martes, 27 de noviembre de 2018

Vidas simétricas

Coincido con mi vecino en el baño. Él en el suyo y yo en el mío, pero los dos a la vez. Cada vez que entro, lo oigo moverse ahí al lado. Ahí nos separa un simple tabique y es más fácil percibir que hay actividad al otro lado que en cualquier otra parte de la casa. Los pisos son prácticamente simétricos, así que me gusta imaginar que llevamos vidas simétricas. Que hacemos movimientos parecidos por la casa, que no sólo coincididmos en el baño, sino que cuando cocino, él también lo está haciendo. Lo mismo cuando estoy viendo la tele o escribiendo en el blog. Es inquietante, y la incomodidad aumenta si doy un paso más y pienso que mi vecino es un yo simétrico mío, que su vida más allá de su casa es igual a la mía, que en realidad somos uno desdoblado. 

sábado, 24 de noviembre de 2018

Leyendas negras

En la vida, por diversos motivos, surgen rivales que en buena lógica intentan propagar imágenes más o menos falsas de nosotros. Interesa provocar rechazo entre quienes quieran aproximarse y así debilitar nuestras posiciones. Es el juego natural. Por eso hay que evitar asumir esas caricaturas y leyendas negras. Interiorizarlas y actuar conforme a ellas, confirmándolas y reafirmándolas, es un error estratégico que nos pone a los pies de los caballos y en la senda de la derrota. Quedamos a merced de los rivales, y muchas veces no nos damos cuenta de hasta qué punto lo hacemos. 

jueves, 22 de noviembre de 2018

Comodines

Hay palabras y conceptos que tienden a usarse a modo de comodines, banalizando y atenuando sus significados y referentes originarios. Vienen muy bien porque, unas veces por moda, y otras por ignorancia (a menudo ambas combinadas, ya que suelen ir de la mano), sirven para asestar golpes dialécticos. Funcionan como armas de destrucción masiva: es utilizarlos y o bien se saca de quicio al rival o bien se pone al auditorio a favor (muy de nuestro tiempo, como si las razones dependieran de un plebiscito y del número de gentes a favor). En realidad son síntomas del blindaje de quien las arroja, de su nula voluntad de entendimiento. Y cuando se juntas varias, se produce un combo dialéctio especial que blinda definitivamente el asunto. Son una señal de que es el momento de emprender la huida. 

Ejemplos: Dios (por aquello de que sus caminos son insondables, viene bien para explicar cualquier cosa, y su rival Satán también, claro), fascismo (¿a quién no le han acusado de fascista?), el pueblo (que unido jamás será vencido, y claro, es muy tentador reunirlo en torno a las propias ideas), el inconsciente (fuerza insondable y oculta que opera entre unas bambalinas que todo el mundo conoce menos la persona interesada, claro), el sionismo, o el patriarcado (como Dios, de quien a veces parece un trasunto, sus caminos son insondables y está en todas partes, es cuestión de ser virtuosos para percibir sus sutiles señales). 

martes, 20 de noviembre de 2018

Desconectando

Será cosa de la edad, pero ya no entiendo muchas cosas de las que pasan. Algunas ni las quiero entender, me dan absolutamente lo mismo. No conecto con las modas y los gustos más recientes. Incluso la gente joven ya me parece muy ajena y no suscitan ningún interés (ni simpatía ni antipatía). Y no me importa. Supongo que es así como poco a poco nos vamos yendo del mundo, que ya ha empezado el proceso de retirada y que llegará un punto en que todo dará igual, incluso el mismo hecho de vivir vivir. Entonces será cuando esté preparado para morir. 

lunes, 19 de noviembre de 2018

El árbol de la vida

En ocasiones me gusta pensar que hemos muerto varias veces. Que aquella vez que me caí con la bicileta, aquel vahído que me dió hace quince años, aquellas anginas que me llevaron hasta los 41 grados de fiebre... fueron muertes mías. Serían estos instantes bifurcaciones vitales, puntos en los que la biografía toma dos senderos: en uno de ellos morí, en el otro no y hasta aquí he llegado. 

Cuando así me da por fantasear, veo la vida como un árbol, con desvíos y ramificaciones: todos menos uno conducen a sendos callejones sin salida. Uno de ellos, sin embargo, se eleva sin descanso (o debería ascender, ya que si algo hemos de buscar en la vida, es la elevación). Por lógica llegará un momento en que sí viviré la muerte y llegaré a uno de los puntos finales. Pero quizás haya más bifurcaciones en las que se sigue viviendo hasta edades o estadios vitales insospechados.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Vindicación del entierro

Noviembre, mes de difuntos. Hablemos de sus asuntos. Como vivo, debo confesar que ese mundo me es ajeno. No sé nada de lo que pueda ser estar muerto, si es que es algo. Por eso es mejor que nos refiramos a lo que queda de nosotros en este mundo cuando nos marchamos al otro: nuestro cadáver. De un tiempo a esta parte se está popularizando la incineración, algo muy sintomático de nuestra época aséptica y acomodaticia. El fuego purificador nos reduce a cenizas y te puedes llevar al finado a casa, ahorrándote visitas al cementerio. Si le añadimos criterios económicos al procedimiento (parece que cremar es más barato que enterrar), completamos el círculo moderno. 

Aquí queremos reivindicar el entierro y la podredumbre: la lenta descomposición (que requiere meses y años) frente a la evaporación. El servir de pasto a los gusanos y de abono a las flores. Que los restros de uno puedan ser encontrados en el futuro y servir de algo a las futuras generaciones. La melancolía del camposanto, el poder generar bonitos fuegos fatuos. No querría para nada el embalsamamiento, o a lo mejor sólo un toque, para prolongar un poco la descomposición. 

Definitivamente, que me entierren. Un fardo y una pala. No hace falta mucho más (aunque claro, las ordenanzas y leyes varias seguro que se encargan de complicar el asunto, de tecnificarlo y burocratizarlo). El fuego, para los herejes. No vaya a ser que al final tengan razón los del Juicio Final y no podamos resucitar. Aunque claro, con estas cosas igual Dios no tiene muchas razones para colocarme en la lista de resucitables y al final acabo cremándome en el infierno después de haber sido enterrado (en ese caso sería un dos por uno). 

viernes, 9 de noviembre de 2018

La llamada

Hay en todas las cosas un reclamo, una llamada que espera ser respondida. Las cosas en sí son esa llamada. Sólo es cuestión de sintonizar y permanecer a la escucha, saber captar esa emanación, ser sensibles a ella. Para ello, quizás haya que desprenderse de uno, despojarse y permitirnos ser emanación, liberarnos de los muros que nos lo impiden. Claro que entonces ya no es una simple escucha, sino una comunión. 

domingo, 4 de noviembre de 2018

Maria Arnal i Marcel Bagés. Ball del vetlatori

Para ilustrar el reciente día de difuntos traigo esta canción de velatorio. Se trata de una tonada que recuerda los antiguos velatorios de niños. Resulta que antaño, a los niños menores de 7 años que morían se los velaba durante varias noches, cantando y bailando. Incluso se llegaba a bailar con el cadáver. Se creía que así el alma del niño se convertía en un ángel protector para la familia. 

Hace unas semanas acudí a verlos en directo. Interpretaron esta canción y explicaron su origen y significado. Se hizo un silencio denso y sepulcral. Tanto, que terminaron y pasaron unos instantes hasta que alguien se atrevió a iniciar los aplausos. 

sábado, 3 de noviembre de 2018

Niños adultos vs adultos niños

Me resultan siniestros esos programas de televisión en los que vemos niños haciendo cosas más propias de adultos: cantar, bailar, cocinar (no es que los niños no lo hagan ni lo puedan hacer, sino que lo hagan con esa "madurez" y "profesionalidad"). A parte de que sean más o menos repelentes, siento al verlos que se les está explotando (las cadenas y sus progenitores). Y no sé, es perturbador ver a los niños como adultos pequeños y no como niños, haciéndoles adoptar actitudes adultas. 

Esto contrasta con los comportamientos infantiloides de los que los mayores hacemos cada vez más gala. Se está produciendo un aplanamiento. No es que esos niños sean más maduros, es que a lo mejor somos nosotros que somos más infantiles. 

viernes, 2 de noviembre de 2018

Los últimos

Se celebra a los pioneros: el primero en pisar la luna, el descubridor o el inventor de algo... pero nadie se acuerda de los últimos, a los que podríamos llamar "los postreros". El último en morir por la erradicada viruela, el último muerto en una guerra, el último antes de la llegada de algún cambio o avance... Hay en ellos una fatalidad mayor, una muerte en la orilla. 

A la inversa, hay también una suerte aumentada cuando se es el último en beneficiarse de alguna ventaja que desaparece (el último premiado, el último en disfrutar de algún privilegio...). 

No siempre el final en una sucesión temporal tiene porqué ser lo peor. Ni el inicio ser algo positivo. No siempre el último es el más tonto. Ni el primero el más listo.