lunes, 31 de marzo de 2008

No quiero una motocicleta


Como no me gusta nada la psicología y hoy ando poco inspirado, voy a hacer un ejercicio de psicologismo.

¿Porqué son tan idiotas los pilotos de motocicleta (¿se les llama así?)? Me refiero a esos que se dedican a dar vueltas a un circuito cual ratones enjaulados, vestidos en sus astronáuticos trajes y bien protegidos por el casco. Cada vez que salen en la tele, en los múltiples anuncios que protagonizan, siento una rabia especial. No citaremos, nombres, supongo que cada cual tendrá en mente a alguno. Se les oye engreídos, exageradamente serios, trascendentes, haciéndose los interesantes, como si de sus palabras dependiera el destino del mundo.

Imagino que la cosa se debe a que empiezan a triunfar demasiado jóvenes y a que tienen todo un equipo de mecánicos y gentes varias trabajando para ellos solos, lo cual les hace endiosarse un poco. Y si además, los medios y las gentes te adulan, pues el resultado es lo que vemos en las secciones de deportes (que, esa es otra, tengo mis reparos a aceptar a las competiciones de motor como deportes). Tiene que ser esto o que el casco les compromete el riego cerebral, que también podría ser...

Si sólo fuera así, no hay ningún problema, se cambia de canal y punto. Pero lo grave es que, por la cosa mimética, algunos energúmenos intentan emular a estos pilotos y se creen que la calla es un circuito. Y encima adoptan las mismas actitudes de sobrados con la gente.

¿Se nota que no me gustan las motos?

domingo, 30 de marzo de 2008

Científicos y letrosos

¿Y éstos de qué son?

Siempre ha llamado mi atención cómo cada carrera universitaria tiende a tener un tipo concreto de estudiantes. Como es lógico, en todas partes hay de todo, pero hay tendencias generales. En los campus a la americana (en los que los distintos estudios están concentrados en un mismo lugar) esto se ve muy claro, y resulta chocante ver cómo en cada edificio hay una "tribu" diferente. Y no sólo es en el aspecto exterior y las costumbres, sino que el trato personal también cambia. Ya tenía sospechas de esto, pero las conversaciones con unos y con otros me han ido persuadiendo sobre el asunto. Y es que las carreras de ciencias y las de letras (según la clásica división) tienen formas diferentes de relacionarse. Por norma general, las de ciencias tienden más a la solitariedad, o si se forman grupos, muchas veces éstos son de carácter circunstancial e interesado (el pensamiento científico es lo que tiene, tan objetivo y guiado por fines y expectativas...) y no perduran demasiado. En cambio, las letras son más dadas a establecer grupos más allá del puro ámbito académico.

Mis sospechas se han ido confirmando, y no sólo por la experiencia personal (tan sólo me relaciono con uno de los que estudiaron conmigo enfermería, pero conservo un nutrido, variopinto e interesante grupo de filósofos amigos) sino por los testimonios de otras gentes, tanto de ciencias como de letras. Y si no, sólo hay que darse una vuelta por los bares de las distintas facultades (en mi universidad, el bar más grande es el de la facultad de filosofía) y ver cómo se comporta la gente. E igual que los bares, las bibliotecas son buenos indicadores.

sábado, 29 de marzo de 2008

Ya no es fiesta


En el progresivo proceso de pérdida de aura que nuestro mundo vive, uno de los fenómenos más preocupantes y devastadores es lo que le está sucediendo a las fiestas. Éstas se han convertido en una oportunidad para el negocio del turismo, y se han masificado hasta la caricatura. Se suele decir que para poder participar en una fiesta con plenitud hay que ser del sitio, y puede que sea cierto, pero en las últimas décadas la proliferación de visitantes han desvirtuado y transformado muchas celebraciones.

Del mismo modo en que la presencia de una ćamara altera a los grabados, o que el hecho de que haya un antropólogo en la tribu hace que ésta se comporte de un modo algo diferente (por más que él intente no inmiscuirse en la vida tribal y se integre en ella para no alterarla), la masiva afluencia de turistas a una fiesta también la altera. Y cuando al final resulta que hay más de fuera que de dentro, se produce la paradoja de que la fiesta deja de ser fiesta (al menos en el sentido originario), se pervierte y pasa a ser otra cosa. No es que este proceso sea malo ni haya que condenarlo, sino que tal vez no debamos llamar igual a lo que ya no es lo mismo. Esto sería un modo de reconocimiento de que algo se ha movido. Pero al mismo tiempo supondría reconocer la pérdida, cosa que no tengo claro que muchos pudieran soportar (a tenor de las retóricas identitarias de que hacen gala).

viernes, 28 de marzo de 2008

Tragedia y Akelarre


Cuando hoy en día hablamops de tragedia, solemos entender una historia dramática y lacrimógena. Pero no siempre fue así. En la antigua Grecia la Tragedia, que en ningún caso es asimilable al teatro tal y como lo entendemos nosotros, era una manifestación religiosa que se llevaba a cabo mediante representaciones teatrales. Eso en la época clásica.

Nietzsche fue el primero en poner sobre la mesa el asunto de un origen de la Tragedia nada lírico, sino relacionado con los ritos en los que se rendía culto al dios Dioniso. A pesar de la polémica que sus ideas provocó (que le llevaron a ser apartado de la élite filológica), el tiempo le ha dado la razón, y hoy en día nadie cuestiona esta teoría. De hecho, es comunmente aceptado que el término Tragedia debe traducirse, en su origen, como "canto del Macho Cabrío". El Macho Cabrío es una de las representaciones de Dionisos, y el asunto del canto nos pone ante la música y la danza, que eran las actividades principales de las fiestas dionisíacas (además de la ingesta de bebidas alcohólicas). La Tragedia clásica supondría una estilización de esas fiestas primitivas.

Pero algo de aquello antiguo debió de quedar, y al parecer siempre se celebraron auténticas fiestas dionisíacas (o bacanales, en su forma romana) en las que se daba rienda suelta al desenfreno más salvaje. Como es lógico, estas celebraciones tenían un poder altamente subversivo (porque no estaban sometidas a casi ninguna norma y relajaban en exceso las normas emanadas de los poderes sociales), y rápidamente fueron prohibidas, quedando relegadas a lo secreto y a la persecución. La llegada del cristianismo agudizó el asunto, y las reuniones dionisíacas adquirieron tintes demoníacos y oscuros (aunque es evidente, hay que recordar que el Macho Cabrío es la representación del diablo para el cristianismo).

No parece descabellado pensar que esas reuniones de brujas tan perseguidas sean una pervivencia del dionisismo. Y como prueba tenemos la palabra con la que denominamos estas reuniones: akelarre. Proveniente del vasco, no quiere decir otra cosa sino "campo del Macho Cabrío" (y no hay que desdeñar aquí todo lo publicado en torno al origen de los vascos, que tal vez los entronque con las mismas fuentes primitivas en las que bebieron los griegos y que llevaron a ambos pueblos a dar nombres etimológicamente similares a fenómenos parecidos). Si a esto le sumamos que en los akelarres se ingerían pócimas y se realizaban danzas y cantos rituales, y que tradicionalmente sus concelenbrantes eran mujeres (las encargadas de dar culto a Dionisos también lo eran) resulta bastante plausible que la primitiva Tragedia fuera un Akelarre.

jueves, 27 de marzo de 2008

Falda menguante, pierna creciente

Una clínica gaditana reduce el sueldo a las enfermeras que no llevan falda corta

Supongo que la sección de personal, a la hora de contratar, tendrá en cuenta las piernas de las aspirantes (longitud, forma, no varices y, por supuesto, tampoco pelos).

miércoles, 26 de marzo de 2008

Siempre nos quedará el tuning


"A mí me parece que, cuando se trata de sexo, los hombres se ven atrapados entre una roca y algo que es suave, flácido y apologético.

Los mecanismos sexuales de los dos géneros sencillamente no son compatibles, y ésa es la horrible verdad del tema. Uno es un cochecito, ideal para las compras, trayectos rápidos por la ciudad, y muy fácil de aparcar; el otro es un cochazo, diseñado para largas distancias, mucho más grande, más complejo, y más difícil de mantener. No te compras un Fiat Panda para cargar antigüedades desde Bristol a Norwich, y no te compras un Volvo por la razón que sea. No es que uno sea mejor que el otro; sólo son diferentes, eso es todo.

Ésta es la verdad que no nos atrevemos a admitir en estos días -porque la igualdad es nuestra religión y los herejes no son mejor vistos ahora que antes-, pero lo admitiré porque siempre he considerado que la humildad ante los hechos es lo único que mantiene cuerdo al hombre racional. Sé humilde ante los hechos, y orgulloso ante las opiniones, como George Bernard Shaw dijo una vez.

La verdad es que no lo dijo. Sólo quería darle un poco de respaldo autorizado a esta observación de mi propia cosecha, porque sé que no os gustará.

Si un hombre se abandona al momento sexual, entonces, bueno, eso es todo lo que hay. Un momento, un espasmo, un acontecimiento que no se prolonga en el tiempo. Si, por otro lado, se contiene por medio de recordar todos los nombres que pueda de la carta de colores Titanlux, o el que sea su método preferido para retrasarlo, entonces se lo acusa de ser frío y preocuparse sólo de la técnica. En cualquier caso, si eres un tío heterosexual, salir de un encuentro sexual moderno con honor es algo terriblemente difícil de lograr.

Sí, por supuesto, el honor no es el objetivo del ejercicio, pero eso es fácil de decir cuando se tiene algunmo. Me refiero al honor. Y los hombres no tienen ninguno en estos tiempos. En el ruedo del sexo, los hombres son juzgados por las reglas femeninas. Ya puedes ponerte como quieras, pero es la verdad. (Sí, obviamente, los hombres juzgan a las mujeres en otras esferas -las paternalizan, las tiranizan, las excluyen, las oprimen, las hacen absolutamente desgraciadas-, pero en cuestiones de folleteo, el listón lo ponen las mujeres. Es el Fiat Panda el que está obligado a ser como un Volvo, y no a la inversa) No oyes a los hombres criticar a las mujeres porque tarden quince minutos en llegar al orgasmo; y si lo haces, no es ninguna acusación implícita de debilidad, arrogancia o egoísmo. Los hombres, generalmente, agachan la cabeza y dicen: "Sí, es así como es su cuerpo, es lo que ella necesita de mí, y yo no se lo puedo dar. Soy una mierda y me piraré ahora mismo, en cuanto consiga encontrar el otro calcetín."

Lo que, para ser sincero, es injusto y casi borda lo ridículo. De la misma manera que sería ridículo decir que un Fiat Panda es un coche de mierda sólo porque no puedes cargar un armario detrás. Puede que sea una mierda por otras muchas razones -se avería cada dos por tres, consume aceite, o es de un color verde lima con la palabra "turbo" patéticamente escrita en el parabrisas trasero-, pero no es una mierda porque tiene aquello para lo que fue específicamente diseñado: la pequeñez. Tampoco el Volvo es un coche de mierda, sólo porque no pueda colarse por la barrera del parking y te permita largarte sin pagar.

Incinérame si quieres en una pira de gusanos, pero las dos máquinas son sencillamente diferentes, y eso es lo que hay. Están diseñadas para hacer cosas diferentes a diferentes velocidades, y en diferentes tipos de pavimentos. Sin diferentes. No son la misma cosa. Dispares.

Vale, ya lo he dicho. Tampoco es que me sienta mejor."

Hugh Laurie,
Una noche de perros

martes, 25 de marzo de 2008

Al ataqueee!

No puedo evitar ponerlo. Mis queridos Wonderbrass a la conquista, primero del país, y luego del mundo entero:



Lo único a lamentar es que por Mallorca de cada vez actúan menos.

lunes, 24 de marzo de 2008

Genealogía de la moral


Hay en los niños pequeños la tendencia a calificar de malo todo lo que les disgusta o les impide hacer lo que les apetece. Así, piensan que te están insultando si cuando les niegas la posibilidad de algo te espetan un "malo". Muy a menudo este "malo" va acompañado de un "tonto". Más allá de esta muestra de socratismo, se ve cómo la calificación moral viene dada por un sentimiento de disgusto y contrariedad.

Los adultos tendemos a ponernos a un nivel distinto al infantil. Ciertamente, somos diferentes, pero tal vez sólo lo seamos por una cuestión de cantidad y no de calidad. Es decir, nuestros valores, opiniones, sentimientos... son más complejos y matizados que los de un niño. Pero en el fondo iguales.

¿Y si la moral "adulta" también suge de simples contrariedades ante las barreras (por supuesto, también más complejas y ricas)?. Si fuera así, ante una cuestión moral, y con el fin de desenmascarar su origen último, cabría preguntarse por qué hay en juego ante cada problema y cada acto castigado y premiado. Y del mismo modo que en los niños hay quién les impide y les favorece las cosas, una interesante línea de investigación consistiría en ver a quién o quiénes benefician las proscripciones y prescripciones morales. Tal vez esto nos aclararía muchas cosas sobre nuestro mundo.

domingo, 23 de marzo de 2008

De Turing y manzanas


Los objetos, ideas, técnicas y demás cotidianeidades parece que están ahí desde tiempos inmemoriales, desde siempre, sin que nadie los haya puesto, son un patromonio colectivo sin orígenes claros ni autores reconocidos. Hay excepciones, por supuesto, y casi todo el mundo sabe quién inventó la bombilla o la anécdota de Newton y su manzana. Esta historia no deja de ser curiosa, puesto que sitúa a esta fruta en el origen de una nueva época para el ser humano, la era a la que podríamos llamar “científica”. No debemos olvidar el papel que juegan las manzanas en nuestra cultura, ya que los inicios de la humanidad vienen marcados por un desafortunado encuentro con uno de estos frutos en los relatos bíblicos. El caso de Newton es más amable, y abre de forma simbólica una era de grandes avances y desarrollos en lo que respecta al conocimiento de la naturaleza y a la técnica.

Newton y Eva son dos personajes que tuvieron que ver con manzanas, que pusieron en marcha grandes cambios y son de sobra conocidos por el gran público. Hay, sin embargo, una tercera manzana mucho menos conocida y que está en los inicios de nuestro tiempo, al que algunos han denominado “sociedad de la información”, pero que podríamos llamar también la “era informática”, y que está cambiando nuestro mundo a marchas forzadas...

(El texto completo está en Kiliedro).

sábado, 22 de marzo de 2008

Vampirismo


Hay muchas mujeres vampiras. Y no es que quiera hablar de esas que nos sorben las energías y nos provocan mil males casi sin quererlo (aunque muy a menudo queriéndolo). No. Me refiero a que en muchas se opera un cambio radical cuando se pone el sol. De día se muestran muy suyas y no toleran según que comentarios sobre la condición femenina y lo que uno pueda opinar de ellas (de las mujeres en general). Pero por la noche se pintan y se ponen sus mejores (y menores) trapos para salir a quemar la ciudad. Me parece bien. Por la mañana en guerra contra todo aquél que las llame "mujer objeto", por la noche perfectas "mujeres objeto", exhibiéndose y provocando con sus insinuantes bailes. Y mucho me temo que es con la oscuridad cuando muestra su verdadero rostro. Así que no hay que dejarse engañar por su discurso diurno.

Y como vampiras que son, la forma de acabar con ellas es clavándoles la estaca. Así al menos se lo terminan creyendo y se convierten en objetos "full time".

jueves, 20 de marzo de 2008

¿Saetas en Mallorca?


Un mismo hecho y distintas formas de vivirlo. Las tradiciones son signos de ello. Ante una misma celebración o conmemoración, distintas manifestaciones. Y a veces, transplantar una de un lugar a otro da lugar a situaciones rocambolescas. Como la que voy a relatar.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que sólo había una procesión de Semana Santa en Palma, la del Jueves Santo, y no duraba más de dos o tres horas. Ahora las cosas han cambiado, y todos los días tenemos al menos una procesión, y la de hoy, se prolonga hasta altísimas horas de la madrugada. Es un hecho extraño, porque corre paralelo a la progresiva pérdida de poder de la Iglesia, lo cual me lleva a pensar que tal vez este espectacular aumento en tan poco tiempo (no más de diez años) poco tiene que ver con lo religioso (o sí, y no es más que el intento de calmar las conciencias durante unos días, por parte de gente que el resto del año pasa de largo ante las iglesias). Pero bueno, no es sobre esto sobre lo que hoy quería explayarme.

En esos tiempos ya perdidos en que sólo había una procesión, servidor y su familia acudíamos a ver el desfile de penitentes y pasos. Tenía su aquél. Teníamos la suerte de tener una abuela que vivía en una calle céntrica por donde la procesión pasaba, y desde la tarde poníamos las sillas y nos reservábamos el lugar desde el que íbamos a asistir al aspectáculo. Los niños estábamos especialmente excitados, porque competíamos a ver a quién le daban más peladillas (desconozco si se hace en otras partes, pero aquí los penitentes dan peladillas a los conocidos, sobretodo a los niños). Después venían las cábalas: ¿quién habrá sido?, porque hay que reconocer que, ocultos bajo el capirote ("sa caperutxa" en mallorquín) es difícil saber quiénes son.

La cuestión es que llegado no sé qué Virgen o no sé qué paso, alguien se puso a cantar una saeta. Nunca había oído ninguna, y por la reacción, la mayoría de la gente tampoco. Empezaron las caras de sorpresa, los codazos, los gestos de desesperación (entre el público y los penitentes, que pedían la hora...), y poco a poco la sorpresa fue dando lugar al cachondeíto. Incluso hubo alguna carcajada, y comentarios de "ya se ha puesto a cantar el borracho", incluso se habló de locura. Y es que resulta curioso cómo, tan cerca y tan lejos, algo que en otras parte es lo más común e incluso representa los momentos más emotivos del asunto, aquí es visto como un auténtico fastidio. Al menos así lo recuerdo en mi primera experiencia saetera.

No sé cómo está la cosa en estos momentos, supongo que debe haber más saetas y la gente debe responder mejor, pero hace años que no me dejo caer por una procesión. Y hoy tampoco se va a dar el caso, a no ser que tenga que cruzarme con ella en mi periplo nocturnoide.

miércoles, 19 de marzo de 2008

La enfermedad de la época


Cada momento histórico tiene su enfermedad predominante. A veces no se trata de que realmente sea la más frecuente, sino que es a la que más miedo se le tiene y la que más visibilidad social adquiere. En ello hemos de ver un síntoma epocal, una manifestación de lo que le preocupa a ese tiempo, lo que teme, lo que valora y a lo que aspira, y no sólo una cuestión de higiene y hábitos de salud.

La Antigüedad tuvo la lepra, la Edad Media la peste, la modernidad la tuberculosis. ¿Y cuál es nuestra enfermedad estrella?. Las últimas décadas han venido marcadas por dos palabras: cáncer (más antiguo y con más solera) y SIDA. Pero últimamente están un poco decaídos. Los vances médicos han permitido altas tasas de curación del cáncer (aún insuficientes, por supuesto, pero sí más altas que hace 20 años). El SIDA es otro cantar, pero tenemos las medicinas necesarias para tenerlo más o menos controlado (tomando un arsenal de pastillas diarias, es posible frenar el avance del virus, quedando como un mal crónico). El relevo de la primacía lo están tomando otra clase de patologías, más complejas (como nuestro tiempo) y de difćil abordaje. Aún es pronto, pero creo que el futuro va a ser de las demencias seniles (lógico para una población envejecida) y las enfermedades mentales y sociales. Habrá que ver por dónde va la cosa y cuáles de estas enfermedades acaban haciéndose con el reinado de la época.

martes, 18 de marzo de 2008

Ten Years After: I'm goin' home (Woodstock 69)

Año 1994: en plena fase de entusiasmo y descubrimiento de lo sesentero hippioide, y a rebufo del 25 aniversario del festival de Woodstok, cayó en mis manos la película que se grabó en el festival. Una auténtica gozada musical en el que se pueden ver algunmos de los momentos más destacados del festival: Joe Cocker, Jimi Hendrix, The Who, Jefferson Airplane, Santana... Aquella película, que rondaba las tres horas, me marcó profundamente. Tanto, que con los amigos grabamos la música directamente de la tele (entonces no teníamos los medios de ahora) en una cassette. Ahora ya lo tengo en CD (porque sí, se editó), y ya va a hacer 40 años del festival. Pero esta música sigue moviéndome. Ahí va uno de los mejores momentos de la película: Ten Years After y su I'm goin'home:

lunes, 17 de marzo de 2008

El salt de la bella dona.


Espoleado por Pensadora, paso a relatar una vieja leyenda mallorquina:

Hace casi un año escribí sobre el santuario de Lluc, lugar sagrado y centro de peregrinaje para los mallorquines enclavado en el corazón de la Serra de Tramuntana. En aquella región se acumulan numerosos relatos de hechos extraordinarios y milagrosos atribuidos a la Virgen de Lluc (incluso la modernidad, que se las da de racional y huye de lo religioso, ha vertido en ella avistamientos OVNI y extraños sucesos). Uno de estos milagros, tal vez el más conocido por los isleños, es el que se refiere al llamado "salt de la bella dona". Quien suba con un mallorquín a Lluc tendrá que oir la historia al pasar por el lugar conocido por ese nombre. Se llega a él más o menos a medio camino de la subida al santuario, y cabe decir que, por lo inesperado, es espectacular. Tras una parte muy sinuosa de la carretera, se entra en una parte más llana y con menos curvas. La vista se pierde entre los árboles, que la rodean. De pronto, la cinta de asfalto se encaja entre las rocas, escoltada por dos peñascos que la cubren de sombras. Sólo son unos metros, y después viene el salt. El camino, que como ya digo venía en meido del bosque, se abre de pronto y sin aviso a un barranco de algunos cientos de metros. La carretera está literalmente colgada en el acantilado, y la vista es impresionante y sobrecogedora (y vertiginosa también). Pues bien, ahí sucedió el milagro.

No se sabe cuando, habitó en el llano mallorquín una mujer espléndida, hermosa como ninguna. Como no podía ser de otro modo, su marido sucumbió a los celos que le provocaba el hecho de que su mujer fuera el centro de las atenciones de todo el mundo (y sobretodo de los hombres, claro), y planeó una forma de deshacerse de ella. Hay una versión de la leyenda que cuenta que ella se entendía con un labriego, y que ese fue el motivo de la actuación del marido. Eso es lo de menos, los hechos principales no cambian en nada. Por lo visto, la mujer era muy beata, y él la convenció para ir a visitar a la Virgen a Lluc, a lo que ella accedió gustosa. En la subida, al llegar al barranco, él la animó a arrimarse al mirador para admirar las vistas, momento que él aprovechó para empujarla al vacío. Ufano por haberse librado por fin de la causante de sus tribulaciones, emprendió el camino de regreso. Pero empezó a sentir remordimientos por la barabaridad que había acabado de cometer. Así que decidió terminar la subida al monasterio y pedir perdón a la Virgen. Su arrepentimiento iba en aumento a medida que avanzaba en el camino, y llegó al monasterio en medio de un tremendo sufrimiento espiritual e implorando perdón de forma desesperada. Al llegar, se quedó helado, porque encontró a su esposa arrodillada rezando frente a la imagen de la Virgen. Cuando logró reponerse del lógico susto, le preguntó cómo había logrado sobrevivir. Y ella le respondió que eso se lo tenía que reponder a la Virgen. Como colofón a la historia, cabe señalar que las dos mujeres, tanto la esposa como la Virgen, le perdonaron, y los dos volvieron a su casa y fueron felices, sin ninguna clase de celos.

Más o menos esta es la historia, al menos la más piadosa y popularmente aceptada. Pero existe otra versión, más pagana. La variación es que la mujer, como ya he apuntado, tenía un amante, que resultaba ser la encarnación de una deidad, y que fue el que, trasformado en bestia alada, recogió a la mujer en su caída, para depositarla en el monasterio, donde ella pudo ir a rezar.

Hasta aquí la lección de hoy de cultura popular mallorquina. Otro día, si me animo, cuento otra leyenda, de signo más oscuro y maligno, pero también unida a la montaña: la historia del Comte Mal.

domingo, 16 de marzo de 2008

Palabra de Dios


"En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella
y sin ella no se hizo nada de cuanto
existe.
En ella estaba la vida
y la vida era la luz de los hombres,
y la luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la vencieron."

Juan 1:1-5.

Con estos versos empieza el evangelio de Juan. Y he de reconocer que siempre me han intrigado estas palabras. Desde la primera vez que las oí resuenan en mi mente. En un primer momento porque no entendía bien a qué venía todo esto, y después, con más experiencia, conocimiento y refelxión propia, porque veo en ellas algo muy actual, ideas que sólo en el último siglo se han explorado con cierta profundidad. La idea principal que estas líneas contienen es sencilla, tanto que difícilmente caemos en ella: las cosas no existen hasta que no las nombramos, es decir, hasta que no les acoplamos un concepto y la etiqueta de la palabra. Ciertamente, están ahí fuera, pero que estén ahí fuera no nos dice nada, no son nada si no son nada para alguien. ¿Importaba algo América para los europeos antes de su descubrimiento?. Sólo cuando las cosas se han cosificado, es decir, se han encerrado en el corsé de la palabra, podemos usarlas, introducirlas en la compleja red de sentido del Mundo (en sentido estricto, al hacer palabra hacemos cosa, antes de la palabra, no hay nada). Así pues, la palabra crea Mundo, y nuestra vida es creación de Mundo, tarea iluminadora de las tinieblas de la Nada (aunque sea una iluminación falsa, es la única forma que tenemos).

En vista de lo dicho, ¿cómo no elevar la palabra a divinidad? Porque la plabra es creadora de Mundo, es ella la que pone sobre la mesa las cosas, y por ello es omnipotente (lo puede todo) y omnipresente (está en todo). Y con ello se abren numerosos interrogantes, el principal de los cuáles es a qué clase de palabra se está refiriendo el evangelista. Porque parece claro que no es la escrita, sino la hablada (parece que el evangelio tiene una fuerte influencia griega, y para ellos la cuestión del soplo vital, del pneuma, era muy importante). Pero en seguida cabe preguntarse si no será otra clase de palabra muy distinta, la palabra interior, la que está en juego, porque la voz, el lenguaje hablado, parece un fenómeno posterior a la aparición de los conceptos con los cuales determinamos las cosas. Siendo así, estaríamos haciendo referencia al pensamiento. Pero si tenemos en cuenta que tradicionalmente hemos tendido a pensar el pensamiento bajo el modo lingüístico, estamos con que pensar, tener ideas, tal vez fuera el origen del lenguaje, que posteriormente sería traducido en voz para compartir dichos contenidos interiores. Nuevamente estamos aquí ante los griegos, porque no hay que olvidar el nombre que ellos dieron al pensamiento: logos, que, curiosamente, es la misma palabra que utilizaban para decir palabra (de hecho, es la palabra original que se usa en el texto transcrito más arriba). Y nuevamente surgen las preguntas: ¿Pensamiento y/o palabra? ¿Son dos caras de un mismo fenómeno?¿es posible un pensamiento no lingüístico?¿y un lenguaje no racional (en el sentido del logos)?

viernes, 14 de marzo de 2008

Ortega filósofo


En numerosas ocasiones he sido testigo del cuestionamiento del valor filosófico de Ortega. Se le suele degradar apelando a su condición de divulgador y articulista. Ciertamente, algo de eso hay. Porque es verdad que la práctica totalidad de su obra se reduce a artículos periodísticos. Entre dichas obras se cuentan La rebelión de las masas y España invertebrada, sus dos libros más conocidos y que no son sino meras recopilaciones de artículos ya aparecidos en prensa. Además, uno de los premios más prestigiosos que se otorgan al periodismo en España lleva su nombre. Y también, no hay que olvidarlo, fue profesor de filosofía, en la universidad y fuera de ella (tras su regreso del exilio, no se le permitió recuperar su cátedra, por lo que fundo un "Instituto de Humanidades". Todo esto hizo que su estilo fuera directo y rápido, con una fluidez envidiable. Y esto, claro está, no deja de ser un rasgo que en muchos filósofos, por no decir que en todos, está ausente. Efectivamente, la filosofía es una labor oscura y compleja, a menudo llevada a cabo en siniestras cavidades mentales, desde las cuales es muy difícil escribir nada medianamente inteligible que pueda ser leído y mínimamente comprendido por gente ajena. Ortega no parecía estar en esta onda, al menos al escribir. Y luego estaba su talante divulgativo. Con ese estilo tan suyo, es esforzó porque la filosofía penetrara en nuestro país. Así, no es extraño ver artículos sobre Kant en los periódicos en los que colaboraba. Y también fundó editoriales desde las que fomentó la traducción de autores como Husserl, Russel, Simmel o Brentano, por poner algunos ejemplos. Esta ambición divulgativa tampoco agrada mucho a la clase filosófica, que gusta de esa oscuridad de la que hablaba, en parte porque el objeto de la filosofía es obtuso y huidizo, lo cual hace que el filósofo a veces se interne en regiones demasiado umbrosas.

Estos son algunos de los motivos que han llevado a un cierto desprecio de Ortega dentro de los círculos filosóficos. Sin embargo, pocos como él en España estuvieron al tanto de lo que se movía en la filosofía de su tiempo. Sus estancias en Alemania le pusieron al corriente de los principales autores y corrientes de su tiempo, y pudo ver el páramo que era España en ese sentido. De ahí su voluntad ilustradora. Y también de ahí que fuera más conocido fuera que dentro. En algunos de sus temas se notan estas influencias, y sus desarrollos, a pesar de su bella escritura, se pueden rastrear profundos pensamientos. Incluso hay quien ha señalado (él mismo lo hizo), que algunas ideas y conceptos que Heidegger hizo famosos en Ser y tiempo ya fueron expuestos en una conferencia dad por Ortega quince años antes.

A pesar de ello, no les falta cierta razón a los detractores, porque la brevedad de sus textos (el hecho de aparecer en revistas y periódicos no le dejaba mucho espacio para sus desarrollos) y la brillantez y claridad de su prosa lastran los aspectos filosóficos. Por ello, muchas veces sucede que es más interesante lo que sugiere, lo que deja en simples esbozos o entre paréntesis, que el tema central del que está hablando. En esto, Ortega es un auténtico maestro. Es capaz de, hablando de un determinado cuadro, de una jornada de caza o de algún torero, colar, como quien no quiere la cosa, auténticas cargas de profundidad. Cargas que, es verdad, podrían ser mejor exploradas y desarrolladas, que dejan la sensación de que se están desperdiciando ideas importantes. Pero que, a alguien que como yo concibe la filosofía como un quehacer indéxico e incompleto (que apunta, que señala, pero que no llega ni puede llegar a decir con absoluta rotundidad nada), es muy sugerente e interesante.

jueves, 13 de marzo de 2008

Barreras


En efecto, cuando escucho a otro, su vivencia no me está presente "en persona" originariamente. Puedo tener, piensa Husserl, una intuición originaria, es decir, una percepción inmediata de lo que en él está expuesto en el mundo, de la visibilidad de su cuerpo, de sus gestos, de lo que se deja oír de los sonidos que profiere. Pero la cara subjetiva de su experiencia, su consciencia, los actos por los que en particular da sentido a sus signos, no me son inmediatamente y originariamente presentes como lo son para él, y como los míos lo son para mí. Hay ahí un límite irreductible y definitivo. La vivencia de otro no llega a hacérseme manifiesta más que en tanto está mediatamente indicada por signos que comportan una cara física.

Jacques Derrida (1930-2004)
La voz y el fenómeno

miércoles, 12 de marzo de 2008

Divinidad inteligente


Los antiguos griegos, que no daban una puntada sin hilo, consagraron una diosa para la Inteligencia. Y no es casualidad que precisamente fuera femenina, porque si alguien tenía que representar la inteligencia, nadie mejor que una mujer. Porque, si bien la inteligencia es una característica humana global, las mujeres han adquirido un mayor refinamiento en su uso. Su menor tamaño y fuerza respecto al hombre y el papel que jugaban (y siguen jugando) en las sociedades primitivas y el ámbito animal (antes incluso de poder hablar de seres humanos propiamente dichos), han jugado a su favor. El hecho mismo de querer aparecer siempre bellas es un signo de su inteligencia. Porque nada hay más inteligente que el juego de la seducción (en todos los sentidos).

martes, 11 de marzo de 2008

Lo que queda de nosotros


Da gusto ver a esa gente que, en el bachillerato, iban como adelantados de la vida. Esos que se comportaban como mayores, que renqueaban en los estudios, salían de juerga, tonteaban con algunos abismos. Entonces tenían algo de salvaje, se comían el mundo a bocados. Los demás, la mayoría, seguíamos con nuestras rutinas, nuestros estudios y con nuestra vida, a un ritmo más lento que ellos. Sufríamos viendo cómo se llevaban de calle a la chica por la que suspirábamos y a varias más, haciéndoles mil y una perrerías (y, para nuestro asombro, ellas seguían ahí, loquitas por ellos). Da gusto, digo, verlos ahora atrapados, casados y como auténticos hombres de familia, formales, respetables, ultraconservadores incluso.

Y también es llamativo el destino de algunas de esas reinas de la clase, esas chicas monas que tenían a la mayoría de los tíos babeándoles y que jugaban con ellos, ignorando, por nuestra ignorancia, el daño que provocaban a su paso. Algunos de esos terremotos ambulantes han acabado reducidas a escombros, desmejoradas, incapaces de seducir a nadie, o condenadas a matrimonios y maternidades convencionales, nada dignas de aquellas princesitas.

Sí, da gusto todo esto, ver cómo al final todos somos unos miserables, y que todos, por muy especiales que nos creamos (o nos hagan creer) no somos nadie.

lunes, 10 de marzo de 2008

Rara infirmitas


De forma curiosa y paradójica, a veces, la enfermedad produce más malestar en su fase previa (cuando la estamos incubando, o, en lenguaje técnico, los pródromos) y en su resolución. Los días de en medio, cuando está en su apogeo sintomático, en ocasiones son más llevaderos.

domingo, 9 de marzo de 2008

El ritual del voto II, la crónica.


Ya que he hablado en varias ocasiones sobre la campaña electoral y sobre las elecciones, culminaré la serie haciendo la crónica de lo que ha sido mi jornada electoral. No me interesa valorar posibilidades ni resultados, no soy comentarista político. Pero voy a contar lo que ha sido mi ratito en el colegio, que ha dado mucho de sí. En primer lugar me ha sorprendido el gentío, nunca había visto tanta gente en el colegio en unas elecciones. La impresión que me ha quedado es la de que va a haber una alta participación. Bueno, esa ha sido la segunda impresión, porque la primera ha sido una tremenda desazón. Había cola, estaba recién levantado y de resaca, así que la perspectiva de hacer un rato de cola no me ha atraído mucho. Pero bueno, ya estaba allí y las cuatro horas libres que me darán en el curro por trabajar en jornada electoral han pesado bastante para que me haya quedado a hacer la cola pacientemente.

Se ve que todo el mundo que vota en mi mesa ha decidido ir a la misma hora, porque la cola ela de unas decenas de personas, mientras que las otras colas estaban vacías. Tendrían que haber hecho como en los supermercados, ir abriendo y cerrando mesas según la confluencia de votantes.

El rato de espera ha sido interesante. He asistido a una conspiranoide conversación entre una candidata a diputada de un partido (no diré nombres, que cada uno ponga el que quiera) al que he pensado seriamente en votar (visto lo visto, creo que he hecho bien en no hacerlo) y un conocido personaje caciquil de la isla (de estos que ponen una vela a Dios y otra al diablo, que tienen amigos en todas partes y saben sacar beneficios gobierne quien gobierne). Hablaban de los apoderados y de determinado partido (no he podido captar cuál), y algunas frases del diálogo, entre misteriosas y peligrosas han sido: "hay que pararlos como sea" o "aquí nos conocemos todos..." (dichas con un tono a medio camino entre el odio y el desprecio). No me ha gustado nada el tono de la conversación, sobretodo dicho desde personajes que, cara a las cámaras, van hablando de regeneración democrática.

La conversación era interesante, pero me ha desviado la atención algo mucho más interesante: una apoderada (tampoco diré el partido) que estaba tremenda. A partir de entonces la cosa ha cambiado, y hubiera deseado que la cola hubiera sido más larga. Voto, justificante y para casa. Menos mal que a la apoderada de mis entretelas le ha dado por salir a la calle justo delante de mi, y me ha hecho de lazarillo para salir en medio de la multitud (sí, suena exagerado, pero era multitud, ayer por la noche no había tanta gente en los locales donde entré), haciéndome olvidar de la resaca y de que he de ir a currar.

sábado, 8 de marzo de 2008

El ritual del voto


Toda sociedad tiene y necesita rituales. En ellos se retroalimenta y se refuerza. En general hacen referencia a momentos fundacionales, en los que se recuerdan las raíces comunes y se saca a la luz aquello que a todo el grupo debe unir, haciendo más fuertes sus lazos. Se trata de jornadas sueltas o períodos en los que la norma habitual queda a un lado, pero en última instancia no tienen otro objetivo que el de fortalecer el seguimiento de la norma. En el tiempo del ritual todo queda en suspenso, y a pesar de ello la sociedad contnúa. Tal vez por ello se asocie el ritual a lo sagrado, porque, aunque todo lo habitual queda suspendido, la sociedad no sufre menoscabo, manifestándose así la ayuda divina o de las fuerzas sagradas, que, gracias a nuestras oraciones, actos y oblaciones, garantizan la permanencia de la sociedad.

En las sociedades modernas y democráticas como suponemos a la nuestra, caracterizadas por la apertura y la heterogeneidad interiores, no hay ninguna instancia externa a ellas que las garantice (es decir, dios, dioses, espíritus o fuerzas, lo cual le dota de una mayor debilidad y fragilidad, ya que puede albergar en sí misma el veneno que acabe con ella), sino que el principio rector y vertebrador es la ley, que en definitiva emana del conjunto de la ciudadanía, a través de una mayor o menor cadena de representaciones (cada sociedad se articula de distinto modo). Por eso, el momento de mayor intensidad ritual se da cuando hay que poner en marcha esa cadena, cuando se elige a los representantes que elaborarán las leyes que nos han de regir. Con la disolución de las cortes se procede a la entrada en el período de anormalidad y suspenso. Toda la actividad "normal" de las instituciones del país quedan en el aire, expectantes. Se vive una anomalía. Y luego viene la campaña, altamente ritualizada: la pega de carteles, los mítines, la publicidad..., todo está sometido a unas pautas más o menos fijas, que psicológicamente influyen en la sensación de gran trascendencia que tiene el asunto. Pero la intensidad aumenta, y se llega a estos días: jornada de reflexión y jornada electoral. Los verdaderos días sagrados para nuestras sociedades. La seriedad con que se habla de la reflexión hoy recuerda a la contricción de la misa, en la que se repasan los pecados cometidos y se da la opción de confesarse para mejor entrar en la fase auténtica de la misa. Y luego está el día de ir a votar, también altamente ritualizado, con sus cabinas-confesionario, sus colas, su mesa electoral (que parece un tribunal) y el acto de introducir la papeleta (que no hace uno mismo, sino que la hace el presidente de la mesa), dotan al asunto de un aura sagrada necesaria para que la sociedad y el sistema democrático sigan adelante.

La racionalidad que alimenta el sistema, unido al hecho ya señalado de que no hay ninguna entidad tiránica exterior que exija nada, han posibilitado la ausencia del sacrificio en nuestros rituales electorales (aunque en el lenguaje de la noche electoral, en el que hablar de victoria y derrota, y sobretodo de derrotados, se cuele un cierto sacrificialismo, sobretodo cuando una derrota acaba con la vida política del algún candidato). Sin embargo, y desgraciadamente, algunos grupos están convirtiendo en costumbre el sacrificio sangriento en fechas de elecciones. Ellos son ajenos a lo democrático, por eso piden sangre, y haciéndolo en las fechas en que lo hacen, lo único que tal vez estén haciendo es subrayar, a su criminal manera, la importancia del asunto y lo sagrado de los días en que nos encontramos ( ya también contribuyendo a ello).

Ante esto, y dicho lo dicho, sólo queda, como en los días de fiesta, desearles muchas felicidades a todos ustedes.

viernes, 7 de marzo de 2008

Fado

Amor, celos,
ceniza y fuego,
dolor y pecado.
Todo esto existe.
Todo esto es triste.
Todo esto es fado.

Amália Rodrigues. Tudo isto é fado.

Hay una serie de músicas que expresan desgarro y situaciones desgraciadas. Suelen provenir de ambientes muy humildes, de esos barrios ricos en pobreza, en los que la más pura supervivencia está al orden del día. Blues, Flamenco, Rebético, Tango... Curiosamente todos tienen un origen temporal y vital común: el siglo XIX y la amargura, la sensación de estar en el pozo y no poder salir de él, en la mayor parte de ocasiones por estar en las clases bajas de la sociedad, esas a las que no se les deja (y en esa época, menos) salir a flote y no tienen más remedio que cargar con el peso de la desgracia. Y si a esto le añadimos amores trágicos y desgraciados, tenemos el cóctel completo. Del Blues ya he hablado mucho, es uno de mis géneros favoritos. Pero hay otro género similar en el fondo (no en la forma), que no frecuento tanto, pero que me encoge el alma mucho más. Se trata del fado portugués. El nombre mismo expresa la idea del peso que uno no se puede quitar de encima, de aquello que hay que arrostrar sin remedio: el hado, lo que el destino nos tiene reservado. Y así, el fado es un lamento por la desgracia que se vive, el relato de la mala vida que a uno le ha tocado vivir. La forma es muy sencilla, voz y guitarra portuguesa, no suele haber mucho más. Y no hace falta más. Personalmente, prefiero las voces femeninas para el fado (en el blues y el tango prefiero las masculinas), me parece que expresan mucho mejor esa fatalidad de la que el fado habla. Les dejo con la que dicen que es la mejor: Amália Rodrigues.



Meu limao de amargura

jueves, 6 de marzo de 2008

De crisis varias


En el establecimiento del diagnóstico de crisis intervienen numerosas variables. No sólo hay que tener en cuenta los números, sino que es importante valorar las expectativas que se tenían y que se tienen acerca del futuro. Además, creo que también hay que considerar una cierta necesidad psicológica. Porque las crisis son necesarias, hay que parar de tanto en tanto para poder continuar el camino. Y luego esta la cuestión de la percepción. A veces puede haber la sensación de crisis sin que la crisis sea tan grande, es como una paranopia de crisis. Y sucede que, tal vez, esa sensación venga dirigida con cierta intencionalidad. Porque aunque haya crisis, siempre hay quien gana. La pregunta en la mayoría de los casos es: ¿a quién beneficia la crisis? ¿es todo el movimiento económico tan "inocente" como parecen creer los que a ello se dedican? Puede que haya momentos en que a la mano invisible le interese la crisis.

Por otro lado, nos llenamos la boca de crisis y crisis, refiriéndonos a la económica, y a todo el mundo le entran los temblores. Cuando llevamos décadas (algún siglo, quizás) metidos en otra de mucho mayor calibre, y que no todo el mundo parece identificar (aunque hay cierta inquietud sobre el asunto...).

miércoles, 5 de marzo de 2008

A la defensiva


Para el hombre, la atracción de la mujer es perturbadora, supone una irrupción y una alteración, una especie de anomalía. Las mujeres, en cambio, parecen vivir estos asuntos con mayor naturalidad (ya que, en última instancia, depende de ellas). Por eso, en las sociedades patriarcales (que, no nos engañemos, son la mayoría), la mujer es la fuente de todos los males, y así lo expresan sus mitos. A nuestra cultura le pasa algo parecido, y, aunque bebe de varias fuentes, también tiene sus mitos en torno al origen de los problemas relacionado con la mujer. Podemos hablar de dos grandes bases para la cultura occidental: la grecorromana y la judeocristiana. Y en las dos nos encontramos con la misma historia: una mujer, que, debido a su naturaleza curiosa (cotilla, podríamos decir), desencadena todas las desgracias. Con sus variantes particulares, esta es la base de las historias de Eva y de Pandora, y, aunque en distintos lugares y tiempos, la moraleja es la misma: mucho cuidado con las mujeres. Es una forma de mantener las defensas alerta.

martes, 4 de marzo de 2008

En torno a mi bilingüismo


El asunto del blingüismo puede dar lugar a escenas extrañas. Vivir en una región con dos lenguas oficiales permite que, si bien no todo el mundo sabe una de ellas (en general pasa con el catalán, pero es posible encontrar gente con grandes dificultades con el castellano), sí que la grandísima mayoría comprende bastante bien las dos. Y así se puede encontrar uno con conversaciones en las que cada uno de los interlocutores se expresan en lenguas distintas y a pesar de ello se entienden (aunque no es lo más habitual, sucede con más frecuencia de lo que parece). Hay gente que toma la opción de expresarse al máximo en una lengua, y procura no pasarse a la otra (a pesar de que puedan hacerlo perfectamente). En general es la opción más saludable, porque mantener dos idiomas puede llegar a resultar estresante. Porque sucede una cosa muy curiosa, como empieces a relacionarte con alguien en una lengua, será muy difícil cambiar a la otra si la situación lo requiere. Ahí van algunos ejemplos:

Al ser mis padres un matrimonio mixto (mallorquina-castellano), tuve la suerte de que desde la cuna aprendí los dos idiomas, y siempre me he expresado indistintamente en uno u otro. Mucha gente (de regiones monolingües, por supuesto) cuestiona esto, porque para ellos es complicarle la vida al niño y "hacerle un lío". Nada más lejos de la realidad, porque los niños lo viven con total naturalidad, y no tienen ninguna dificultad. La época en la que empecé a ir al colegio aún no se había sometido a estatutos varios y normalizaciones lingüísticas, así que todo era en castellano (salvo una exigua asignatura de catalán). Y claro, en ese ambiente, los niños nos hablábamos en castellano, aunque supiéramos perfectamente el mallorquín. Te acabas acostumbrando a eso y resulta imposible cambiar de idioma. Si, por alguna cosa tenías que hacer algún diálogo en mallorquín, resultaba de lo más extraño. A pesar de ello, poco a poco me adapté a hablar el mallorquín con algunos de ellos (la presión ambiental influía, ya que hacer reuniones con los familiares, donde todo el mundo se hablaba en mallorquín y los dos niños hablándose en otro idioma era como raro, y te presionaban para que hablaras la otra cosa). Porque en general, si sabes que la otra persona es mallorquina, por defecto le hablas en mallorquín. Es lo más habitual, y se llega a desarrollar una especie de sentido capaz de identificar en qué idioma le has de entrar a alguien. Pero ya digo, cuando empiezas a hablar con alguien en uno de los dos idiomas, es muy difícil cambiar.

Lo mismo sucede a la inversa. Hay gente con la que no me sale hablar en otra cosa que no sea mallorquín. La familia, algunos amigos... Y la cuestión es que algunas veces hay que cambiar, porque se está en un grupo en el que hay gente que no lo entiende tan bien (en el trabajo hay mucho peninsular que lleva poco tiempo, y aún no entienden bien) y hay que hacer el esfuerzo de hablarse en castellano para que se puedan integrar (cuando coincidimos un turno de mallorquinoparlantes lo tienen difícil los pobres). Con lo que sí que no transijo mucho es con la familia. Porque a mi madre no sé hablarle en castellano, aunque tenga familiares de fuera delante, si me he de dirigir a ella, lo hago en mallorquín. Porque resulta perturbador usar otra lengua, es como si le hablara a otra persona.

Todo esto, visto desde fuera, es extraño, y parece un foco de conflictividad y de lío permanente. Pero lo cierto es que se vive con toda naturalidad y sin ninguna clase de problemas (siempre puedes topar con un energúmeno, pero son las menos de las veces).

lunes, 3 de marzo de 2008

Encuentros noctámbulos


Sábado noche. 2 de la madrugada aproximadamente. Semáforo de la Avenida Portugal en la confluencia con el Paseo Mallorca, a la altura de los Institutos (información inútil para quien no conozca Palma, pero a veces los detalles son lo más importante del relato, amigos). A esa altura, las Avenidas tienen cinco carriles por sentido, y en la dirección hacia Sa Riera dos de ellos están reservados para girar a la izquierda y encarar el Paseo Mallorca (me acabo de dar cuenta, con cierta sorpresa, de que tal vez sea la única avenida del país en la que se circula por la izquierda). Me encuentro el semáforo en rojo, y por lo tanto me toca esperar el cambio de luz. A esas horas, una avenida que a otras horas es un atasco y un continuo pulular de vehículos está completamente vacía. Soy el único coche que se ve. Pero no soy la única persona. A mi izquierda, parado justo en el bordillo de la acera, hay un anciando. Imposible determinar su edad, pero calcuclo que tiene más de setenta años. Es alto y delgado, lo cual lo hace parecer aún más largo. Viste de negro. Completamente de negro. Está inmóvil bajo la luz de una farola, mirando hacia la calzada. Se le ve pálido y la mortecina luz subraya unas profundas ojeras. Me inquieta. No el hombre en sí, sino el contexto (calle vacía, él y yo solos...). Y su inmovilidad. No puedo apartar mi vista de él, la escena tiene algo de hipnótico.

¿Qué hace ese hombre ahí a esas horas? No hay ningún paso de peatones ahí donde está, y tampoco vienen ningún coche, así que no debe estar esperando para cruzar. Si hubiera una parada de autobús podría estar esperando el próximo, pero a esas horas no hay autobuses. ¿Espera a que pase un taxi? A la vuelta de la esquina hay una clínica privada, y en la manzana contigua está el Hospital General. Tal vez sea el familiar de alguien ingresado y ha salido a tomar un poco el aire. ¿Pero porqué está tan quieto? Mi cabeza está embotada, y me encuentro medio mareado. En este estado es difícil pensar mucho, y me veo atrapado en lo extraño del momento. Mi lógica está un poco anulada. Y mi inquietud va en aumento.

Cuando el semáforo se pone en verde y por fin puedo arrancar, viene lo más sorprendente. Al parecer el hombre me estaba mirando a mi, porque sigue con la cabeza mi movimiento. Y yo también lo he estado mirando. No me ha dado ninguna buena pinta, y me alegro de poder haberlo perdido de vista. Mi inquietud se esfuma al tener que empezar a buscar aparcamiento para poder seguir la "juerga", pero la imagen del señor bajo la farola aún no me la he podido quitar de la mente.

domingo, 2 de marzo de 2008

Paranoia del sábado noche

Dice cierta canción que la noche debilita los corazones. Debe ser así, porque algunas noches parecen aliarse en contra de uno, a pesar de la feroz lucha que se mantiene. Ideas y sentimientos que de día, metidos en la vorágine cotidiana conseguimos domeñar, salen a la superficie cuando la actividad habitual cesa. Se intenta uno distraer, pasarlo bien, reunirse de la gente a la que se quiere y con la que se está a gusto, pero aún así algunas veces nos traicionamos y la riada vence la presa. Y se entra en una especie de montaña rusa en la que se pasa de la euforia a la depresión en cuestión de segundos, impelido por el alcohol y la música. Intuyo que por eso se consume tanto alcohol y tanta droga cuando el peso del ocio nos sobrepasa (y eso suele ocurrir los fines de semana). Y también por eso esa compulsión hacia la diversión y la distracción (noto una hiperactividad malsana en las actividades de fin de semana).

Las noches son un territorio peligroso, mortal en según que momentos. En ellos uno es capaz de lo mejor y de lo peor. Y anoche hubo un poco de todo. Un arranque para olvidar, y una mejora progresiva, malestares físicos y anímicos. Momentos memorables, frases célebres y otras para dejar atrás sin miramientos.

Y aunque no atiendo a peticiones en el blog (tampoco es que me las hagan), hoy si voy a satisfacer una. Porque me apetece, porque es uno de los momentos de anoche y porque hoy me he levantado con esta melodía en la mente. Y además, con dedicatoria: para usted, von H, y para el resto de los Alfas, con ustedes se hace mucho más fácil la superación. Gracias. Ahí va el Take me home country roads de John Denver: