilosarme demasiado.

En lecturas, ha sido un año en el que destacaría a Robert Graves, Albert Camus, Aleksandr Solzhenitsyn o Ernst Jünger. Además, he abandonado el ebook para volver al papel. 

En música, más allá de los de siempre, me quedo con tres voces femeninas que me han emocionado y conmovido: Maria Arnal, Nina de Juan y Silvia Pérez Cruz. Vinilos y conciertos varios, siempre menos de los que me gustaría.

También, ahora que dispongo de más tiempo, he vuelto a ver películas (siempre he dicho, con sorna, que soy un cinéfilo no practicante, por aquello de que a veces me cuesta encontrar huecos de dos horas o más para el cine), actuales y clásicas. Y por supuesto, series: The terror, La maldición de Hill House, Better call Saul, Fargo...

Y también es el año que visité Liverpool. Tierra santa para los fans de los Beatles: el Cavern, Penny Lane, Strawberry Fields... Fui por los Beatles, pero Liverpool es mucho más que ellos.

A ver qué depara 2019. 

domingo, 30 de diciembre de 2018

El milagro mallorquín de cada fin de año

Todos los años, por esas fechas, se produce un milagro en Mallorca. Dicho fenómeno sobrenatural consiste en que los que el reciente 12 de octubre se han blanqueado abominando de la conquista de América, reivindicando a los oprimidos y exigiendo mea culpas a los descendientes de los conquistadores, celebran con alborozo la conquista de la isla por parte de las tropas de Jaime I el Conquistador (del Reino de Aragón, corona catalano-aragonesa o como quiera que ahora esté de moda llamarla) el 31 de diciembre de 1229. Se celebra el "nacimiento de nuestro pueblo" (sic.), sin hacer ninguna referencia a las matanzas que tuvieron lugar, las cuales diezmaron la población hasta el punto que la isla yuvoq ue repoblarse con gentes venidas de fuera (mayormente catalanes, de ahí que aquí se hable catalán, pero no sólo: también hubo castellanos y navarros). Toda esa sensibilidad hacia los pobladores previos a la llegada de Colón se esfuma en cuestión de dos meses y medio y nadie se acuerda de los pobres musulmanes que aquí vivían (al menos hay una plaza que recuerda a Abu-Yahya, el valí que rindió la isla) y que se vieron desplazados por los cristianos. 

Obviamente, no se trata de una cuestión de sensibilidad hacia las víctimas, sino de utilizarlas contra sus victimarios, que en un caso son parte del imaginario del mal, y en el otro son "los nuestros". Un doble rasero como una catedral, uno de tantos. En el fondo, nos la trae todo muy al pairo, y más cuando han pasado ya muchos siglos. Lo importante es cavar la trinchera ideológica. Y al final, la conquista de Mallorca forma parte de la Reconquista, eso tan español de lo que aún no parece que hayan logrado desembarazarse, cuya adoración acrítica comparten con el nacionalismo español. 

viernes, 28 de diciembre de 2018

Noches rigurosas

Según se ha creído en centroeuropa durante siglos, las seis últimas noches del año y las seis primeras son uno de esos periodos en los que el velo que separa el mundo de los vivos y el de los muertos (y no solo de ellos, sino de los espíritus en general) se atenúa y se pueden establecer contactos con más facilidad. Puede que tenga que ver con el frío o con la oscuridad (aún se esta en los días más cortos del año, y aunque ya ha pasado el solsticio, el aumento de tiempo de luz es despreciable, apenas de uno o dos minutos), pero es cierto que hay una densidad distinta. Puede que por ello estos días estén trufados de fiestas importantes (San Esteban, Año Nuevo, la Epifanía), en los que tendemos a agruparnos, hay entidades que reparten regalos y a las que en cierta medida hay que contentar (en Laponia creen en unos espíritus malignos con barbas blancas que asesinan a la gente y entran en casa por la chimenea...), en los que hay otra intensidad vital, en definitiva. Quizá sea una pervivencia, o la simple evolución de algo más telúrico y profundo que con el tiempo va mutando. 

En cualquier caso, es sospechosa la cantidad de épocas en las que se abren las puertas de los otros mundos: noche de Walpurgis (30 de abril), noche de San Juan (23 de junio), noche de difuntos (1 de noviembre), ahora estas noches rigurosas... A lo mejor es que están más abiertas de lo que queremos creer. O que no hay nada de eso y nos buscamos excusas para asustarnos y hacer fiestas. 

jueves, 27 de diciembre de 2018

Catalizadores del mal

El mal existe y está por todas partes. Hay gente más miserable y mezquina, es cierto, pero todos hemos cometido alguna tropelía. Y luego están los personajes malvados: seres que a lo largo de la historia han acumulado más infamia y a los que tenemos por personificaciones del mal. Con todo, hay en ellos algo de "hombres de paja", en un intento de exorcizar nuestro mal. Como si al poner ante nosotros un mal más puro, la maldad que albergamos fuera menor, sintiéndonos así descargados. Porque nosotros somos los buenos. Estos destilados del mal lo que hacen en realidad es concentrar, canalizar y catalizar la maldad, darle curso y potenciarlo. Pero no lo crean ellos, ya estaba ahí antes de su llegada, y forman parte de las crecidas que de tanto en tanto nos asolan. Surfean el tsunami, parece que lo dominan, hasta que se los traga. 

lunes, 24 de diciembre de 2018

Anhelo


Recientemente se ha celebrado un concurso de relatos en mi hospital. Participé con este relato al que titulé Anhelo. Como no ha ganado, aquí os lo endoso: 

26 de abril

Ahora que todo acaba no entiendo cómo no lo vimos venir. Vivíamos inmersos en un caos creciente que nos absorbía y no supimos detectar las señales del deterioro. Y de pronto, por sorpresa, llegó el estallido. No nos podía estar pasando. Mientras la lucha se encarnizaba en el frente, aquí empezaron las expropiaciones, los saqueos, el pillaje, las deportaciones masivas, las torturas y los asesinatos. Obligados a vivir semiocultos y a subsistir con nuestros propios medios, nos acostumbramos al miedo y llegamos a poder conciliar el sueño a pesar del temor a que en cualquier instante pueda acabar todo merced a algún bombardeo o a las brigadas patrióticas que van en busca de chivos expiatorios con los que saciar su sed de sangre y calmar la frustración de una realidad que nos sobrepasa.

La situación es muy grave. Al principio creímos que iba a ser breve. El ejército avanzaba y las victorias se sucedían. Parecía un juego de niños y las autoridades nos vendieron el inmediato dominio del continente. Incluso hubo quienes, reacios en un primer momento, se dejaron llevar por la euforia y el fanatismo más radical. Pero no contaban con la astucia del enemigo, que les dejó creer que estaban a punto de ganar. Fue entonces cuando desplegaron la nueva y definitiva arma. Era algo nunca visto: una onda que provocaba que las cosas se derritieran de dentro afuera de forma progresiva. Todo quedaba reducido a un fino polvo. Allí donde había una ciudad, tras el ataque sólo quedaba un desierto de cenizas sobre el que nada podría crecer en varios milenios. Varias urbes han quedado arrasadas y no se conoce de nadie que haya sobrevivido. Por lo que se ha visto en las emisiones de las cámaras antes de destruirse, la gente corría de un lado a otro, desgarrándose las vestiduras, arañándose, gritando, sacándose los ojos... “Me quema” -se oía- “sacadme esto”. Se les vio así durante horas, en una suerte de tarantela masiva. Hubo quien optó por estamparse de cabeza contra las paredes que se iban reblandeciendo, en busca de un final más rápido. Destruidas las cámaras, aún se oyeron alaridos y estertores durante algunos minutos. Después, el silencio.

Así las cosas, ha empezado a correr el veneno de mano en mano. Los hospitales han quedado desabastecidos de somníferos y sedantes. He conseguido varias cápsulas. Todo sea por evitar el horror. Se aproxima a la ciudad una formación de los vehículos que propagan el pulso mortal. Son complejos y lentos, pero casi invulnerables. Ya les he dado la cápsula a los niños. No he querido tomarla aún para acompañarles en sus últimos instantes. Su respiración ya es débil e irregular. Luego será mi turno, y no veo el momento de llegar a la paz.

domingo, 23 de diciembre de 2018

jueves, 20 de diciembre de 2018

Endogamia universitaria

Entre unas cosas y otras he estado más de veinte años vinculado a la universidad. Centro de generación de conocimiento y se supone que de estudio (de la realidad, se entiende, no de mero estudiar para aprobar). Ciertamente es así, pero no es menos cierto que hay una tendencia a la endogamia que se ha ido agudizando con los años. No me refiero a la proverbial y casi imposible de erradicar (hasta ahora, no hay ley que lo haya conseguido, aunque muchas de ellas proclaman que es uno de sus objetivos) capacidad de la universidad para emplear a alumnos suyos, así como un endiablado sistema de alumnos colaboradores que lo que consigue es que estos poco a poco puedan ir medrando a la sombra de sus preceptores. Con la endogamia me quiero referir al hecho de retroalimentarse de la universidad misma y de su producción, desvinculándose del mundo al que en última instancia se debe. 

Se montan congresos, se hacen publicaciones, se hcen tesis doctorales... y todo dando vueltas a autores y temáticas internas al mundo de la universidad. Es todo cada vez como una inmensa tertulia en la que se habla del mundo pero cada vez se está más desconectado de él, porque se comenta a través de lo que otros han comentado, entrando en polémicas y discusiones que lo que hacen es retroalimentar el círculo. Al final, acaban saliendo de ahí personas que han perdido la capacidad de observación, sino que pretenden dictarle al mundo lo que debe ser. Y lo hacen desde la seguridad de haberlo estudiado (claro que con sus filtros y mecanismos), lo que ya supone una cierta lejanía.

Por otro lado, y creo que ya lo he comentado con anterioridad, cada disciplina se centra mucho en sí misma, sin tomar en cuenta a las demás. Como herramienta analítica puede estar bien, pero no se debe perder de vista que en última instancia, el fenómeno que focaliza la atención no se da analíticamente aislado, sino interconectado con muchos otros. Por eso echo de menos el diálogo entre disciplinas, que se tengan en cuenta y no vivan tan de espaldas las unas con las otras, porque esto también hace que se desfigure la visión y que los árboles no dejen ver el bosque.

Ya estoy fuera de la universidad, y por momentos debido a estas cosas, he tenido la tentación de abandonarla antes de alcanzar lo que me había propuesto. Quizás debería haberlo hecho, pero es que cuando me propongo algo, no lo dejo fácilmente. 

martes, 18 de diciembre de 2018

La infamia que albergamos

¿Qué nuevas injusticias estamos generando por cada injusticia "resuelta"? Estamos encantados de conocernos y creemos en el progreso por estar eliminando viejas cuestiones que nos parecen indignas. Y está bien. Pero yo me pregunto qué hechos que damos por sentados y por naturales no estaremos cometiendo con total tranquilidad y que los tiempos futuros nos afearán (sólo espero que no sirvan para censurar la época al completo, tal y como hacemos ahora). No podemos ponernos estupendos, pues. 

No hay progreso (idea de la que cada vez sospecho más), sólo movilidad. 

lunes, 17 de diciembre de 2018

Los juegos de la humanización

Las personas dedicadas a la gestión sanitaria han descubierto una nueva palabra mágica: humanización. Y se han lanzado a una carrera por ver quién es más humano. Es otro de esos conceptos vacíos pero que llaman la atención y que repetimos en busca de aprobación y aplausos. Porque, ¿quién va a estar en contra de humanizar?. Si ser humanos es lo que queremos ser. Pero no, humanos es lo que somos, y eso incluye la miseria. La misma que hace que escondidas tras estas ideas rimbombantes se escondan plantillas cada vez más cortas y explotadas, quemadas, pero encantadas de haberse conocido porque, qué diablos, nos han puesto unas pegatinas en la unidad y llevamos uniformes con colorines que creemos que dan el pego. Igual que esas empresas informáticas tan campanudas que tienen horarios flexibles y parques para que los empleados jueguen y "creen", pero que tienen unas tasas de suicidios mayor. 

Que nadie se confunda, me parece genial que se adapten las estancias, que se hagan más cálidas, que un hospital no sea ese lugar inhóspito, aséptico y desagradable que normalmente es. Lo que me chirría es todo este fuego de artificio, esta carrera por acaparar artículos y premios a rebufo de algo cosmético y que en el fondo revela que se ha alcanzado un cierto límite (que no se puede o no se quiere traspasar). En realidad, es algo muy viejo: ya Florence Nightingale en el siglo XIX puso el acento en ciertas cuestiones ambientales a la hora de cuidar. 

Nos humanizamos. Somos estupendos. Admiradnos. Resulta que hemos descubierto la humanidad en el siglo XXI. ¿Qué será eso de la Humanidad? Y antes, ¿qué éramos?.

sábado, 8 de diciembre de 2018

El apocalipsis será patrocinado

En estos tiempos raros, nos venden el apocalipsis. Cada día uno distinto. Son muchos los frentes por los que puede venir. En cualquier caso, será retransmitido y hasta patrocinado. Pedro nos anuncia la llegada del lobo, y es muy posible que acabe llegando. Pero me temo que no será por dónde él diga. Es más, puede que incluso ni no enteremos de que nos ha comido. Hasta puede que ya estemos en sus tripas. 

lunes, 3 de diciembre de 2018

La tormenta

Llevamos instalados desde hace años en una borrasca que tiene pinta de ser una tormenta perfecta. Pero que no se acaba de desatar. Se van sumando factores que lo empeoran, pero todo sigue en una calma cómoda. O no. A lo mejor es una situación que hace décadas hubiera resultado insoportable, pero que ahora sobrellevamos más o menos impávidamente. No hemos acostumbrado. Por eso es posible que de estallar, sea de forma inesperada y por cualquier minucia. Porque muchas explosiones las inicia una inocente cerilla. Mientras tanto, vamos acumulando presión. 

sábado, 1 de diciembre de 2018

Queridos camaradas

Nos faltan experiencias de las que crean camaradería. Generaciones anteriores las tuvieron: guerras, servicio militar, la miseria, el hambre, las penurias... Nosotros como mucho hemos compartido fiestas. Y sí, se hacen amistades, pero no es lo mismo, el vínculo que se crea es distinto, en el que el otro cuenta menos. Ni siquiera la emigración es ya lo mismo (las posibilidades de comunicación son mucho mayores, y eso atenúa el desgarro del desarraigo). La intensidad es menor, y los puentes que se tienden son menos fuertes. Pero necesitamos esa intensidad, y ya que no está, se la añadimos de forma cosmética, en paquetes que se nos venden hechos y que cada uno consume a placer. Y así estamos, solos, pero intensos, satisfechos en falso, vacíos pero contentos (al menos de cara a la galería).  

martes, 27 de noviembre de 2018

Vidas simétricas

Coincido con mi vecino en el baño. Él en el suyo y yo en el mío, pero los dos a la vez. Cada vez que entro, lo oigo moverse ahí al lado. Ahí nos separa un simple tabique y es más fácil percibir que hay actividad al otro lado que en cualquier otra parte de la casa. Los pisos son prácticamente simétricos, así que me gusta imaginar que llevamos vidas simétricas. Que hacemos movimientos parecidos por la casa, que no sólo coincididmos en el baño, sino que cuando cocino, él también lo está haciendo. Lo mismo cuando estoy viendo la tele o escribiendo en el blog. Es inquietante, y la incomodidad aumenta si doy un paso más y pienso que mi vecino es un yo simétrico mío, que su vida más allá de su casa es igual a la mía, que en realidad somos uno desdoblado. 

sábado, 24 de noviembre de 2018

Leyendas negras

En la vida, por diversos motivos, surgen rivales que en buena lógica intentan propagar imágenes más o menos falsas de nosotros. Interesa provocar rechazo entre quienes quieran aproximarse y así debilitar nuestras posiciones. Es el juego natural. Por eso hay que evitar asumir esas caricaturas y leyendas negras. Interiorizarlas y actuar conforme a ellas, confirmándolas y reafirmándolas, es un error estratégico que nos pone a los pies de los caballos y en la senda de la derrota. Quedamos a merced de los rivales, y muchas veces no nos damos cuenta de hasta qué punto lo hacemos. 

jueves, 22 de noviembre de 2018

Comodines

Hay palabras y conceptos que tienden a usarse a modo de comodines, banalizando y atenuando sus significados y referentes originarios. Vienen muy bien porque, unas veces por moda, y otras por ignorancia (a menudo ambas combinadas, ya que suelen ir de la mano), sirven para asestar golpes dialécticos. Funcionan como armas de destrucción masiva: es utilizarlos y o bien se saca de quicio al rival o bien se pone al auditorio a favor (muy de nuestro tiempo, como si las razones dependieran de un plebiscito y del número de gentes a favor). En realidad son síntomas del blindaje de quien las arroja, de su nula voluntad de entendimiento. Y cuando se juntas varias, se produce un combo dialéctio especial que blinda definitivamente el asunto. Son una señal de que es el momento de emprender la huida. 

Ejemplos: Dios (por aquello de que sus caminos son insondables, viene bien para explicar cualquier cosa, y su rival Satán también, claro), fascismo (¿a quién no le han acusado de fascista?), el pueblo (que unido jamás será vencido, y claro, es muy tentador reunirlo en torno a las propias ideas), el inconsciente (fuerza insondable y oculta que opera entre unas bambalinas que todo el mundo conoce menos la persona interesada, claro), el sionismo, o el patriarcado (como Dios, de quien a veces parece un trasunto, sus caminos son insondables y está en todas partes, es cuestión de ser virtuosos para percibir sus sutiles señales). 

martes, 20 de noviembre de 2018

Desconectando

Será cosa de la edad, pero ya no entiendo muchas cosas de las que pasan. Algunas ni las quiero entender, me dan absolutamente lo mismo. No conecto con las modas y los gustos más recientes. Incluso la gente joven ya me parece muy ajena y no suscitan ningún interés (ni simpatía ni antipatía). Y no me importa. Supongo que es así como poco a poco nos vamos yendo del mundo, que ya ha empezado el proceso de retirada y que llegará un punto en que todo dará igual, incluso el mismo hecho de vivir vivir. Entonces será cuando esté preparado para morir. 

lunes, 19 de noviembre de 2018

El árbol de la vida

En ocasiones me gusta pensar que hemos muerto varias veces. Que aquella vez que me caí con la bicileta, aquel vahído que me dió hace quince años, aquellas anginas que me llevaron hasta los 41 grados de fiebre... fueron muertes mías. Serían estos instantes bifurcaciones vitales, puntos en los que la biografía toma dos senderos: en uno de ellos morí, en el otro no y hasta aquí he llegado. 

Cuando así me da por fantasear, veo la vida como un árbol, con desvíos y ramificaciones: todos menos uno conducen a sendos callejones sin salida. Uno de ellos, sin embargo, se eleva sin descanso (o debería ascender, ya que si algo hemos de buscar en la vida, es la elevación). Por lógica llegará un momento en que sí viviré la muerte y llegaré a uno de los puntos finales. Pero quizás haya más bifurcaciones en las que se sigue viviendo hasta edades o estadios vitales insospechados.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Vindicación del entierro

Noviembre, mes de difuntos. Hablemos de sus asuntos. Como vivo, debo confesar que ese mundo me es ajeno. No sé nada de lo que pueda ser estar muerto, si es que es algo. Por eso es mejor que nos refiramos a lo que queda de nosotros en este mundo cuando nos marchamos al otro: nuestro cadáver. De un tiempo a esta parte se está popularizando la incineración, algo muy sintomático de nuestra época aséptica y acomodaticia. El fuego purificador nos reduce a cenizas y te puedes llevar al finado a casa, ahorrándote visitas al cementerio. Si le añadimos criterios económicos al procedimiento (parece que cremar es más barato que enterrar), completamos el círculo moderno. 

Aquí queremos reivindicar el entierro y la podredumbre: la lenta descomposición (que requiere meses y años) frente a la evaporación. El servir de pasto a los gusanos y de abono a las flores. Que los restros de uno puedan ser encontrados en el futuro y servir de algo a las futuras generaciones. La melancolía del camposanto, el poder generar bonitos fuegos fatuos. No querría para nada el embalsamamiento, o a lo mejor sólo un toque, para prolongar un poco la descomposición. 

Definitivamente, que me entierren. Un fardo y una pala. No hace falta mucho más (aunque claro, las ordenanzas y leyes varias seguro que se encargan de complicar el asunto, de tecnificarlo y burocratizarlo). El fuego, para los herejes. No vaya a ser que al final tengan razón los del Juicio Final y no podamos resucitar. Aunque claro, con estas cosas igual Dios no tiene muchas razones para colocarme en la lista de resucitables y al final acabo cremándome en el infierno después de haber sido enterrado (en ese caso sería un dos por uno). 

viernes, 9 de noviembre de 2018

La llamada

Hay en todas las cosas un reclamo, una llamada que espera ser respondida. Las cosas en sí son esa llamada. Sólo es cuestión de sintonizar y permanecer a la escucha, saber captar esa emanación, ser sensibles a ella. Para ello, quizás haya que desprenderse de uno, despojarse y permitirnos ser emanación, liberarnos de los muros que nos lo impiden. Claro que entonces ya no es una simple escucha, sino una comunión. 

domingo, 4 de noviembre de 2018

Maria Arnal i Marcel Bagés. Ball del vetlatori

Para ilustrar el reciente día de difuntos traigo esta canción de velatorio. Se trata de una tonada que recuerda los antiguos velatorios de niños. Resulta que antaño, a los niños menores de 7 años que morían se los velaba durante varias noches, cantando y bailando. Incluso se llegaba a bailar con el cadáver. Se creía que así el alma del niño se convertía en un ángel protector para la familia. 

Hace unas semanas acudí a verlos en directo. Interpretaron esta canción y explicaron su origen y significado. Se hizo un silencio denso y sepulcral. Tanto, que terminaron y pasaron unos instantes hasta que alguien se atrevió a iniciar los aplausos. 

sábado, 3 de noviembre de 2018

Niños adultos vs adultos niños

Me resultan siniestros esos programas de televisión en los que vemos niños haciendo cosas más propias de adultos: cantar, bailar, cocinar (no es que los niños no lo hagan ni lo puedan hacer, sino que lo hagan con esa "madurez" y "profesionalidad"). A parte de que sean más o menos repelentes, siento al verlos que se les está explotando (las cadenas y sus progenitores). Y no sé, es perturbador ver a los niños como adultos pequeños y no como niños, haciéndoles adoptar actitudes adultas. 

Esto contrasta con los comportamientos infantiloides de los que los mayores hacemos cada vez más gala. Se está produciendo un aplanamiento. No es que esos niños sean más maduros, es que a lo mejor somos nosotros que somos más infantiles. 

viernes, 2 de noviembre de 2018

Los últimos

Se celebra a los pioneros: el primero en pisar la luna, el descubridor o el inventor de algo... pero nadie se acuerda de los últimos, a los que podríamos llamar "los postreros". El último en morir por la erradicada viruela, el último muerto en una guerra, el último antes de la llegada de algún cambio o avance... Hay en ellos una fatalidad mayor, una muerte en la orilla. 

A la inversa, hay también una suerte aumentada cuando se es el último en beneficiarse de alguna ventaja que desaparece (el último premiado, el último en disfrutar de algún privilegio...). 

No siempre el final en una sucesión temporal tiene porqué ser lo peor. Ni el inicio ser algo positivo. No siempre el último es el más tonto. Ni el primero el más listo. 

viernes, 26 de octubre de 2018

Vestigios

En mis paseos urbanos a veces busco solares en los que poder rastrear la vida que antes se desarrolló en ellos: una columna solitaria en medio de las hierbas, algún resto de muro... Vestigios de lo que antes hubo, ruinas, pistas del pasado. En concreto me parecen muy sugerentes esas paredes medianeras que separan una construcción de otra. A veces en el lado vacío quedan azulejos, papeles pintados..., incluso algún cuadro o espejo. Hay algo voyeur ahí, se contemplan destellos de otras vidas y otros tiempos. Son un hilo del que tirar e imaginar historias y circunstancias con las que llenar el hueco. 


miércoles, 24 de octubre de 2018

A propósito del día de las bibliotecas

Nunca hemos estado muy inclinados aquí hacia los días internacionales en los que se reivindican cosas. Y menos con la profusión de los últimos años: todos los días es el día de algo, y es imposible estar al tanto de y movilizado por todas las causas que hay. Sin embargo, sí que nos gustan algunas de las causas por las que se ha escogido tal o cual día para recordar que existe determinado problema o asunto. Algunas de ellas son muy curiosas y/o significativas. La de hoy lo es. 

24 de octubre. Día internacional de las bibliotecas. Se conmemora la destrucción de la biblioteca nacional de Sarajevo en 1992 (lugar que ya tenía su sitio en la historia: a escasos metros se produjo el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, detonante de la primera guerra mundial). Recuerdo como si fuera hace un rato el relato en los noticiarios, las imágenes del fuego saliendo por las ventanas, la consternación general. Porque las guerras son una tragedia inconmensurable; la pérdida de vidas humanas y la destrucción nos impactan, pero son algo limitado a una zona geográfica, y aunque no queramos que estas cosas ocurran, ese sufrimiento no es el nuestro. Sin embargo, cuando son destruidos y vemos arder estos templos del espíritu (teatros, museos...) nos enfrentamos a una herida en el tejido inmaterial de la humanidad, ese que compartimos y que nos lleva a ser uno en el fondo. 

La historia es trágica: la biblioteca ardió y se perdieron miles de rarezas e incunables, así como documentos históricos. La orden de destruirla la dio un antiguo usuario, el profesor universitario Nikola Koljević, experto en Shakespeare. Un hombre de cultura que ordena destruir un lugar sagrado para la cultura. El nacionalismo lo cegó y al acabar la guerra cayó en las redes del alcohol, acabando por suicidarse en 1997. Que cada uno saque sus conclusiones, la enseñanza que yo extraigo es que nadie, por muy sensible, concienciado o respetado que se sea, está libre de cometer atrocidades llegado un momento dado. Es algo que da miedo, no sólo por los demás, sino por nosotros mismos: ¿hasta dónde somos capaces de llegar? En la tranquilidad de nuestro sofá nos creemos muy dignos, pero si nos vemos arrastrados al límite, quién sabe lo que podríamos llegar a hacer. Hay signos. 

Por lo demás, ¿no son estos días dedicados a asuntos diversos un trasunto moderno y laico, posreligioso, del santoral?

martes, 23 de octubre de 2018

En el Maelstrom

Nos movemos en un ambiente crispado e histérico, donde prima la hipersensibilidad ante todo, con reacciones exageradas, estereotipadas y sospecho que impostadas (en el fondo lo que importa es aparentar que se está del lado bueno y, sobre todo, cazar brujas). En este entorno se hace difícil mantenerse ecuánime y sereno, todo es una corriente que nos arrastra con suma facilidad, haciendo que aunque no queramos acabemos mimetizándonos. Hay que esforzarse, y a menudo sin esperar resultados. Es una cuestión de mantenerse y no dejarse arrastrar. Posiblemente acarree algunas desgracias, porque es fácil que se tome esta actitud como tibieza o como hostilidad disimulada, y no es descabellado pensar que se lleguen a situaciones de auténtico peligro para la vida. 

No defiendo la equidistancia, ni la tibieza, sino las buenas formas, la cortesía, el tener en cuenta las posibles razones del otro (no cerrarse en banda), los matices..., a la hora de defender las posiciones propias. Es difícil, sí, sobre todo ante botarates que con cuatro conceptos (que a menudo malentienden) tienen muy claritas las cosas y no se apean del burro. Pero precisamente por ello hay que mantener las formas, por marcar una diferencia y mostrar que no hace falta ser un energúmeno para defender las propias ideas. 

lunes, 22 de octubre de 2018

El filtro

Sigo a vueltas con los diarios. Me pregunto porqué se siente la necesidad de volcar ideas y relatar momentos y situaciones. Por un lado puede tratarse de fijar el día a día, de sacar una foto del fluir de la vida exterior e interior. Pero por otro podría ser que se trate de vérselas con uno mismo, de destilar y filtrar el flujo que somos. ¿Exorcizar quiźas? 

¿Para qué escribir fuera lo que pasa dentro? Suponiendo que no se pretenda que otras personas lo lean (y quizás, en algunos casos, sí es así), es más bien un modo de objetivarse, de convertirse en un espectador más o menos objetivo de la propia subjetividad. Con esta extraña conbinación sujeto-objeto de algún modo nos ponemos frente a nosotros y nos evaluamos. Le damos forma a lo que no lo tiene. Lo deformamos, porque no hay traducción fiel posible, pero así lo hacemos más seguro y firme. Lo sacamos fuera y nos aligeramos, si es que podemos soportarlo. 

Por lo demás, ¿queda un resto por escrutar, algo en nosotros que no nos atrevamos a afrontar, una zona oscura a la que no somos capaces de mirar? ¿No es a eso, precisamente, a lo que deberíamos apuntar a la hora de filtrar?

domingo, 21 de octubre de 2018

Woven hand. As I went out one morning

Tenía un poco olvidado al "predicador" David Eugene Edwards, y llevo unos días revisitándolo. En esas voy y me encuentro esta versión de una de las canciones más misteriosas de Dylan. Y como ando perezoso de inspiración, pues aqui la coloco.




"Supe desde ese instante que quería hacerme daño".

miércoles, 17 de octubre de 2018

Apertura

No ir hacia las cosas, sino dejar que las cosas vengan. Estar abiertos, en un estado de apertura permanente. No parece fácil. Para esta labor es preciso el olvido: de esas cosas y de nosotros mismos, en la medida en que ellas y nosotros somos muros que interrumpimos los caminos. Pero que no nos ciegue la palabra camino: no hay kilómetro cero, ni destino, tan sólo hay una eterna movilidad. 

jueves, 11 de octubre de 2018

Publicidad engañosa

Es algo que ya sabemos, pero que no conviene olvidar ni retirar del primer plano: los grandes disgustos nos los van a dar quienes no quieren disgustos. Porque quien bien te quiere te hará llorar. Y como por sus obras los conoceréis, mejor fijarse en lo que la gente hace y no tanto en lo que proclama y publicita de sí misma. Es obvio, pero por obvio nos lo saltamos a menudo y tropezamos, en caídass tontas y evitables. Que al menos nos sirvan para aprender algo. 

viernes, 5 de octubre de 2018

Luz, sonido y calor

Parménides atribuía a los muertos la capacidad de sentir el frío, la oscuridad y el silencio.  Ese es su mundo. Eternamente. Es preciso, pues, acumular y disfrutar del calor, la luz y los sonidos ahora que podemos en este breve lapso de tiempo (el tiempo es cosa de vivos), aunque sea con la falsa creencia de que hay que compensar el máximo posible del abismo en que caeremos algún día, y en el que no tendremos memoria alguna en que consolarnos. 

martes, 2 de octubre de 2018

Va de faroles

De un tiempo a esta parte parezco haber desarrollado cierta sensibilidad a las sincronicidades: esas coincidencias curiosas en las que queremos atisbar algún significado. Una de ellas hace referencia a mis dos "profesiones" y algunas de sus figuras señeras (o al menos , las cuales tradicionalente se han representado con un farol en sus manos. 

En el ámbito filosófico tenemos a Diógenes de Sínope, creador de la escuela cínica, de quien cuenta la leyenda que se paseaba por las noches de Atenas con un farol en sus manos en busca de hombres honestos. Se trata de un filósofo "de segunda", no está en la champions league de la filosofía, pero aquí cuenta con nuestra simpatía y no perdemos una oportunidad de reivindicar el cinismo.  


En el campo enfermero está la madre de la enfermería moderna, profesional y científica, Florence Nightingale, santa laica, que hacía sus rondas nocturnas entre los heridos en la guerra de Crimea con una pequeña lámpara, lo cual hizo que se la conociera como "la dama de la lámpara" y así la ha representado la iconografía posterior. 
Tienen algo los faroles. La luz que uno porta consigo mismo, que ilumina tenuemente un pequeño círculo alrededor, sin que se pierda de vista la oscuridad circundante. Obligan a acercarse a las cosas para verlas, y nos imponen un ritmo más pausado en el avance. 

Obviamente, no me he decantado por estas disciplinas por los faroles, es algo que he sabido a posteriori, pero no dejan de sorprenderme estas coincidencias que lo más seguro es que no signifiquen nada. 

viernes, 28 de septiembre de 2018

Volver a Jünger

He vuelto a Jünger y sus diarios. En su día leí Radiaciones, sus diarios de la segunda guerra mundial. Ahora me he puesto con todo desde los de la primera guerra mundial hasta el final de su vida, los cuales abarcan la práctica totalidad del siglo XX (vivió 103 años). Voy de nuevo por las radiaciones, y debo decir (de nuevo) que son una absoluta maravilla. Recordaba que hace diez años, cuando les hinqué el diente por primera vez, me dejaron muy buen sabor de boca. Pero no los recordaba tan brillantes. A lo mejor soy yo el que he cambiado y ahora sé apreciar cosas que entonces no vi. Entonces subrayé numerosos pasajes, y ahora le estoy añadiendo nuevos subrayados. No se trata de un relato de sucesos al uso. Es más, lo que menos hay son descripciones de hechos. Estos diarios son un compendio de reflexiones y observaciones a partir de los acontecimientos, que son expuesto de forma muy sucinta. Llama la atención la sutileza y el amor por los detalles. Cualquier cosa pequeña (por ejemplo, la contemplación de una flor en un jardín) le sirve a Jünger para elaborar ideas de altos vuelos. 

Aunque las radiaciones estén escritas durante la guerra, esta no es más que un decorado sobre el que se desarrolla la vida. Tal vez porque buena parte de ellos se escribieron en el París ocupado por los nazis, a donde fue destinado y donde tuvo la oportunidad de codearse con las élites culturales de aquella capital (escritores, pintores...). Destaca el relato tranquilo y sereno, casi bucólico, de la guerra: es cierto que estaba lejos del frente, pero la imagen que se nos brinda va más allá del odio primario que el cine nos vende. Hay una normalidad que lucha por mantenerse en medio de la vorágine bélica. A pesar de formar parte del ejército ocupante, intentaba no usar el uniforme, y sólo en una ocasión se sorprende porque ha detectado el odio en la mirada de una tendera. Y sí, estaba en el ejército nazi, pero no comulgaba mucho con sus principios (de hecho, deja caer no pocas críticas), lo que motivó que aprovechara su situación privilegiada para servir de dique e impedir las atrocidades que estuvo en su mano evitar (parece ser que los mandos en París compartían esa idea), y muchas veces sorprende la delicadeza del trato que tuvo con prisioneros y gentes varias con las que se fue cruzando en el avance del ejército. 

En definitiva, estos diarios de Jünger son una auténtica delicia, por las historias que relata (que a lo mejor no son muchas, pero las que cuenta son significativas y dan qué pensar) y por las reflexiones que hace. Altísimamente recomendables. Dan ganas de leerlos en bucle infinito, a ver si al final se pega algo de la forma de mirar de este hombre. 

jueves, 27 de septiembre de 2018

Aquellos incendios

Con el paso del tiempo, las historias que antaño nos conmovieron se ven reducidas a un puro relato, a una historia que ni siquiera podría ser nuestra. Pasiones que nos impregnaron y nos quitaron el sueño, ahora no significan nada. De aquellos incendios ya no quedan ni las cenizas, que han sido barridas por el huracán de los años. Sólo hay un recuerdo incrédulo que duda de que en realidad pasara, porque parece que es algo que le sucedió a otra persona. Podría quedar un poso de melancolía por lo que ya no volverá, la tristeza de lo irrecuperable. Pero ya ni eso. Indiferencia. Sólo eso y nada más.  

lunes, 24 de septiembre de 2018

El lugar

Todos tenemos nuestro lugar. A veces lo encontramos, y otras vagamos buscando el sitio. Para cada persona es distinto: hay quien se queda en la gran ciudad, y otros prefieren el campo. En los últimos tiempos he conocido varios casos: de la capital a la provincia y viceversa, de la ciudad a las afueras, o directamente al campo. Ninguno de ellos ha sido por motivaciones económicas (como ocurre a menudo: te has de ganar la vida y vas allí donde más oportunidades tienes para lo que sabes y puedes hacer), ha sido una decisión consciente y más o menos meditada. Todos parecen haber encontrado cierta calma y felicidad, y dicen estar contentos. 

Luego estamos aquellos cuyo lugar es más bien interior, que no dependemos tanto de circunstancias externas y buscamos otro tipo de sensaciones y alimentos. Quizás en el fondo es lo que todo el mundo busca, pero tan volcados estamos ahí fuera que no lo sabemos ver y nos perdemos en la jungla que nos devora, condenándonos a una odisea en la que no hay ni Ítaca ni Penélope donde arribar. O que sí que las hay, pero que buscamos en el lugar incorrecto. 

domingo, 23 de septiembre de 2018

Una de versiones: Disco 2000 de Pulp a Cave

El mundo de las versiones me resulta muy interesante. La forma de adaptar los temas de unos artistas a otros (cómo los llevan a su estilo), los giros que introducen, la nueva perspectiva que les dan... Hay de todo: versiones infames que dan ganas de reimplantar la pena de muerte, pero las mejores son aquellas que usan la original como tampolín para darles un gran salto. Es algo que suele ocurrir con Dylan, se hacen grandes versiones suyas, quizás porque a él se le acercan con un respeto reverencial y se curran buenas versiones (por no hablar de las variantes que él mismo introduce en los directos). También Johnny Cash hizo maravillas con American recordings. Pero hoy vamos a exponer un buen ejemplo de otro gran versionador: el semidiós Nick Cave. 

La canción que sirve de excusa para traerlo es este Disco 2000 de Pulp, un tema que no sé porqué últimamente me ronda (lo ponen en la radio, en fiestas...): 



Y gracias a una fiesta descubrí la versión de Cave: se organizó una fiesta años 90 (sí, ya somos unos carrozas) en un garito cerca de casa, y allí que fui con un buen amigo, gran admirador de Pulp y de Cave. La primera canción en sonar fue la de Pulp, y mi amigo me dijo "¿sabes que Cave hizo una versión de esta canción?". Yo no lo sabía, pero me quedé con la copla, y al levantarme resacoso al día siguiente lo primero que hice fue buscarla. Y desde entonces no puedo parar de escucharla. Le reduce el tempo y la voz más grave del australiano la lleva a un terreno menos festivo y más melancólico. Y encima en el inicio recuerda al Take this waltz de Leonard Cohen (¿casualidad? quiero pensar que no, sabiendo que Cave es un gran admirador y le ha hecho algunas versiones). Lo dicho, que se la lleva a otro terrerno y la engrandece. Juzguen ustedes mismos: 


viernes, 21 de septiembre de 2018

Una historia de apropiación cultural

Ahora les ha dado por lo del apropiacionismo cultural. Resulta que adoptar estéticas o manifestaciones culturales de otros grupos humanos distintos al "nuestro", es un signo de opresión y de colonialismo. En una palabra: una injusticia. 

Con este debato en seguida me he acordado de uno de los fenómenos de apropiación cultural más relevantes y revolucionarios del siglo XX: el rock 'n' roll. Porque el rock empezó cuando los blancos empezaron a fijarse en la música que hacían los negros en norteamérica, la cual hundía sus raíces en la época de la esclavitud. Fue todo un escándalo: hubo quien se negaba a poner esa "música de negros" en la radio, y no fueron pocos los altercados que hubo en conciertos porque con el entusiasmo del momento, blancos y negros se mezclaban a pesar de tener sus zonas delimitadas. La cosa dio una vuelta de rosca más cuando los ingleses descubrieron los viejos bluesmen y los empezaron a versionar (The animals, The Yardbirds....), haciendo que los yanquis se fijaran en aquellos a los que habían dado de lado durante década por su color de piel. 

En definitiva, algo musical contribuyó a que cayeran las fronteras raciales, y en buena medida se le puede culpar de los avances en derechos sociales para los afroamericanos (término que podríamos analizar con lupa, quizás en otra ocasión) que cuajaron a partir de la década de los 60, haciendo que la hoy tan denostada apropiación cultural resultara beneficiosa. Quién sabe si no seguiríamos como en los años 40. 

Y otro día hablamos de cómo los romanos se apropiaron de lo griego, si eso. 

jueves, 20 de septiembre de 2018

Arte de protesta

Hay entre muchos artistas un exagerado prurito de estar concienciados y que sus obras de arte sean un acto de protesta: "épater le bourgeois", sacudir conciencias y "yo soy rebelde porque el mundo me hizo así". De este modo puede que se ganen algunas portadas si logran el escándalo, y también el aplauso de algunas instancias que les otorgarán algo de fama y, quién sabe, igual les cae algún carguito desde el que seguir jugando el juego de la revolución (comisario de exposiciones, la dirección de algún museo, y en el peor de los casos puertas abiertas para sus trabajos...). Pero seamos sinceros, este tipo de obras tan pegadas al mundo vienen con su propia fecha de caducidad, como cualquier producto de supermercado. Más que arte, son crítica más o menos estéticamente apañada, que muy probablemente llegue un día que nadie entienda (si es que hay alguien que las entiende ahora) y sean o una curiosidad o simplemente hayan desaparecido en el sumidero del tiempo. 

El verdadero arte, creo, expresa los grandes conflictos y anhelos de la humanidad, y eso es lo que lo hace intemporal (atemporal más bien). Habrá que ver cuántas obras actuales se disfrutarán dentro de 2500 igual que hoy disfrutamos las tragedias griegas, por ejemplo. Evidentemente, el elemento crítico está ahí y es un recurso a la mano (lo hay en grandes obras inmortales), pero no debe resultar demasiado estrepitoso. Debería ser una lluvia fina de esa que llaman calabobos. Pero en los tiempos lapidarios del usar y tirar, el zasca tuitero y las grandes imposturas, me temo que es demasiado pedir. 

viernes, 14 de septiembre de 2018

El eterno retorno de lo mismo

Dice el tópico que la historia se repite, pero hasta anoche no he sido consciente del grado en que esto es cierto hasta en los más mínimos detalles. Da vértigo y asusta. Mientras lo vives no eres consciente, pero a posteriori es un shock. 

jueves, 13 de septiembre de 2018

De los falsos doctores

Estoy a menos de unsa semana de defender mi tesis doctoral y estalla todo el escándalo de los políticos con dudosos másteres y doctorados. Todo este asunto es muy sintomático: en primer lugar, de la titulitis que padecemos. Hay que sumar diplomas y abultar currículums, de cualquier forma. Hay que hacer puntos en las bolsas de trabajo, y todos se han apuntado a sacar diplomitas y titulitos (universidades, sindicatos, fundaciones...) para aumentar ingresos. Lo veo en mi trabajo, hay una auténtica competición por hacer postgrados que faciliten escalar puestos en las listas. 

Por otra parte y como consecuencia, los estudios ya no son lo que eran. Entre pitos y flautas habré estado más de veinte años vinculado a la universidad, y el bajón en el nivel (tanto de contenido como de exigencia) es notable. Todo revestido de bonitas y modernas palabras, adaptado a las cosas de la eficiencia, la eficacia y todo eso. 

Pero vayamos al caso de nuestros políticos falseadores de currículum. Nos hemos tragado el anzuelo de la tecnocracia, y creemos que han de gobernarnos técnicos. De ahí que se esfuercen en malabarismos para hacernos ver que saben mucho. Y no. Los técnicos han de estar en los cargos intermedios y algo más arriba quizás. Los dirigentes, los que salen en la tele y a los que votamos, esos han de saber captar el pulso de la calle, darle cauce, valorar, ponerlo en manos de los técnicos y darles impulso. Aliviar tensiones, contrapesar, establecer criterios directores y marcos generales. Y eso no se enseña en ninguna institución ni lo otorga ningún diploma. 

 

martes, 11 de septiembre de 2018

Volver al cole

Estamos en fechas de inicio del curso escolar, y no ha podido evitar recordar con cierta nostalgia (quién nos lo iba a decir) todos aquellos cursos que empecé. La memoria se entreteje en torno a sensaciones: por un lado la tristeza de acabar las vacaciones y el verano, y por el otro las ganas de reencontrarte con tus campañeros, y una cierta incertidumbre por los nuevos contenidos que las asignaturas nos traían (¿serían fáciles o un hueso?). La cuestión se agravaba cuando teníamos que iniciar alguna asignatura nueva (música, inglés...), nos cambiaban profesores o pasábamos a otro ciclo diferente. Recuerdo con cariño aquel verano que se hizo tan largo pensando en aquella chica de la clase de A, que quizás ahora ande preocupada por el paso de los años, pero que en mi memoria sigue en plena pubertad y no lo sabe. También del día de ir a comprar los libros, la semana antes de empezar, que era como un aperitivo de lo que tenía que venir (y lo que pasaba en los días siguientes: el ceremonial de explorarlos, y sobre todo el de forrarlos). O esos primeros días que refrescaba y había que empezar a abrigarse un poco, que solían ocurrir en las primeras semanas de clase. 

Pero si hay algo que sigue ahí y no se borra, que siempre asociaré a la vuelta al cole son los olores de los nuevos materiales escolares: lapiceros, gomas, los propios libros, los cuadernos, la mochila, la clase limpia y vacía durante unos meses (a veces aprovechaban para pintar), el polvo de la tiza... Todo eso es lo que me evoca la vuelta al cole. 

viernes, 17 de agosto de 2018

Que cambien los demás


Es muy fácil mantenerse en la queja y esperar que sean los demás quienes hagan los cambios que a ti te convengan. A costa de terceros, te sientes fuerte y poderoso. Pero en no pocas ocasiones basta con dar el paso nosotros mismos, claro que en ese caso, nadie se percata y no has conquistado nada (no te has impuesto). Y quién sabe, quizás eso es lo que haya tras tanto vociferante. 

domingo, 12 de agosto de 2018

Mi cuestionario Proust


A Marcel Proust, cuando era joven, una amiga le envió este cuestionario con el que supuestamente se puede conocer algunos rasgos íntimos de las personas. Algunas revistas lo han rescatado para que gente famosa lo responda. Y como ando bajo de inspiración (más bien es pereza de volcar y dar forma a lo que en mi mente revolotea), pues ahí va para rellenar un poco. A nadie le interesa, lo sé, pero al menos es una forma de descubrirme a mí mismo algunas cosas que ni siquiera me había planteado nunca, así que adelante:

1. ¿Principal rasgo de tu carácter?
    Una muy segura inseguridad
2. ¿Qué cualidad aprecias más en un hombre?
    La inteligencia
3. ¿Y en una mujer?
    La inteligencia
4. ¿Qué esperas de tus amigos?
    Amistad (lo cual incluye lealtad, sinceridad...)
5. ¿Tu principal defecto?
    La tendencia a hacer chiste de todo y a atropellar al hablar. 
6. ¿Tu ocupación favorita?
    No estar ocupado: dolce far niente. 
7. ¿Tu ideal de felicidad?
    No tener interferencias para que mi mente vuele libre. 
8. ¿Cuál sería tu mayor desgracia?
    No tener nada que leer ni escuchar
9. ¿Qué te gustaría ser?
    No tengo grandes aspiraciones
10. ¿En qué país desearías vivir?
     En todos y en ninguno
11. ¿Tu color favorito?
      El rojo
12. ¿La flor que más le gusta?
      La amapola
13. ¿El pájaro que prefieres?
      El periquito (tuve varios de niño)
14. ¿Tus autores favoritos en prosa?
      Camus, Poe, King
15. ¿Tus poetas?
      Poe, Bécquer, Hölderlin
16. ¿Un héroe de ficción?
      Roland de Gilead, protagonista de La torre oscura, de Stephen King.
17. ¿Una heroína?
      Alicia, la del país de las maravillas.
18. ¿Tu músico favorito?
      En clásica: Beethoven o Wagner. En "actual": Bob Dylan, Leonard Cohen, Nick Cave. Imposible decidirse por uno. 
19. ¿Tu pintor preferido?
       El Bosco
20. ¿Tu héroe de la vida real?
      Mi abuela materna, a quien le pilló el inicio de la guerra de viaje en Barcelona, y se fue sola a pie hasta Francia. 
21. ¿Tu nombre favorito?
      Leire
22. ¿Qué hábito ajeno no soportas?
       Cerrar las puertas de un portazo
23. ¿Qué es lo que más detestas?
       Los ruidos de obras, me desquician de un modo que a veces me asusta
24. ¿Una figura histórica que te ponga mal cuerpo?
       Hitler, Stalin. 
25. ¿Un hecho de armas que admires?
      El desembarco de Normandía. 
26. ¿Qué virtud desearías poseer?
      La superposición cuántica: poder estar en todos los estados posibles a la vez. 
27. ¿Cómo te gustaría morir?
      De alguna manera en la que me entere de que estoy muriendo, a ser posible sin sufrir demasiado. Siempre he pensado que ya que no estuve cuando nací, quiero estar cuando muera. 
28. ¿Cuál es el estado más común de tu ánimo?
      Una melancolía con sorna
29. ¿Qué defectos te inspiran mayor indulgencia?
       Por lo general soy indulgente. Creo que no hay que juzgar ni condenar a nadie. Más bien intento comprender sus motivos. 
30. ¿Tienes una máxima?
      Auocomplacencias, las justas. 

Nota final: estas mismas preguntas, en épocas distintas de la vida, seguro que han de recibir respuestas distintas. Habrá que ir haciéndolo de tanto en tanto. 

martes, 31 de julio de 2018

El arte molesto

El otro día leí a alguien que en tono elogioso se refería a un artista (no recuerdo quién) diciendo que "molestaba a quien tenía que molestar". Curioso. En primer lugar porque no me queda claro que un artista, ni nadie, tenga que dedicarse a molestar (contra la retórica de quienes piensan que el arte ha de escocer, y si no lo hace, no vale la pena). Y en segundo lugar porque puestos a molestar, seamos molestos de verdad e incordiemos a todo quisqui. De lo contrario no se es rompedor ni revolucionario, tan sólo un adulador de aquellos a quienes no se molesta, que se regodean en la picazón de los otros. Además, la molestia debería ser un efecto secundario del arte (haz lo que te apetezca, y a quien no le guste, que no mire), no su fin. 

En cualquier caso, aquí valoramos a aquellos personajes que en una guerra pudieran acabar fusilados por cualquiera de los bandos en combate. Para qué tomar partido si podemos aspirar a todo. 

lunes, 30 de julio de 2018

Llevar un diario

Aficionado como soy a los diarios (ahora he vuelto a Jünger), me pregunto qué es lo que hace buena una bitácora. Porque no se trata de una simple recopilación de hechos, como el tópico diario secreto de una adolescente (querido diario:...). No creo que se trate de ir relatando lo que a uno le pasa, aunque es evidente que hay acontecimientos que se deben reseñar, por su importancia o significado. De lo que se trata es de las vivencias: no el qué, sino el cómo, lo que las experiencias remueven en nosotros, lo que generan. Porque la vida no es sólo una simple sucesión de hechos externos y objetivos, sino también lo que todo eso provoca en nosotros: sentimientos, reflexiones, experiencia. Eso es lo que se refleja en un diario. Los hechos cotidianos han de ser anzuelos con los que pescar ideas y sensaciones, buenas piezas que luego se exhiben en el salón de trofeos del papel. Así, es posible llevar una vida anodina y monótona pero llevar un buen diario (aunque, qué duda cabe, cuantas más cosas se vivan, y más variadas, más anzuelos se habrán tendido). 

Llevar un diario supone tener un foco con el que escrutar la vida y el mundo, una lente de aumento  y un telescopio con los que observar más detalles de lo lejano y lo cercano. Se acerca uno a las cosas más a conciencia, con una atención distinta. 

domingo, 29 de julio de 2018

La mode. Aquella canción de Roxy

Es curioso cómo funciona la memoria: seleccionando, destacando, subrayando... y olvidando. Y no siempre lo traído al frente es lo más significativo, que queda relegado a un segundo (o tercer) plano. Viene esto a cuento de la tan traída y llevada movida de los 80 (mal llamada madrileña, porque era cosa de todo el país). Para empezar, aunque se ha tendido a extender a considerar su duración para toda la década, la realidad es que no pasó del 85 (lo de después ya fue simple estela y rebufo) y comenzó a finales de los 70. Pero lo llamativo es cómo lo que ha quedado no siempre es lo mejor y como hay grupos de aquel momento que a pesar de su gran calidad no han pasado el juicio del tiempo en detrimento de otros más simplones que son considerados los mayores representantes del movimiento. 

Un ejemplo muy claro de esto lo constituye La mode, de quienes casi nadie se acuerda ya, y que interpretan algunos de los temas más complejos y sofisticados de la época. Puede que ahí esté el motivo del olvido: no cuadran con la imagen frívola y facilona (por no decir tontorrona y mamarracha) que se ha querido propagar de la época: su propuesta tenía más pretensiones y matices. 

Sea como fuere, nadie los recuerda, y desde luego no se los verá en las antologías sobre la movida que se puedan hacer ahora que los ochenta están de moda. Por eso, amigos como somos de lo raro y de las causas perdidas, aprovechamos para reivindicarlos con este pepinazo (la intro me parece espectacular).


viernes, 20 de julio de 2018

El desgarro de lo humano

El ser humano es un ser escindido, distanciado. Nos convertimos en humanos en el instante en que abandonamos el suelo de la naturaleza y nos lanzamos a crear nuestro propio espacio particular. Ciertamente hay unos impulsos e instintos, pero los hemos modulado y dado distintas expresiones, dejando de lado la comodidad de seguirlos sin más. Ahí reside el conflicto y aparece la desazón. porque sí, los logros nos estimulan a seguir, pero también está la nostalgia. Dos fuerzas contrarias que nos desgarran. 

Puede surgir la tendencia a querer suturar el desgarro, pero es él quien nos humaniza, quien nos hace lo que somos. Todo intento de reunir es caer en lo inhumano. Sólo nos queda convivir con la grieta, hacerla hogar, habitarla, lo que viene siendo profundizar en lo humano. 

jueves, 12 de julio de 2018

Del Valle de los Caídos

Vamos a morder la carnaza, el cebo que nos han echado esta vez. Pero seamos originales, tirando de memoria. Hablemos de Franco y el Valle de los Caídos. 

Mis dos abuelos estuvieron en la guerra (nuestra guerra civil es "la guerra"), uno en cada bando. Aunque para quitar un poco de hierro al asunto a veces se diga que estar en un bando o en otro a veces era cuestión de azar, ellos fueron convencidos. El materno, republicano e hijo de un histórico del socialismo mallorquín, estuvo en el frente de Aragón y al acabar la contienda estuvo prisionero varios meses. El paterno, salmantino, luchó en la marina de Franco y fue testigo del hundimiento del crucero Baleares (tengo algunas fotos originales y tal vez inéditas del naufragio). 

Vayamos al Valle. Al poco de morir el dictador, mi abuelo republicano se apresuró a ir a visitarlo en su tumba. Decía que quería asegurarse de que estaba muerto y enterrado. Sobrevivirle fue su pequeña venganza. Hablaba de su visita al Valle de los caídos con orgullo, y recomendaba a la gente que fuera. El otro abuelo, el nacional, jamás estuvo. 

Hace unos años yo mismo lo visité. Me pareció sobrecogedor, oscuro. No tanto un monumento a mayor gloria de los vencedores y sus ideas (en un principio debía ser un monumento a las víctimas de un bando, pero con el tiempo se introdujeron caídos en ambos bandos), como un lamento por la guerra y la destrucción (un tanto hipócrita, es verdad, lamentar la destrucción tú contribuiste a sembrar, pero bueno). 

Sea como fuere, Franco nunca lo planteó como su tumba (parece que no tenía ningún plan al respecto, ni él ni su familia), así que da lo mismo dónde esté. Lo que ne no da lo mismo son los rasgamientos de vestiduras y la utilización de los tópicos por parte de gente a la que todo aquello le queda lejos. Y en nombre de otros que lo vivieron todo en primera persona, como si tuviéramos el deber de completar lo que creemos que no fueron capaces. Y eso que soy de los que piensa que las heridas aún no están cerradas y que el país aún tiene que vérselas cara a cara con aquello. Obviamente, ningún bando (si es que aún se puede hablar de bandos, que creo que un poco sí) está listo aún para hacerlo. 

miércoles, 11 de julio de 2018

Escéptico

Ante la gran mayoría de información, y dada la supuesta proliferación o moda de las fake news (en realidad no es nada nuevo, sólo que ahora el periodismo está en uno de sus momentos más bajos y cuela cualquier cosa), uno ya se pregunta ante cualquier noticia si no será falsa. Es un efecto nada desdeñable: llegamos a no creernos nada. Así, junto a los que se van a tragar lo que más cuadre con sus filias y sus fobias, estaremos los que no vamos a dar ninguna credibilidad a nada. Y tal vez eso sea lo que busque quien quiera que sea que maneja los hilos: tenernos confundidos y que no estemos al tanto de lo que pasa o no pasa, por activa y por pasiva. 

Por otro lado, puede que siempre haya sido así y estemos ahora descubriendo el Mediterráneo. 

lunes, 2 de julio de 2018

La conexión

Se reivindica lo global , lo holístico como algo mágico. "Todo está conectado" y esa clase de lemas. Pero no se pasa de ahí. Las conexiones no se establecen. Las disciplinas de conocimiento se dan la espalda entre ellas, y si se tienen  en cuenta, es para reforzar sus posiciones desde una caricatura de la otra. Es algo generalizado: al otro únicamente se lo considera como alimento de las propias filias y fobias. Pero cada uno en su trinchera, prietas las filas. Y quien se mueve, no sale en la foto.

Pero efectivamente, todo está conectado. No de forma místico/mágica, sino que los compartimentos no son estancos y hay intercambios. Las fronteras y límites son borrosos. Por eso conviene la apertura, el estar dispuesto a reconocer que las cosas tal vez no son como las creemos. Saber escuchar las melodías que suenan ahí fuera y tenerlas en cuenta: tal vez así podamos transformar la cacofonía en sinfonía, o cuando menos entresacar algún sonido armónico. 

domingo, 1 de julio de 2018

Apuntes sobre la formación

Hubo un tiempo en que se creía que la formación, la cultura, nos hacían mejores. No en vano el término tiene que ver con el cultivo: siembra, abono, riego, y esperar buenos frutos. Pero hay riesgos: malas hierbas, sequías, plagas, granizo, riadas... Hay que esmerarse en ello. 

En su día se promovió la educación universal y obligatoria como medio de elevar la sociedad, para formar ciudadanos libres y conscientes. Creo que podemos empezar a sospechar que no ha sido así. ¿O es que tal vez no nos están educando? 

La incultura no tiene porqué evitarse necesariamente con formación. 

lunes, 25 de junio de 2018

La lista de los filósofos godos

De hablar con mis camaradas de la guerra filosófica, me queda con la sensación que estamos demasiado centrados en autores. Parece que lo importante es saber los sistemas que las distintas personalidades que han ido elaborando, como si se tratara de una mera recopilación de citas e ideas, y al final se compitiera por quién es más erudito y ha memorizado más. Así se plantean las clases y los exámenes. Sin embargo, pienso que hay algo de erróneo ahí. 

Entiendo la filosofía como el planteamiento de preguntas, como un ir abriendo melones problemáticos. Y las respuestas son sólo sendas hacia nuevas preguntas. Es un arte de lo abierto. Por eso, deberíamos enfocar más nuestra atención en los problemas, en sugerir, y utilizar lo que los otros dicen y han dicho como aderezo y matización, como campo de entrenamiento y trampolín para poder ir más allá. Sin embargo, nos quedamos en un eterno comentario de texto endogámico y muy a menudo autocomplaciente. La erudición por la erudición. Así se comprende el desprecio y la irrelevancia en que nos vamos sumiendo. 

A veces pienso que hay que salir del fango académico.