sábado, 29 de septiembre de 2012

Olla a presión

Cosas que hace unos años no implicarían más que una anécdota, se han convertido hoy en situaciones potencialmente explosivas. La gente anda crispada. A nivel local y global, la tensión se acumula. No sabría decir con exactitud si la crisis es la causa principal, o si ésta no es más que un estadio más que retroalimenta una situación que viene de más atrás.
Así las cosas, se producen chispazos, conatos de explosión que en parte asustan y en parte ocupan nuestra atención y nos dan que hablar. Pero eso no son más que fuegos de artificio. Con pólvora, sí, pero decorativos. Hay hechos menos vistosos, que pasan desapercibidos, que no salen en los periódicos, pero que muestran mucho mejor cómo están las cosas. Como ir a firmar un contrato y que se te salten las lágrimas. Y no de alegría, precisamente. 
El fuego está encendido, la intensidad ha aumentado. La presión va aumentando dentro de la olla. ¿Bastarán las válvulas de seguridad para aliviarla?. ¿O saltará por los aires?

jueves, 20 de septiembre de 2012

Mahoma y el efecto Streisand

Se produce el efecto Streisand cuando se intenta censurar algo y, lejos de evitar su difusión, ésta se multiplica, lográndose así el resultado contrario al deseado (no sólo no se censura, sino que acaba enterándose todo el mundo). El nombre de este efecto viene dado por algo que sucedió en 2003. La actriz Barbra Streisand intentó que se eliminara una fotografía aérea de su mansión en California, y lo que consiguió es que todo el mundo se enterara de su intento censor y, obviamente, vieran la foto. 

Aunque se ha dado en numerosas ocasiones, esto es algo muy común desde la aparición de Internet, que es un auténtico mar revuelto de opiniones en el que es fácil naufragar. Se valora mucho la ubicuidad de la red, que la hace difícilmente controlable. Basta que alguien intente establecer alguna clase de control, para que haya colectivos que salten y se movilicen, y las inercias de la red (muy dada a lo viral, al meme y al linchamiento, porqué no decirlo) le dan mayor o menos protagonismo al asunto. 

La cuestión es que el efecto Streisand se da más allá de la red (o se ha contagiado de la red a otros ámbitos en principio distintos, aunque cada vez menos impermeables a ella), y en los últimos días estamos viviendo varios casos simultáneos, con diferente trascendencia. Por un lado, están las fotos del topless de la esposa del príncipe joven de Inglaterr, que a fuerza de esforzarse en que no se publiquen, las estamos viendo todos. Por el otro, el asunto de las caricaturas de Mahoma, mucho más peliagudo, pero que funciona igual: con su ira, los fundamentalistas están logrando una mayor difusión de esas caricaturas supuestamente tan ofensivas (y a la larga, más ira, aunque uno ya no tiene claro si no es en realidad lo que buscan, con lo cual ya no se trataría de un efecto Streisand en sentido estricto).  

En este mundo cada vez más complejo e interrelacionado, en el que nuestros actos tienen consecuencias diferidas (en el espacio y en el tiempo), a lo mejor conviene tener más mano izquierda y capacidad para "torear" los acontecimientos. No tanto para no provocar, sino para no caer en las provocaciones (voluntarias o no) y acabar patinando en el intento. O sea, conseguir lo que queremos, pero sin que nadie, incluso aquellos que nos lo impiden, se entere.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Dispersión

No sé a ustedes, pero a mi esto de internet (¿o será cosa de la edad?) me produce una severa y progresiva dificultad para mantener la atención. La malsana fugacidad de la época hace que todo vaya servido en pildoritas, y te acaba costando mucho, cada vez más, seguir algo largo. Lees unos párrafos y te cansas. Ves algo que dure más de diez minutos, y te cuesta seguirlo. Al mismo tiempo, me atenaza una especie de compulsión por la dispersión. Centrarme en algo, en una única cosa, me resulta pesadísimo y monótono, y tiendo a estar en mil y una cosas a la vez. Lo peor es que necesito, y quiero, centrarme. Pero me exige mucho esfuerzo.
Puede que tenga algo de psicológico, de crear mucha interferencia exterior que acalle el runrún interior, los chasquidos de un motor cada vez más atrofiado y ruidoso.  Tendrá algo de epocal (seguro que sí, todo viene en cápsulas fáciles que lo hacen fácil de digerir). Pero se vive con angustia, lo cual es acicate para seguir en esa línea. Y así, con esa lucha, van pasando los días. Será cuestión, como en casi todo, de alcanzar un equilibrio, aunque a veces parece una batalla perdida

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El muro asfixiante

Te blindas. No sabes muy bien porqué, pero lo haces. Vas construyendo un muro a tu alrededor. No siempre es una defensa, sino una forma de formar un alrededor (al fin y al cabo, todos somos un muro que delimitaría dos vacíos, exterior e interior, que en el fondo son uno mismo). En algunos puntos hay ventanas que permiten atisbos. En otros el espesor es enorme. Con el tiempo, te vas volviendo casero, cerrando y tapiando ventanas. Impermeabilizando. Más a gusto dentro del dentro que del afuera. Levantas contrafuertes, todo se vuelve pesado. Del gótico al románico. De la luz a la oscuridad. El aire se va viciando. Todo adquiere un tinte tóxico. Y se te puede caer todo encima.

martes, 11 de septiembre de 2012

Más a lo grande

Por lo visto, la lección que sacan algunos no es "se ha hecho mal, habrá que tomar otro rumbo", sino "no se hizo suficiente, hay que hacerlo más a lo grande".
Lo único positivo, que tocaremos fondo antes. Si es que hay algún fondo y esto no es una caída infinita.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Tejido

Origen(es), tránsito(s) y destino(s) a la vez. Cruce. Entrecruzamiento, más bien espacio de cruce. Tapiz, área de juego. Lugar en el que se está, que abarca, que se habita, pero que se despliega en el mismo habitar.

martes, 4 de septiembre de 2012

De cuerpos y límites

Nunca dejará de sorprenderme la capacidad de resistencia del cuerpo. Cuando a priori más cansado y afectado parece estar, mejor responde, y si te armas de voluntad (al final, en muchas cosas se trata simplemente de eso, de voluntad), eres capaz de hacer cosas que no creerías. Dentro de unos límites, por supuesto. La cuestión es que los límites a menudo están más alejados de lo que nos pensamos. Llegados a este punto, se abre la vía de la experimentación/exploración. Con sus peligros. Y sus recompensas. 
Cabe pensar que en lo mental también es así, en la medida en que lo mental es una expansión/función de lo corporal.