martes, 31 de octubre de 2006

De nuevas tecnologías


Resulta un poco agobiante esto de internet y las nuevas tecnologías. Poco a poco van entrando y te vas enganchando a ellas. Y luego, cuando faltan, tienes mono. He estado unos cuantos días sin poder acceder de forma normal a internet y ahora tengo que ponerme al día en foros, blogs, correo electrónico... La verdad es que agobia. Y todo por mi manía de actualizar las cosas, que hace que al querer poner las nuevas versiones del sistema operativo que uso (kubuntu) todo se me vaya al carajo. Luego lo agradezco, porque las mejoras son muy interesantes, y pienso que ha valido la pena la actualización y las horas peleándome con el portátil para hacer que la puñetera red inhalámbrica funcione como toca. Y al final termino preguntándome si merece la pena tanto nervio y tanto subirme por las paredes por una cosa tan tonta, porque al fin y al cabo, para lo que uso el cacharro no necesito tener las última filigranas. Nos han creado una ansiedad (no sé si tiene que ver con el consumismo o no) por tener lo más nuevo, el móvil que hace las mejores fotos y que nos permite retocarlas, el ordenador con la conexión más rápida, el dvd de mejor calidad. Y yo sigo cuestionándome si el progreso consistía en eso.

martes, 24 de octubre de 2006

El signo de los tiempos


Cada época necesita crearse una épica. Y tal vez se pueda medir la vida de cada tiempo por su épica, por sus luchas y hechos destacados. Y ahí no hay progreso posible, simplemente crearnos nuestras batallas y llevarlas a cabo. Nos movemos por nuestras luchas, y queramos o no nos desenvolvemos en ellas. En última instancia, todo nuestro tiempo gira alrededor de ellas. Y no hace falta decir que hay momentos más épicos que otros, que saben desarrollar mejor este aspecto de la existencia humana. A lo mejor, al final se puede medir la salud de cada civilización por el grado de lucha que es capa de desarrollar en su seno. Y no sé si en eso salimos ganando hoy en día.

lunes, 23 de octubre de 2006

Desesperación


23 de Octubre, 21:16h

23ºC
Humedad del 73%
Sensación térmica de 25ºC

¡Que venga el frío de una puñetera vez! (se empieza a notar en el humor de la gente, y lo peor es que anuncian aumento de las temperaturas, espero que se equivoquen).

miércoles, 18 de octubre de 2006

La encontré

Algunas entradas atrás, comenté que andaba buscando una canción. Por fin la encontré. Estaba de fondo en una publicidad de cierto canal de televisión, y San Google hizo el resto. Para celebrarlo, ahí la dejo. Se trata de Seven Nation Army de los White Stripes.

martes, 17 de octubre de 2006

La Jetée, de Chris Marker (1962)


He encontrado la película entera (en tres partes y subtitulada, pero mejor eso que nada), y me ha parecido buena idea ponerla aquí. Se trata de un mediometraje francés de media hora, en blanco y negro y que está planteado como una sucesión de fotografías (¿no era eso el cine?) con un narrador que nos cuenta la historia. El argumento nos presenta a una humanidad superviviente y mermada tras un holocausto nuclear, que se dedica a experiemtar con drogas y estímulos eléctricos la posbilidad de viajar en el tiempo para cambiar el curso de la historia. Esto es lo primero que llama la atención, puesto que aquí el tiempo es una realidad interna, un subproducto de la actividad cerebral, y no una entidad real existente-ahí-fuera por la que nos podamos mover, como se supone que hacemos por el espacio (y, con mucho cuidado, porque también podríamos llegar a eliminar el espacio existente-ahí-fuera). Se trataría de algo así como una protomatrix, en la que la realidad depende del trabajo que le hagamos hacer al cerebro. A partir de esta idea, la película resulta muy sugerente, ya que a partir de su visionado se pueden plantear numerosos interrogantes sobre la naturaleza del tiempo y de la realidad, así como sobre la posibilidad de crearnos una realidad "alternativa" que nos satisfaga más que la supuesta realidad real.
En fin, me callo e invito a que lo veáis y lo comentéis.



sábado, 14 de octubre de 2006

viernes, 13 de octubre de 2006

Sean Lennon. Parachutes



Hacía tiempo que una canción y un disco no me enganchaban a la primera escucha. El señor Lennon lo ha conseguido. Y eso que ha tenido que superar las típicas reticencias y prejuicios por su apellidos. Pero a pesar de tener un sonido y una voz muy similares a los de su padre, supera ampliamente la prueba. Al fin y al cabo, nadie tiene más derecho que un Lennon a sonar como Lennon, ¿no?. En fin, que me ha gustado mucho, ha sido todo un descubrimiento.

jueves, 12 de octubre de 2006

Comunicando


Otro gran error: estamos mejor comunicados que nunca. Sólo hace falta echar un vistazo al mundo para ver que es al contrario. La comunicación brilla por su ausencia. Que podamos hablar con gente del otro lado del mundo no quiere decir que le transmitamos algo. Lo importante en la comunicación no es la emisión (de hecho, estamos emitiendo de forma continua, incluso sin darnos cuenta, por lo que es algo irrelevante en el acto comunicativo), sino la recepción. Y veo a poca gente dispuesta y entrenada en el arte de recibir.

martes, 10 de octubre de 2006

Hacia arriba


Estamos acostumbrados a ver las cosas desde una altura de 1,5-2 metros. Es un hecho biológico. Y solemos mirar de ahí para abajo. Hoy, en el autobús, me ha dado por mirar hacia arriba. Y resulta llamativo todo lo que se puede ver por allí. Me he sorprendido por la proliferación de banderas en los balcones (lo cual es una mala señal), pero también he disfrutado de ver las plantas en los balcones, los tendederos llenos de ropa, las ventanas de los niños con monigotes pegados, los ventanales sin cortinas de un piso vacío... Hay todo un mundo ahí arriba. Un mundo con más vida que la superficie de las calles. En ellas, al fin y al cabo, sólo estamos de paso.

PD: haré esto cuando vaya en autobús. Yendo a pie no es lo más recomendable, no sea que metamos el pie en una zanja o pisemos algo que no debamos pisar. Ahora entiendo porqué tendemos a mirar hacia abajo.

domingo, 8 de octubre de 2006

Trampas


La gran tragedia de la mujer: haber caído en su propia trampa. Con eso ha demostrado que no tiene mucho que aportar al mundo.

sábado, 7 de octubre de 2006

viernes, 6 de octubre de 2006

Atascos



Madrugón (bueno, no ha sido tanto, pero para mí sí que lo ha sido). Después de no haber dormido de la mejor manera. Desayuno. Voy a coger el autobús que me lleva al campus. No tengo ninguna necesidad de ir, pero bueno, a uno le va la marcha y se apunta a un bombardeo con tal de ver gente conocido y así tener una excusa para hacer algún rato en el bar. El bus viene en seguida, pero hay muchísima gente en la parada, así que me mentalizo para tener que ir de pie y con un par de voluminosos libros bajo el brazo. Paciencia. Nada más arrancar, al cabo de unos pocos cientos de metros, el tráfico parado. Mal vamos. Mi mano se empieza a quedar dormida por el peso de los libros y la postura en la que los llevo (se hace muy difícil llevar libros, aguantar el equilibrio y estar agarrado a la barra del autobúis). Empiezo a tener calor. Los coches no se mueven. Avanzamos a paso de tortuga. ¿Qué estará pasando?. Maldigo a todo el mundo. Por el carril de al lado avanza una chica en un descapotable rojo. Lleva mala cara. Pienso que piensa que deben darle preferencia a ella y a su coche, por las pintas que llevan. No soporto a los pijos, pero mucho menos a las pijas (es que soy un poco sexista, qué le vamos a hacer). Poco a poco vamos adelantando. Pero muy poco a poco. Demasiado poco a poco. Me apoyo en el otro pie. Cambio la mano en la barra. Mi tripa, que lleva una temporada rebelde por las mañanas, comienza a rebelarse. Calores, sudores, escalofrío. La cosa tiene muy mala pinta. Me veo saliendo disparado del transporte en busca de algún servicio. El retortijón pasa. Menos mal. Pero se me queda mal cuerpo. No sé si por la rebeldía de mis intestinos o por el agobio de verme parado en una lata de sardinas. Segimos adelante. El personal parece tomarse con resignación el asunto. No nos queda más remedio, y además, estamos en la isla de la calma, así que hemos de seguir alimentando el tópico. No pasa nada. Doy por perdida la primera de las clases a las que hoy tengo que ir como oyente. En el fondo me alegro (a pesar de ir de forma voluntaria, ir a clase no deja de ser un palo, y por momentos me arrepiento). Guardias en los cruces. Debe de haber pasado algo gordo, porque esto no es normal. La verdad, no me preocupa demasiado. Lo que me preocupa es que aún no veo la causa del atasco. A lo lejos no veo ningún camión, ni nigún accidente, así que aún nos debe de quedar mucho de embotellamiento. La paciencoia se agota.

Al salir del casco urbano la cosa mejora un poco, y encaramos la carretera, que está bastante despejada. Loado sea el señor. Ya pronto llegaremos. Me bajo alguna parada antes de mi edificio para poder caminar. ¡Qué alivio!. Al llegar veo a los compañeros esperando en la puerta de clase. El profesor también ha llegado tarde y en seguida vamos a empezar la clase (y yo con la ilusión de habérmela perdido). Me informan de que ha habido un accidente en un polígono industrial. ¡Pero esa al otro extremo de la ciudad! ¿Cómo es posible que por un accidente, por muy aparatoso que haya sido, se colapse toda una ciudad?. Nadie se lo explica. En fin. Resultado: una hora para hacer unos 7 kilómetros, más del doble de lo que se tarda normalmente. Y la sensación de estar teniendo un mal día para toda la jornada. Y para colmo por la noche tengo que ir a trabajar, y con el día que llevo me espero lo peor.

Cuando nos vendieron el progreso, no nos contaron estas cosas (o estaba en la letra pequeña del contrato, vaya usted a saber).

jueves, 5 de octubre de 2006

Teleoperadores


Odio que me vengan a vender cosas. De pequeño me dijeron eso de que el que quiera peces, que se moje el culo. Y desde entonces desconfío de todo lo que parece fácil. No puedo con los del círculo de lectores (la mayoría de libros que leo no están en su guía), ni con los testigos de Jehová (en teoría estos no quieren que compres nada, lo cual es mucho peor). Pero en los últimos tiempos he de vérmelas con las compañías telefónicas que llaman para ofrecerte servicio "increíbles" a precios "sorprendentes". Son unos acosadores. De entrada les doy coba, a ver que me cuentan. Lo hago por pura maldad, para que pierdan el tiempo con un potencial cliente que no va a dejar de ser potencial (porque la verdad, el no lo tienen de antemano). Al final, ante su insistencia tengo que ponerme borde. Si les digo que no me interesa, me preguntan que porqué. Y como no tengo ningún porqué más que el de quitármelos de encima, les contesto cualquier impertinencia. Ya sé que los pobres empleados no tienen la culpa de nada, pero son el eslabon más débil y el que da la cara, así que los golpes de mi impotencia se los llevan ellos. La vida es así.

Hoiy me han llamado de dos compañías distintas para venderme sus internets. La segunda llamada ha durado como 20 minutos (cómo se nota que comen de esto, esta pobre gente). Al final he terminado preguntando qué tenía que hacer para que no me volvieran a llamar (ante la amenaza verbal de que el sujeto me iba a llamar dentro de 48 horas para ver si me lo había pensado, sin saber, el pobre, que yo pienso muy lento). Y lo peor ha sido la respuesta: que hasta que no conseguían que se les diga que sí a sus ofertas, pues no nos borran de las listas. ¡Toma ya!. Y luego nos vienen con el cuento del libre mercado y demás. El cliente decide. Sí, claro. No sé hasta que punto eso es legal, pero eso es lo de menos (supongo que es lo mismo que debe decir la compañía de turno, ya que mientras tanto habrá conseguido algunos clientes más fáciles de convencer que yo).

Nada, que sigan llamando, que yo seguiré contestando con la amabilidad que sólo les reservo a ellos. Y si alguno lee esto y me dice que ha leído mi blog, a lo mejor me pienso su oferta. Si no, mi respuesta va a ser NO.

PD: la contraseña será Gelassenheit.

lunes, 2 de octubre de 2006

Bucles


Hay lugares que parecen estar atrapados en un bucle temporal. En los que siempre que se pasa, ocurre algo que, aunque con diferencias, siempre es igual. Hay en mi ciudad unos cuantos de esos sitios, y siempre que voy por allí me ocurre lo mismo. Suele pasar cuando estoy en movimiento, paseando o en el coche. Me refiero a esos estrechamientos de calle en los que siempre te toca delante la señora con andador, o la pareja de viejecitos que ocupan todo el ancho de la acera y no dejan ningún hueco para pasar, o el turista que ha observado algún extraño detalle en una fchada y se para en seco, embobado a fotografiarlo. Eso cuando voy a pie. Si voy en coche no es muy distinto. Siempre tengo que ponerme en el carril que va más saturado y atascado. Y no importa que en el de al lado no haya nadie, porque si me cambio, entonces empieza a ir cargado. O el punto de las avenidas, más o menos a la altura de la calle General Riera (ya sé que no os importan los nombres de calles y demás, pero es para dejar constancia de la existencia de uno de esos sitios), donde pase lo que pase y a la hora que pase, siempre el tráfico se enlentece (a pesar de ser uno de los tramos más anchos de las avenidas).

Cada vez que llego a uno de estos puntos siento temor. Porque es inevitable que ocurra algo. Y siempre es algo que me etorpece (ahora mismo no me viene ningún lugar a la memoria que tenga una recurrencia positiva, salvo, tal vez, esa esquina donde siempre me encuentro a alguien conocido). Y siempre, siempre, siento un ligero estupor, y supongo que mi cara lo refleja. Me pregunto si realmente hay algo así como grumos temporales. ¿No os pasa lo mismo a vosotros?.

domingo, 1 de octubre de 2006

Impulsos

¿Qué excusa tendrían para matarlos?

No creo que en los fenómenos humanos haya causas (tampoco lo tengo muy claro en el mundo físico, sea lo que sea éste). Todo lo más, podríamos llamarlo excusas. Excusas que aprovechamos para dar rienda suelta a impulsos que en cualquier caso están ahí desde hace mucho tiempo. Tal vez desde siempre.