lunes, 31 de mayo de 2010

Aprendiendo la igualdad

En un hilo de comentarios de alguna noticia, me he quedado estrábico al leer a un comentarista hablando de "hombres que no aprenden la igualdad" y dando a entender que las mujeres ya saben lo que es eso de la igualdad. Como si ellas, por esa supuesta opresión secular de la que tanto hablan, se hubieran convertido en unas expertas en igualdad y todo lo que hacen en aras de la igualdad (y en buena medida es algo que han de conquistar ellas, nosotros, a lo sumo, podemos poderles facilidades) fuera correcto y sin tacha. En realidad, tanto hombres como mujeres partimos de esa supuesta situación de desigualdad, (favorable, supuestamente, para unos, perjudicial para las otras, si hemos de seguir los dogmas) así que estamos en el juego de adaptarnos a la supuesta igualdad. 

Soy consciente de que he utilizado muchas veces el "supuesto" en el párrafo anterior. No es que no crea en la pertinencia de la lucha por la igualdad de géneros (o de la igualdad que sea), es que no sé si estoy dispuesto a comulgar con según qué ruedas de molino, que me parecen más que sospechosas. Y esto de acusar a todo un género (el detalle curioso es que era un hombre el que lo decía, abundando en la tendencia a la autoflagelación suicida que nos envuelve) sin cuestionar para nada algunas actitudes del otro no me parece de lo más correcto, porque conduce a la autocomplacencia y por tanto a la estupidez. Sobre todo porque, desde hace tiempo albergo la sospecha de que podría darse el caso de que el ideal de la igualdad hunda sus raíces (y algo más) en el abominable patriarcado contra el que dicen luchar las feministas, y que yo creo que más bien perpetúan.

sábado, 29 de mayo de 2010

El caso del profesor que rompió un crucifijo

Toda la reciente polémica y debate en torno a los crucifijos en las escuelas hizo que saliera a flote un episodio que estaba hundido en las simas de mi memoria. Proviene de la primera mitad de los años 90, cuando yo cursaba el bachillerato (entonces se llamaba BUP) en un colegio de curas. Ellos eran los propietarios, pero la grandísima mayoría de profesores (salvo los de religión y latín) eran seglares. No recuerdo un excesivo ambiente religioso ni presiones de ninguna clase, salvo, claro está, tal vez una disciplina relativamente rígida (aunque razonable, ni era Esparta ni un "viva la Virgen"). 

El caso es que en el mismo curso llegaron dos profesores jóvenes, hippiosos y con nuevos métodos de enseñanza. Uno de ellos es uno de los tres grandes maestros que he tenido en la vida, con el que aprendí a no tomar las cosas tal y como me venían dadas, a rascar un poco en la superficie. Nos daba Historia, pero muy a su manera: en lugar de ir linealmente, daba saltos y explicaba aquello que nosotros le pedíamos que explicara, aumentando así el interés del alumnado, que colaboraba trayendo materiales a clase (le pedimos que nos explicara la historia del siglo XX, que ya estábamos un poco hartos del Imperio Romano y la Edad Media y de quedarnos en las puertas del XIX, que teníamos que dar siempre deprisa y corriendo). Todavía recuerdo sus clases, y sus exámenes, muy al estilo universitario, con apenas un par de preguntas y folios y folios de escritura. 

El otro profesor era más radical. Más panfletario. De esos a los que se le ve la pose de revolucionarios a la legua. Daba clases de Lengua. Pero las aderezaba con sus proclamas. En una de esas, se le ocurrió que tal vez sería interesante que los alumnos nos concienciásemos con lo que estaba ocurriendo por el mundo, y nos llevó a ver un documental sobre la guerra de Yugoslavia (en aquel momento estaba en pleno apogeo). El reportaje era pavoroso, y quiso que, al terminar, hablásemos un poco sobre el asunto. Y nosotros nos quedamos callados, en esa pose de indolencia tan propia de los adolescentes, que parecen estar siempre cabreados con el mundo entero. Él se mosqueó: 

-¿Qué pasa, que no os ha provocado nada lo que habéis visto?. 

Silencio. 

-¿No os ha removido nada? 

Alguien, el más atrevido, dijo que no. A lo que el profesor, ya visiblemente enfadado, espetó: 

-Pues a ver si esto os remueve algo. 

Ni corto ni perezoso, se fue hacia la pizarra, descolgó el crucifijo que la presidía, y lo titró al suelo con todas sus fuerzas, haciéndolo añicos. 

Algo debió provocar y remover, porque al día siguiente estaba despedido. Y fue la comidilla del colegio durante unos días, en los que todo el mundo comentaba, entre escandalizado y admirado lo que el tipo había hecho. Para unos era una heroicidad. Para otros, un sacrilegio. Yo sospecho que hacía tiempo que no estaba a gusto allí y se buscó un pretexto para que le echaran, un mero acto teatral. 

Sea como fuere, y con todo el escándalo que provocó, no pasó de ser un tema de conversación pasajero, y seguro que ya muy pocos nos acordamos de aquello. Me temo que, de ocurrir ahora, el suceso saldría en periódicos, se sobredimensionaría, provocaría editoriales y llenaría foros y debates de comentaristas indignados con rasgadas vestiduras. También sería posible que a él lo hicieran presidente de alguna fundación atea o incluso se creara un organismo o un ministerio ad-hoc para él. Pero claro, eran otros tiempos, más tranquilos, más razonables, en los que los actos tenían las consecuencias debidas y provocaban los aspavientos justos.


jueves, 27 de mayo de 2010

A propósito de Nietzsche y los españoles

Según contó Elisabeth Förster-Nietzsche años más tarde, en cierta ocasión se desarrolló una conversación en torno a España y los españoles en presencia de su hermano, que ya estaba muy postrado por la demencia (su vida, desde hacía tiempo, se limitaba a un vegetar ausente en su sillón). Friedrich salió por un momento de su letargo, alzó la cabeza, y con voz de ultratumba dijo: "Los españoles. ¡Los españoles!...Esos hombres quisieron ser demasiado". 

Cierta o no la anécdota, se contiene una definición que expone no poca de la grandeza y de la miseria del pueblo español. Conociendo el pensamiento de Nietzsche, se le puede apreciar un matiz admirativo al enunciado. Los españoles, siempre por delante y por encima de lo que son, adelantados, aspirando a más de lo que tienen. Y ya estaría bien si así fuera, eso nos convertiría en una nación emprendedora y con un cierto liderazgo. Pero existe el riesgo de confundir la aspiración con la realidad, llegando entonces a creernos por encima de lo que en realidad somos. Y esto es lo que nos ha pasado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, teniendo que aterrizar de forma más o menos brusca (a veces estrellándonos con gran estrépito). 

Decían los estoicos que el ser humano es como un perro que va atado al carro del mundo y que de él depende ir a contracorriente y sufrir los tirones de la cuerda, o adaptarse al ritmo del mundo y trotar alegremente junto a él, dejando que la soga no se tense en ningún momento y nos maltrate el cuello. Si el perro es español, y según la definición del Nietzsche demente, creerá que es él el que tira del carro, interpretando los tirones no como lo que son, como la fuerza del carro que nos arrastra, sino creyendo que es el esfuerzo que hemos de hacer para que siga adelante. Y puede que por momentos podamos mantener el autoengaño, pero también puede llegar a ahogarnos. 


miércoles, 26 de mayo de 2010

Redondeces

Dicen los entendidos que estamos programados para sentir ternura ante las formas redondeadas, tan propias de los bebés. Ya saben, lo de la supervivencia de la especie y tal. Debe ser cierto, porque el otro día por la tarde, mientras paseaba, me quedé embobado viendo a un bebé que estaba en los brazos de su padre, el cual estaba en una terraza de un bar. Tenía esa edad en la que empiezan a ponerse en pie sobre los muslos de quienes los sostienen si están sentados. Las manitas las tenía medio metidas en la boca, empapadas de baba. Su rostro era todo ojos, unos ojos negros que lo observaban todo con la avidez de quien ve por primera vez el mundo. Era un bebé precioso, de anuncio. Imposible no quedarse mirándolo. 

Pero seguí caminando, disfrutando por unos segundos, los que duró mi paso por delante de ellos, de la estampa de aquella hermosa criatura. Y mis pasos me hicieron sobrepasar al feliz papá y su cachorro, obligándome a ver lo que había más allá de ellos. A su lado, algo que me hizo olvidar el retoño de golpe. Una morenaza, también de anuncio. Veintilargos. Camiseta blanca de tirantes bien ajustada. Y un generoso y perfecto escote. Aquellos senos eran dignos de adoración, ni muy grandes ni muy pequeños, en su punto justo, proporcionados con su portadora (a modo de apunte: la belleza no reside tanto en una parte u otra, sino en la proporción, es algo que tenemos un poco olvidado). Comprendí entonces que tal vez se equivocaran los que dicen eso de las redondeces y la ternura, o al menos que no siempre es así. Porque no era ternura precisamente lo que me inspiraron aquellas perfectas y redondas glándulas mamarias.

lunes, 24 de mayo de 2010

De la diversión

Divertirse, como su etimología indica, es volverse de una parte en que se estaba a otra, por tanto, apartarse de algo hacia otro algo. Di-versio, de di-verto. Este verbo se sustantiva en dos formas: di-verto y di-voertium. El que se di-vierte se divierte de algo gracias a que se divierte con algo. Noten ustedes, sin embargo, que no conseguiríamos divertirnos con nada si no hubiese en nosotros previamente una necesidad de divertirnos de algo. Lo más importante y originiario en la diversión es, pues, no lo que nos divierte -casi, casi cualquiera cosa que nos puede divertir-, sino ese algo de que, por lo visto, necesitamos, anhelamos apartarnos, divertirnos. Por eso mi pregunta sería: ¿de qué necesita el hombre divertirse, separarse, huir? ¿Y porqué le sobreviene de súbito ese menester de separación, de huida? Al pronto, que el hombre se divierta parece lo más natural del mundo pero, a poco que se medite, se cae en la cuenta de que no es nada "natural", sino bien extraño y escalofriante eso de que el hombre necesite de cuando en cuando divertirse, ser fugitivo, escapar ¿de dónde?, evadirse ¿de qué? Y extraño también que pueda divertirse, que pueda escapar, que pueda fugarse a lo otro.

José Ortega y Gasset
Principios de Metafísica según la razón vital
(lecciones del curso 1933-34)

domingo, 23 de mayo de 2010

¿Tocando fondo?

Sólo se puede saber si se ha tocado fondo cuando se empieza a remontar el vuelo. Aún así, puede ser un falso vuelo, la carrerilla para caer aún más bajo. Y sin embargo, hay valles más bonitos si se visitan en su profundidad que vistos desde las alturas.

martes, 18 de mayo de 2010

Marzoa en la universidad, hoy

Hoy la agenda tiene marcado un evento importante: Felipe Martínez Marzoa, quien tal vez sea el filósofo más importante ahora mismo en España, dará un par de conferencias en la universidad. El tema: Kant. No se me ocurre un plan mejor para la tarde y a priori, espero disfrutarlo intensamente.

lunes, 17 de mayo de 2010

The Dead Weather. Die by the drop

El prolífico Jack White está que no para. Si hace poco más de un año nos sorprendía con dos grupos que sacaron sendos discos en apenas unos meses (The Raconteurs y The Dead Weather), ahora saca su segundo trabajo con los Dead Weather, una potente superbanda (la cantante, Allison Mosshart viene del grupo The Kills y los otros miembros vienen de otras bandas como los Raconteurs) que bebe directamente del más genuino Hard Rock setentero, pero trayéndolo a nuestro tiempo. Este nuevo trabajo se llama Sea of Cowards, y se presenta con un video de oscura estética chamánica-brujeril (en cualquier momento podría aparecer por ahí el mago negro Aleister Crowley). Para quitarse el sombrero.

domingo, 16 de mayo de 2010

Cuando la hormiga se transforma en cigarra

Visto todo lo ocurrido en los últimos años (no sólo en los de la tan traída y llevada "crisis", sino en, por lo menos, los diez anteriores), se me ocurre que lo que ha pasado es que la hormiga se ha convertido en cigarra. Y no sólo eso, sino que ha creído que todavía era hormiga. Hasta que llegó el invierno...

Siempre se ha hecho la lectura en términos "capitalistas" y de moral del trabajo de la fábula de la cigarra y la hormiga. Y puede que algún día haya sido así. La cuestión ahora es que hubo un momento (habría que estudiarlo a fondo, pero creo no equivocarme si aventuro que la caída del muro tiene algo que ver) en que las hormigas se metamorfosearon en cigarras mientras creían que aún eran hormigas. ¿Hay margen para volver a ser hormigas? ¿se podrá mantener el juego de cigarras/hormigas después de lo ocurrido? Esa debería de ser la tarea que nos ocupe en los próximos años. Aun a riesgo de que las respuestas sean negativas.

martes, 11 de mayo de 2010

Dosificando la amistad

Todos tenemos gente, que aunque nos caigan bien y les apreciemos, es conveniente que frecuentemos en pequeñas dosis, por el bien de la recíproca amistad.

lunes, 10 de mayo de 2010

Tras la fachada


La otra tarde pude fotografiar este rincón de Palma. Presumo que con el tiempo, se construirá algo ahí manteniendo la esa fachada que ahora está apuntalada (se hace mucho últimamente, se aguanta la fachada y se hace todo el edificio de nuevo, logrando así pisos modernos en lugares donde la estética es antigua), pero lleva muchos meses así. Al otro lado, frente a la parte "bonita" de esa construcción, se inicia la "milla del poder" local: en un par de cientos de metros se acumulan el Ayuntamiento, el Consell Insular de Mallorca, el parlamento autonómico y el episcopado. Y uno teme que la fotografía sea toda una metáfora y a esos lugares les ocurra lo mismo: que tras las hermosas fachadas, no haya nada, sólo ruina y puntales. 

domingo, 9 de mayo de 2010

Descartes

Cuando decidí meterme en el doctorado, no tenía ni idea del tema sobre el que debía versar mi futura Tesis doctoral. Me apunté al período de docencia (en el cual se han de cumplir una serie de créditos a base de cursos y seminarios más o menos específicos) y allí empecé a definir un poco las cosas. De entrada, tenía tres ideas generales que me apetecía explorar, y me dije que de ellas saldría el tema para mi tesis. 

El primer descarte era demasiado vago y por tanto pecaba de ambicioso, porque de tan vago, exigía una amplitud desorbitada. La idea era algo así como el Amor (y por tanto, también el Odio) como fuerza cósmica y conformadora de mundo. Aunque tengo una cierta intuición al respecto, exigía tocar demasiadas cosas, y no veía por dónde acotar un pequeño espacio que me resultara de interés para hacer una tesis doctoral comme il faut

La segunda opción era, tal vez, más adecuada, y durante un tiempo fue primera alternativa. Se trataba de un estudio en torno a la música y la filosofía. Lo que no me quedaba claro era si debía de hacer una recopilación histórica en torno al tema (la relación entre música y filosofía se puede rastrear desde sus inicios hasta nuestros días) o bien hacer un estudio filosófico de la música (para lo cual, desgraciadamente, me faltan conocimiento musicales).

Finalmente, me quedaba la tercer alternativa: salud y enfermedad en el pensamiento nietzscheano. Era el autor con el que más familiarizado estaba, me gusta bucear en sus obras, y también estoy cerca de alguna arista de los fenómenos de salud y enfermedad. ¿Porqué no completar la imagen partiendo de las ideas de alguien que vivió en primera persona la enfermedad y que pensó en gran medida bajo el prisma de la salud-enfermedad?. En ello estamos, ya en un punto de no retorno, presto a dar un paso importante en su desarrollo (en realidad, en el inicio mismo de lo que es la tesis en sí, aunque llegar aquí me haya llevado, entre unas cosas y otras, cinco años).

miércoles, 5 de mayo de 2010

Viejos caserones incrustados en la ciudad


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El a veces desaforado crecimiento de las ciudades provoca que la trama urbana acabe fagocitando caserones que en su momento fueron de campo. Pequeños chalets de afueras, con su jardín, su pozo y su huerto, construidos en su momento algo alejadas del centro urbano, seguramente con el fin de disfrutar de la tranquilidad de estar fuera y al mismo tiempo de la comodidad de estar cerca y tenerlo todo a mano. Pero el tiempo pasó, la ciudad creció, y por distintos avatares, quedaron allí, rodeados de asfalto y edificios de viviendas, empequeñecidos y oscurecidos por los gigantes que proliferaron a su alrededor. 

Producen una extraña impresión estas casas. Están como desubicadas, mortecinas, apagadas. Grises, incluso, como si en medio de una fotografía a todo color hubiera algún elemente en blanco y negro. Los jardines que las rodean, seguramente hermosos en su día, se muestran ahora con una dejadez selvática. Incluso las casas parecen abandonadas, aunque a veces hay evidencias de que dentro habita gente. Despiertan curiosidad, pero también cierta inquietud, la que provocan los elementos extraños que no cumplen con la expectativa de lo que se supone que debe de haber ahí. Al mismo tiempo, han adquirido un aura heroica al haber aguantado el envite del progreso, pero también la tristeza de que a la larga, es una batalla perdida.

Siempre han llamado mi atención estos lugares. Algunos asustan, sobre todo si están abandonados, y te obligan a acelerar el paso, como si en ellos se hubierran desarrollado hecho desagradables y repelentes. Otros en cambio resultan acogedores, y te hacen otear por encima de sus setos y verjas en busca de algún fragmento de la felicidad que a buen seguro han albergado y posiblemente aún alberguen.

lunes, 3 de mayo de 2010

Respetemos la tradición

Los apóstoles de la tradición, que se llenan la boca apelando a supuestas purezas y hablando de lo importante de la tradición, parecen desconocer que muchas de esas tradiciones que defienden como la más pura expresión de "los pueblos" y de su carácter, son en la mayor parte de ocasiones, relativamente modernos. Ciertamente hay cosas que vienen de hace muchos siglos, pero en buena parte tienen apenas dos siglos o tres, lo que las convierte, en términos históricos, en algo bastante reciente. Claro que se puede decir que son formas surgidas de la evolución de costumbres más antiguas. Pero claro, entonces resulta que la tradición no es tan inamovible como nos quieren hacer creer, y que está sometida al cambio (y lo que el cambio implica es que pueden  llegar a desaparecer), y eso no hace tanta gracia. Más pasmados se quedarían los defensores de la pureza si supieran que hay casos en los que una costumbre que hoy en día tenemos por muy nuestra puede tener un origen muy alejado de nosotros, de ese supuesto pueblo y cultura al que representa (por poner un ejemplo sorprendente, el bolero mallorquín, uno de los bailes regionales de por aquí, y por tanto defendido a ultranza por los talibanes de la tradición, no es otra cosa que un derivado de las sevillanas, eso por no hablar de las también tradicionales mallorquinas jotas y fandangos). 

Así que sí, mantener la tradición es importante, tampoco se trata de acabar con ella, pero sabiendo un poco lo que hay. Porque a veces da la sensación de que lo que se "ama" tanto no es el objeto en sí, como el sentimiento que se busca generar a través de él. Y eso, en estos asuntos, es jugar con fuego.

sábado, 1 de mayo de 2010

Tonight: Franz Ferdinand

Soy consciente de que tengo un poco desatendido el blog, que ya no es lo que era. La excusa que me pongo es la agitada actividad en la que me he instalado. Por si el curro, la filosofía y las clases de alemán fueran poco, se me han acumulado cenas y comidas y saraos varios, amén de una desconocida efervescencia "cultural" palmesana, merced a la cual en abril y marzo se han acumulado varios conciertos y espectáculos de mi interés. Y mientras no tenga el don de la ubicuidad, hay que escoger y combinar con los compromisos varios. Y la opción de hoy ha ganado: Franz Ferdinand. Según dicen por ahí, uno de los mejores directos que se pueden ver hoy en día. Y como cosas así no se ven todos los días por Palma, pues no convenía desaprovechar la oportunidad. Allí estaré para dar buena cuenta.