martes, 30 de septiembre de 2008

Jean Paul en Kiliedro


Muchas vidas experimentan un corte brusco en algún momento. Determinadas vivencias, situaciones o circunstancias nos ponen en encrucijadas en las que hemos de tomar decisiones. Y a menudo la elección da un giro radical a nuestra existencia, marcando un antes y un después muy claros. Incluso sin que haya una decisión consciente, sino más bien un hecho que nos pone en una nueva situación, ante una perpectiva distinta es suficiente para que se dé el cambio. Estamos familiarizados con historias de este tipo, el santoral está lleno de vidas monótonas o desviadas que, un buen día, pasan a ser otra cosa muy distinta por obra y gracia de la mano divina. Pero tampoco hace falta acudir a casos tan extremos, puesto que es posible que todos podamos citar a conocidos que, en una escala menor, puedan contar historias parecidas. Como es lógico, en sentido estricto, ningún cambio es tan brusco como para poder señalar el momento exacto en el que se produce, ya que en realidad se trata más bien de un punto de inflexión que de un viraje radical. De este modo, existe una tendencia, un ambiente, una progresión que poco a poco va llevando a estos personajes hacia el cambio, acelerado o precipitado por determinados acontecimientos que actúan de catalizadores. Lo que suele ocurrir es que se pone como causa total a dichos aconteceres, quedando, en apariencia, como los únicos responsables de la inflexión, cuando no son más que un punto en el que hay un cambio de tendencia.[texto completo]

lunes, 29 de septiembre de 2008

El maestro loco


La locura, lejos de ser un dislate, una desviación del recto camino de la razón, algo a mantener en los márgenes, puede resultar muy esclarecedora para eso que llamamos salud mental.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Diario de las Pitiusas V. Regreso.


Ya desde casa, la jornada se resume fácilmente: en el hotel nos hacen devolver la habitación a las 12, así que nos levantamos a las 11 para una ducha rapida y organizar los equipajes. A partir de aquí, a pasar el rato. La resaca de tantos días de ajetreo y lo poco que hemos dormido esta noche pasada (la noche ibicenca es lo que tiene...) nos ha dejado semicomatosos. Y además está la perspectiva del regreso, que nos ha hecho estar de cuesta abajo y con la cabeza puesta más en nuestras camas que en otra cosa. Desayuno-comida con sobremesa larga de prolongados silencios (con tantas horas juntos, se ha agotado el repertorio de confidencias, chistes y burradas) y bostezos. Tras pasar el rato por el paseo marítimo de Sant Antoni y contemplar el paisaje, nos hemos despedido de nuestra amiga-guía (moltes gràcis per tot!!!) y hemos encarado la ciudad de Ibiza, para tomarnos la última caña cerca del puerto y consumir las últimas horas. Como para meter el coche en el barco hay que estar una hora y media antes, la cosa se ha hecho corta.

Al final, al barco y, mecidos por las olas, una cabezada que nos ha impedido saber si se ha movido o no. Y por fin llegada a casa. Hasta la próxima, porque me temo que tendré que volver a esas preciosas islas (con lo cerca que están, tampoco es un gran esfuerzo).

sábado, 27 de septiembre de 2008

Diario de las Pitiusas IV. Es Vedrà.


Hoy ha sido el día de Es Vedrà. Ya tenía yo ganas de contemplar este famoso islote, repleto de leyendas misteriosas. No me ha decepcionado. Esta enorme masa de roca se yergue frente a Cala d'Hort, una preciosa cala típicamente mediterránea. Son 385 metros de roca que surgen del mar, motivo que lo hace tan atractivo. Ver atardecer ahí es todo un espectáculo de la naturaleza, y no es de extrañar que tantas gentes (pintores, místicos, poetas, escritores, músicos...) hayan experimentado en sus inmediaciones enigmáticas inspiraciones. Sentado en la arena de la cala, me hubiera gustado permanecer ahí durante horas, examinando todas las sobras y arbustos del islote.

La mañana resacosa ha sido para pasear por el mercadillo hippy de las Dalias, ahora un poco más flojo de visitas, pero que en verano congrega grandes multitudes. Y esto me sirve para abrir el capítulo de personajes raros que se pueden ver por esta isla, que, a fuerza de fiestas y "glamour", acumula una buena nómina de pirados y pasados de rosca que le dan un aire extraño al lugar. A ello contribuye el carácter abierto y discretamente tolerante de los lugareños, que desde hace cuarenta años están acostumbrados a ver de todo y ya no se sorprenden por nada (aunque sus conflictos han vivido, me consta...).

Ha habido alguna parada en calas y pueblecitos, pero el cansancio y las prisas apremian, porque en un rato hemos de ir a quemar el sábado noche, así que voy a ir cortando la transmisión.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Diario de las Pitiusas III. Amigos.


La noche fue intensa y larga (en lo temporal, aunque se hizo corta en lo vital), y el despertar ha sido más duro de lo normal. Pero había que seguir, que hoy nos esperaba la ciudad de Ibiza. Con la resaca a cuestas, hemos encarado las callejas y cuestas de Dalt Vila, la ciudad antigua. El esfuerzo vale la pena, puesto que al final nos esperaba la modesta catedral y unas vistas hermosas del puerto, la ciudad y los islotes cercanos. A partir de ahí, comer y perderse por la ciudad al más puro estilo "guiri", comprando algún souvenir y fotografiándolo todo. En definitiva, día relajado y de transición hacia el fin de semana, donde puede estar lo más intenso del viaje. De vuelta a Sant Antoni, una paradita para fotografiar el paisaje y para merendar en Sant Rafael (pequeña población de interior típicamente ibicenca, con su iglesia y sus casas blancas).

Sin embargo, el día ha sido para conversar y relajarse. Reencontrarse con viejos amigos tiene estas cosas, que pretendes hablar y decir todo lo no dicho durante el tiempo de la distancia. Anécdotas, confidencias, chistes..., todo fluye. Sin duda, lo mejor del día han sido ese par de horas sentados en una terraza con unas cervezas y una tan grata compañía.

Y ahora, me vuelvo para quemar la noche otra vez. Hay cansancio, (releyendo lo escrito se nota) pero también ganas de seguir con la fiesta. Ya descansaremos al volver.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Diario de las Pitiusas II. Formentera.


Otro madrugón y otro barco. Y esta vez ha sido algo más movidita la cosa, con un par de sacudidas bien graciosas (menos mal que mi estómago está sereno). La sensación de llegar a la isla es la de pequeñez. Si Ibiza ya daba esa sensación, con Formentera es aún mayor, puesto que la mayor distancia que se puede recorrer es de unos veintipico kilómetros. Y ahora que el verano y la masificación aflojan, se respira una paz encantadora. Sus playas de aguas cristalinas son de lo mejor (y eso que a mi la playa no me gusta, pero si es así y con poca gente, pues mejor), y otra vez hemos tenido que darnos un chapuzón por la mañana. Después hemos buscado algún sitio donde comer (algo de mar, que no en vano estamos tan rodeados por él) y luego a recorrer la isla de arriba a abajo, buscando los lugares típicos: esas higueras enormes que hasta sirven para cobijar al ganado, s'Estany Pudent y Ses Salines, dos "lagos" con dunas que son espacio protegido. Esto es algo que llama la atención de esta isla, que está más protegida que sus hermanas mayores (a excepción de Menorca) y conserva su carácter ciertamente paradisíaco (vamos, que el impacto del turismo y todo lo que acarrea es mucho menor).

Pero si me he de quedar con algo, decididamente son los faros. El de Sa Mola, que sirvió a Julio Verne de inspiración para su faro del fin del mundo, y también el de Cap de Barbaria (relativamente conocido por aparecer en el cartel de Lucía y el sexo). Me gustan los faros, tienen una poética especial. Su carácter de guía y de salvadores los hacen interesantes, además de ser edificios solitarios en lugares agrestes. Y los paisajes en que se erigen también son llamativos. Acantilados, rocas, zonas tempestuosas... Estos están en acantilados cortados a plomo sobre el mar. Me imagino a los dioses contemplando la tierra desde sus lugares, jugando a unir los puntos de luz de los faros y a trazar figuras imposibles. Y casi he podido sentir el alivio de los marineros perdidos y resignados a morir a los que divisar estas columnas coronadas de luz les sirvió para renacer en sus esperanzas.

Siguiendo con las comparaciones, si Ibiza es telúrica y poderosa, Formentera lo es más, en proporción inversa a su pequeño tamaño. Sentado sobre sus rocas , escuchando música en el mp4 y meditando, he sentido cómo algo de su energía me era transmitida. ¿Sabré usarla bien? Me gustaría. Y también me hubiera gustado quedarme más tiempo, pero el billete de vuelta marcaba que al caer la tarde habíamos de meternos en el barco otra vez, y así hemos hecho. Nuevamente Ibiza, al hotel y a dejarme caer por el ciberespacio un ratín. Y ahora me avisan para ir a cenar, que hoy sí que podemos trasnochar un poco más, ya que mañana no tenemos ningún reloj que nos tiranice. El plan, muy simple: cena y a tomar algo. Y a ver lo que pasa.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Diario de las Pitiusas I. Llegada y reconocimiento del terreno


Ha habido suerte, puedo acceder a un ordenador con conexión. Puestos a relatar cosas, sobretodo viajes, lo mejor es contarlo desde dentro, y no a toro pasado (eso tiene interés en algunas ocasiones, pero me interesaba contarlo a modo de reportero, desde el mismo suceso, a medida que éste tiene lugar), así que allá voy.

La llegada ha sido en barco (mis reticencias hacia el avión son muy razonables: en caso de algún problema, sé nadar pero no volar, y en el barco he podido meter el coche), mejor de lo que me esperaba (mis tendencias hipocondríacas me llevan siempre a pensar en mareos y vomitonas en estos casos) después del tremendo madrugón. La compañía, dos buenos colegas, más que grata, y también lo es nuestra guía y anfitriona, que promete llevarnos a rincones "especiales" de la isla. Nada más llegar, nos hemos hecho con los billetes para mañana navegar hasta Formentera. Viniendo de Palma, todo parece pequeño y muy a la mano: el puerto, la ciudad (preciosa la vista de Dalt Vila), y la isla en sí. Lo que no cambia son los establecimientos turísticos, hechos a medida de las masas ansiosas de playa y distracciones varias, al igual que los elementos playeros y las tiendas de souvenirs.

El hotel lo tenemos en Sant Antoni de Portmany, a unos 15km de la capital, así que hemos tenido que acercarnos para tomar posesión del aposento y de nuestros camastros de paso (no hace falta decir que no pensamos pasar mucho tiempo en ellos). Nada del otro mundo, todo muy convecional y relativamente desgastado por el uso de cientos de gentes que por aquí se han dejado caer (mejor no pensaremos todo lo que ha pasado en esos lugares...). A partir de aquí, empieza la maratón. Coche para arriba y para abajo. Primera parada en el mismo Sant Antoni, para visitar Sa punta des Molí, y en especial las casas donde Walter Benjamin pasó algunos meses en los años 30, huyendo de sí mismo y de los nazis. Aún queda algo de su aura (no podía ser de otro modo tratándose de alguien que habló del aura), y no me habría sorprendido ver su figura volviendo alguna esquina. Los pasos filosóficos nos han llevado hasta Sant Joan de Labritja, con su iglesia blanca, sus calitas (bastante solitarias a estas alturas del año, no hemos podido evitar darnos un chapuzón, a pesar de los nubarrones), y su santuario de la diosa Tanit. Entre idas y venidas se nos ha pasado el día, con mucho cansancio. Pero aún queda ir a cenar y a tomar algo, aunque habrá que retirarse temprano (si no ocurre nada que altere los planes...), que mañana toca volver a madrugar.

Esta isla tiene algo, es telúricamente muy atractiva. Algo que ha llamado a distintos pueblos desde hace milenios, que ha atraído aquí a gentes de lo más diverso: mercaderes, pensadores, artistas, hippies y otras tribus "urbanas" (aquí suena un poco irónico, dado el carácter más bien rural de todo esto). Muchos no parecen saber bien lo que buscan, pero acuden a este pequeño pedazo de tierra ansiosos de algo que piensan que aquí pueden encontrar. Se siente uno cerca de algo (un no sé qué), y todo invita al ritual. Incluso las gentes que vienen aquí en busca de diversión y desfase participan de una especie de ritual sagrado, haciendo de sus viajes una auténtica peregrinación. Yo en cambio, no busco experiencias externas, tan sólo utilizo el cambio de ambiente como un catalizador interior, como un método de experimentación conmigo mismo, ansioso de bucear en mí como estoy (y por lo tanto, en los demás). Creo que voy a disfrutar (no creo que encuentre nada, pero sí al menos me siento predispuesto a sentir).

PD: aunque intentaré dejarme caer todos los días y relatar algunas cosas, el tiempo del que dispongo es breve, así que me limitaré a las entradas. Si tienen a bien dejar comentarios, es posible que no pueda responderlos como es debido. En cualquier caso, los comentarios son siempre bienvenidos, y serán respondidos en cuanto pueda dedicarles el tiempo que se merecen.

martes, 23 de septiembre de 2008

Puntos suspensivos (o no)


A partir de mañana puede que haya un parón al acostumbrado ritmo de entradas en el blog. El motivo, una largamente proyectada, deseada, y pospuesta visita a la Islas Pitiusas en general, y a una de sus habitantes en particular. Me gustaría seguir los pasos de Walter Benjamin por Sant Antoni, los de uno de mis grandes maestros (mi director de tesis) por Sant Joan, o los de Julio Verne en Formentera. Contemplar paisajes de impresión (Es Vedrà me tira mucho) y, si es posible, meterme en algún mercadillo hippie de los que hay por allá. Y relajarme todo lo que haga falta y me dejen.

Si tengo acceso a algún ordenador, me gustaría ir relatando día a día algunas impresiones y reflexiones del viaje, a modo de cuaderno de bitácora. Y si no, ya les contaré a la vuelta (serán tan solo unos días).

lunes, 22 de septiembre de 2008

Brusco


Muchas de las cosas que escribo aquí son como esbozos, cosas sin acabar de definir. A veces me gustaría lucirme y tal, pero empiezo a escribir y en seguida se me acaba la inspiración, teniendo que dejar los argumentos a medias. Pocas veces llegó a las conclusiones que tenía preformadas en mi cabeza, o no al menos en la forma en que quería. Llego a vías sin salida, y tengo que acabar los textos bruscamente, impidiéndoles volar todo lo que deberían. Las cosas de la inspiración...

domingo, 21 de septiembre de 2008

Layla. Tres versiones

Los creadores se refieren a menudo a sus creaciones como si de hijos suyos se tratara. Podría ser una exageración, pero hay casos en los que las cuidan con un esmero especial. En el caso de la música, hay veces en los que las melodías se van modificando con el tiempo, macerando en las mentes y las manos de sus compositores, que se niegan a que queden enquistadas. Este es el caso de la Layla de Clapton, que a lo largo de los años ha tomado diversas formas, todas ellas interesantes (y, para mi gusto, de calidad creciente).

La canción lo merece, puesto que es una canción de amor desesperada. Resulta que Clapton se enamoró perdidamente de Patty Boyd, la esposa de su gran amigo George Harrison, musa entre las musas (además de Layla, le inspiró a su marido el Something, grandes canciones las dos). Convendrán todos en que enamorarse de la mujer de tu mejor amigo no es una situación fácil. Pues eso es lo que refleja la leyenda áraba acerca de Layla, una princesa a la que su familia casa con un hombre distinto al que la ama, dejando a éste en la desesperación de quererla y saber que no está al alcance.

Al saber de esta historia, Clapton se sintió identificado (la verdad es que le venía al pelo), y se puso manos a la obra. Esto es lo que le salió:




Una canción muy al gusto de los primeros 70, larga, densa, con cierta grandilocuencia. Y efectiva, porque Clapton acabó casándose con Patty Boyd (lo más llamativo, manteniendo la amistad con Harrison) matrimonio que perduró hasta finales de los 80. Lejos de dejar la canción de lado, Clapton la reelaboró, enlenteciéndola y dándole un aire retro muy interesante. Así la presentó en su aclamado Unplugged de 1992 (un álbum imprescindible), en lo que es, me atrevería a decir, la mejor versión (impresionante el solo, a pesar del desgaste de que todas las radiofórmulas la machaquen continuamente):



Finalmente, rizando el rizo, Clapton sorprende con esta otra versión, más jazzística, más atemperada aún (no dejan en Youtube colgarla, así que he de enlazarla)

En definitiva, un tema al que su autor no ha dejado de darle forma, de cambiarlo, de adaptarlo a cada momento, de hacer de ella un algo vivo y no enquistado. Se nota que le tiene cariño, que en ella dejó mucho de sí mismo.

sábado, 20 de septiembre de 2008

The Doors. Riders on the storm

Cuando caí en la cuenta de que Morrison susurra la letra en un segundo plano, la canción adquirió otra dimensión (y ya tenía mucha).

viernes, 19 de septiembre de 2008

La vampira del Carrer Ponent

En 1909 Barcelona era un polvorín social. Las continuas huelgas y luchas sindicales culimnaron en el baño de sangre de la "semana trágica". Y también se inicia una de las historias criminales más sobrecogedoras de nuestro país. Se trata de la carrera de Enriqueta Martí, conocida con el siniestro sobrenombre de "La vampira del Carrer Ponent".

En ese año fue detenida por corrupción de menores. Al parecer, mantenía recluídos en un prostíbulo que regentaba a jóvenes de entre 5 y 16 años. Extrañamente, fue liberada en seguida (parece que por influencias de las altas esferas), y fue cuando se puso en marcha la orgía de sangre. Pero no fue hasta tres años más tarde cuando todo salió a la luz. El detonante fue la desaparición de Teresita Guitard, de cinco años, quien, en un descuido de su madre, se fue corriendo y nunca más se supo de ella. La prensa se interesó por el caso, lo cual motivó que empezaran a publicarse casos de desapariciones en los últimos meses, provocando la psicosis en la Ciudad Condal.

Tras dos semanas de investigación infructuosa, una vecina de la calle Ponent (hoy Joaquín Costa) afirma haber reconocido a la niña Teresita y a otros dos niños en los bajos de un edificio. La policía acudió al inmueble señalado, y allí estaba de nuevo Enriqueta Martí, que, amablemente, atendió a las preguntas de los agentes. Con la excusa de estar realizando controles sanitarios, los agentes solicitaron inspeccionar la vivienda. Allí se encontraron con dos niñas, Angeliuta y Felicidad, resultando ésta última Teresita, que estaba siendo sometida a un auténtico lavado de cerebro por Enriqueta (pretendía ser su nueva madre y, aunque no la maltrataba, tampoco la cuidaba como debería). Los interrogatorios a las menores pronto aportaron detalles escabrosos. Al parecer, hasta unos días antes, había vivido con ellas Pepito, otro niño que fue asesinado en su presencia.

Enriqueta mantenía una doble vida. En su hogar se acumulaban, a partes iguales, la cochambre y el lujo (en forma de joyas y de hermosos vestidos). De día salía a mendigar con los niños, y por las noches salía lujosamente ataviada en un carruaje que la esperaba a las puertas de su casa. Los interrogatorios siguieron y continuaban aportando misterios. Los registros en la casa dieron con varios sacos llenos de huesos humanos, un montón de cartas cifradas con listas que comprometían a la alta burguesía barcelonesa y con una habitación repleta de frascos con sangre coagulada, grasas humanas, tuétanos y libros de curandería y magia.

Al final, y ante las evidencias, Enriqueta confiesa ser curandera, y que elaboraba y consumía ungüentos con los restos de sus víctimas. En aquella época, en la que aún no se habían descubierto los antibióticos, la tuberculosis era frecuente, y existía la creencia de que se curaba si se bebía sangre humana o si se realizaban cataplasmas pectorales con grasa de niños. Y al parecer, había gente dispuesta a pagar por esos remedios. Gente muy rica...

Cuando la policía estaba intentando desenmarañar la trama y averiguar los nombres de los compradores de sus remedios. Pero no fue posible. Al poco de ingresar en prisión, fue hallada muerta, linchada por sus compañeras en el patio central (se sospecha que los importantes personajes que estaban detrás pagaron a las internas para el asesinato, y a los vigilantes de la prisión para que hicieran la vista gorda, incluso que ya estaba muerta antes del linchamiento).

En definitiva, se barajan entre diez y trece niños que fueron víctimas de Enriqueta, y sobre la lista de personajes importantes, nunca más se supo (aunque ya hace mucho y no debe quedar nadie vivo, es posible que algunos de sus descendendientes aún ocupen cargos importantes...).

jueves, 18 de septiembre de 2008

Pariendo


Cuando hice las prácticas de materno-infantil (ignoro cómo se llama la asignatura en los planes de estudio nuevos), me tocó pasar unos días en paritorios. Lo más curioso era la reacción de mis compañeras, que, unánimemente, afirmaban no querer tener hijos. Y es que el espectáculo de un parto es bastante desagradable. La literatura, el cine, y la ñoñería generalizadas han generado una visión bucólica del momento de parir bastante alejada de la realidad que no hace ningún bien.

Debo afirmar que yo mismo, que tengo un estómago bastante duro y aguanto cualquier clase de escenas, lo pasé mal, sobretodo en el primero que vi. Ver una cabeza asomar por ahí abajo es algo espectacular, sobretodo antes de que salga, cuando provoca una dilatación del periné (la zona que hay entre el introito vaginal y el ano, para que nos entendamos) bastante impresionante. Al mismo tiempo, empeizan a fluir las sustancias: sangre, heces, y porque en la mayoría de casos se tiene la precaución de vaciar la vejiga con una sonda, porque si no el niño nacería regado de orines también. La cará del recién nacido suele ser un poema, con los rasgos contraídos y como con cara de angustia (claro, no debe ser agradabla que te hagan pasar, a empujones, por un sitio muy estrecho). Además está el aspecto del bebé: amoratado y cubierto de vérmix . Y luego viene la placenta, ese tejido purpúreo y con aspecto extraterrestre. En fin, un poema, y eso cuando no les da por usar esos instrumentos de tortura que llaman fórceps o ventosas.

Pero hay más. Los ruidos y la actividad que se desarrolla dentro del paritorio. Como un parto dura relativamente poco (al menos la fase de expulsión), el equipo debe estar bien coordinado y engrasado, y allí todo el mundo se mueve y habla casi sin parar. La matrona da sus consejos y órdenes, las enfermeras que le dicen cosas a la pobre parturienta (a veces a grito pelado: "empuja, respira" y otras lindezas). Y la pobre mujer, gritando (no es lo más recomendable, puesto que en silencio se empuja mejor), a veces sin más, y otras jurando, a voces, que sus parejas no les vuelven a tocar (no es exageración, lo he visto). Y el colofón, la episiotomía, ese corte que se hace en la vagina para ensanchar el canal del parto, y que se hace y luego se cose en vivo (cómo debía ser el estado de aquella señora, que ni se enteró, pero ver al personal blandiendo las tijeras y cerrándolas en esa zona fue desequilibrante).

Yo era sólo un alumno y poco podía hacer. Tan sólo quedarme en un rincón, encogido para no molestar, y luchando contra el mareo que amenazaba. Y, en una ocasión, me tocó darle la mano a la parturienta. Y sólo puedo decir que lo que sale en las películas cómicas no es exageración: casi me la rompe de lo fuerte que la estrujaba, y yo manteniendo la compostura, haciendo ver que no me dolía nada (la pobre se dio cuenta, y entre pujo y pujo, me pedía perdón por machacarme la mano, a lo que sólo pude responder con un "no pasa nada, usted empuje, empuje...").

Pero ya digo, lo más curioso es la reacción del sector femenino, ante la cual, un ginecólogo afirmaba que no deberían dejar entrar a las chicas al paritorio.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Sedimentos


Cuando se saca un libro de una biblioteca, en ocasiones se encuentran cosas entre sus paginas. Lo habitual es que se trate de viejos puntos, de papeles cuya función es eñalar alguna página interesante o necesaria para quien lo consultó. A veces son simples trozos de folio, rotos. Otras fragmentos de periódicos, revistas o cualquier clase de cartoncillo, folleto, ticket que pueda veir bien para cumplir esa función señaladora. Pero en algunos casos hay cosas con una cierta historia. Papeles con algo escrito, pequeñas dedicatorias en los márgenes o al inicio, apuntes, subrayados. Es entonces cuando la imaginación se dispara y tantea la superficie de otras vidas. ¿Qué andarían esas gentes buscando entre esas palabras? ¿Sacaron algo en claro? ¿Porqué dejaron aquellos restos?. Es como si, algunos de los que tuvieron ese libro entre las manos hubieran querido dejar constancia de su paso, transformando al libro de un objeto en apariencia inerte a algo lleno de vida.

Sé de gente que deja cosas a drede en los libros, apelando a los que vengan tras él. Y también conozco de primera mano alguna historia de amor tejida a base de notas dejadas en determinados libros. Sabiendo esto, ¿cómo no imaginar miles de historias en torno a las páginas que mis dedos tocan?, ¿cómo no pensar en todas las vidas que, en un momento u otro, han pasado por ellas?, ¿cómo no volverse loco al pensarlo?

martes, 16 de septiembre de 2008

Muerte, medicina y filosofía


"Será sin duda decisivo para nuestra cultura que el primer discurso científico tenido por ella sobre el individuo haya debido pasar por este momento de la muerte. Es que el hombre occidental no ha podido constituirse a sus propios ojos como objeto de ciencia, no se ha tomado en el interior de su lenguaje y no se ha dado, en él y por él, una existencia discursiva sino en la apertura de su propia supresión: de la experiencia de la sinrazón han nacido todas las psicologías y la posibilidad misma de la psicología; de la integración de la muerte en el pensamiento médico, ha nacido una medicina que se da como ciencia del individuo. Y de una manera general, la experiencia de la individualidad, en la cultura moderna, está vinculada a la de la muerte: desde el Empédocles de Hölderlin al Zaratustra y luego al hombre freudiano, una relación obstinada con la muerte prescribe a lo universal su rostro singular y presta a la palabra de cada uno el poder ser indefinidamente oída; el individuo le debe un sentido que no se detiene en él. La división que traza y la finitud cuya marca impone, anudan paradójicamente la universalidad del lenguaje a la forma precaria e irremplazable del individuo.

[...]La medicina ofrece al hombre moderno el rostro obstinado y tranquilizador de su fin; en ella la muerte es reasfirmada, pero al mismo tiempo conjurada; y si ella anuncia, sin tregua, al hombre el límite que lleva en sí mismo, le habla también de ese mundo técnico que es la forma armada positiva y plena de su fin. Los gestos, las palabras, las miradas médicas tomaron, desde ese momento, una densidad filosófica que antes había tenido el pensamiento matemático. La importancia de Bichat, de Jackson, de Freud en la cultura europea no prueba que ellos eran tan filósofos como médicos, sino que, en esa cultura, el pensamiento médico está comprometido por derecho propio en el estatuto filosófico del hombre."

Michel Foucault (1926-1984)
El nacimiento de la clínica

lunes, 15 de septiembre de 2008

Agenda (II)

Esta noche toca cita con los Deep Purple. Más viejos, con menos pelo y más canoso. En color. Pero son ellos.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La trampa turística


De todos es sabido que Mallorca es un centro turístico importante a nivel internacional. Que todos los años la visitan varios millones de gentes venidas del continente y de más allá. Que son muchos los famosos y personalidades que por aquí pasan sus veranos. Y eso sin que los mallorquines nos veamos muy afectados (el mallorquín, ese animal ovejuno que te mira como con desprecio para luego seguir su camino). Nuestra tradicional indolencia hace que soportemos carros y carretas, y que procuremos ir nosotros por nuestro camino y no mezclarnos mucho con los que vienen a pasar un tiempo por aquí. Sin embargo, a veces se oyen voces en contra de la masificación del turismo. Y en seguida surgen los voceros de turno con el gastado discurso del "morder la mano que nos da de comer", del "cuando érais pobres bien que los queríais" y demás. Y sí, cierta actitud de desprecio hacia el turista ha ido creciendo entre la gente. Pero, creo, es algo reciente y coherente con la calidad de ciertos turistas que aquí vienen. Que vengan avisitar y a conocer la isla, a disfrutar de los paisajes y de las playas, a ponerse morenitos y tal está bien. Pero que vengan a meterse con el personal, a emborracharse, a destrozar las cosas que hay por aquí, pues como que molesta un poco. Y para muestra, varios botones:

-Quien más quien menos puede relatar alguna historia (en primera o en tercera persona) en la que algún turista se les encaró por no saber su idioma (por lo general el alemán). Yo mismo sufrí uno de estos episodios en pleno centro de Palma.

-Los hoteleros cifran en millones (de pesetas, al euro que le den) las pérdidas que los vándalos ocasionan en sus juergas nocturnas salvajes. Incluso ya los hay que se niegan a acoger según qué perfiles de turistas.

-Todos los años mueren varios turistas al despeñarse de los balcones de sus habitaciones (generalmente son británicos). Lo que les ocurre es que, borrachos como cubas (teniendo en cuenta que se les sirve la bebida en cubos de 5l es comprensible), pierden las llaves e intentan entrar desde la habitación de al lado, saltando por el balcón. O, peor aún, pretenden tirarse a la piscina desde un sexto piso, cual gráciles saltadores olímpicos.

-Hay zonas en las que, siendo español (Punta Ballena, Bierstrasse), es mejor no acercarse, pues se arriesga uno a que una tropa de exaltados lo persiga y lo apalice (al parecer, somos vistos como una ameza y no dejan que nos acerque os a sus guettos, no sea que nos dé por ligarnos a "sus" mujeres).

-Pasear por el Arenal en verano es una especie de zoológico de tipos humanos: borrachos interrumpiendo el tráfico y haciendo calvos al personal, aficiones futboleras desgañitadas, cánticos beodos a las 5 de la tarde, nubes de alcohol al rededor de los balnearios, un tío que desde una galera (na calesa) en marcha tira un botellín de cerveza a la playa (el vuelo fue de unos veinte metros, el conductor le reprendió y tuvo que aguantar la bronca de los cuatro bárbaros que llevaba). El colmo lo vi el otro día, dos tíos ataviados con el uniforme de la selección alemana de fútbol, cascos estilo káiser y un megáfono por el que sonaba, a todo volumen, un discurso de Hitler.

Afortunadamente, no todos los turistas son así (si lo fueran sería el final), pero de veinte años acá la cosa se va deteriorando. El afán de grandes hoteleros y compañías, que cada año han de superar las cifras del anterior, les ha llevado a vender paquetes a precios irrisorios, con lo que aquí viene todo el mundo, a cuerpo de rey y por cuatro duros. Tienen derecho a divertirse, pero me parece que entre la diversión y el vandalismo hay una diferencia (aunque bueno, no sólo son los extranjeros, que los de aquí también están adoptando estos modelos de diversión estúpidos en los que prima el desfasar sin luego recordar). Porque a veces se tiene la impresión de que muchos vienen aquí, más que a conocer nuevas tierras y ver cosas que no tienen en su casa, a hacer lo que no pueden o no se atreverían a hacer en su tierra. Y qué quieren que les diga, si yo voy a otro lugar, intento respetar al máximo sus habitantes, sus costumbres y sus cosas.

En fin, que necesitaba desahogarme un poco. ¿Es o no es para quejarse?. Si no fuera por las suecas...




sábado, 13 de septiembre de 2008

El velo de la seducción


Hay personas que no saben no estar coqueteando, que se vuelcan en la seducción. Con mayor o menor intensidad, dependiendo de la persona que tengan delante, pero no pueden parar. En general se trata de personas inanes y con escasa vida anímica, que suplen esa carencia con la ascesis del coqueteo. Saben manipular a las personas (del sexo contrario o no, porque la seducción no sólo funciona para el sexo) y acostumbran a conseguir lo que desean, lo cual, reforzando su autoestima, también refuerza su vaciedad. Tienen poder y saben moverse entre la gente, y a veces se visten con ropajes moralizantes, pero hay que ir con cuidado, porque el lenguaje de la seducción es un lenguaje de velos, de máscaras y de medias verdades. Y muchas veces el velo, que sirve para ocultar pero prometer, no esconde nada más que el más absoluto vacío.

viernes, 12 de septiembre de 2008

En un vaso de agua


No me gustan esas gentes lastimeras y pesimistas, a las que todo se les hace un montaña, que siempre están con el Ay en la boca, que ante cualquier hecho nuevo se contentan con soltar un bobalicón "yo no podré hacerlo", como si esperaran que toda la vida les viniera dada, resulta y con alguien que les saque las castañas del fuego.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Una puesta de sol



Al fondo, el Galatzó (se le ve más pequeño de lo que es)

Mis dos ruedas siguen regalándome buenos momentos. La combinación de a velocidad, el ejercicio y el entorno generan sensaciones extraordinarias. Si además se acompaña de buena música, el disfrute está servido. Ya hablé el otro día de un momento para recordar. Pero lo de ayer lo superó, así que conviene dejar constancia.

De vuelta, ya a las siete y pico de la tarde, tras unmos veinte kilómetros de pedaleo contra el viento, llegué a la zona de Es Carnatge. Se trata de un terreno sin edificar, protegido (por lo visto tiene cierto interés su conservación, puesto que se encuentran fósiles muy antiguos, por no hablar de lo que queda de unas viejas baterías antiaéreas), y por el que transcurre un discreto paseo. Está situado a unos pocos kilómetros de Palma, al lado de lo que fue la central eléctrica de San Juan de Dios (y del hospital homónimo), y justo al final de las pistas de aeropuerto. Este hecho lo convierte en un lugar muy particular, puesto que los aviones despegan o aterrizan por allí, facilitando el espectáculo de sentirlos pasar a unos pocos metros por encima de la cabeza (incluso se puede notar el remolino de aire que dejan a su paso).

Pero centrémonos. Justo en ese punto por donde pasan los aviones, y en el instante en que uno estaba aterrizando (uno pintado con colores lamativos, que me obligó a desviar la vista del camino y contemplarlo), una libélula se puso delante de mí, y, durante unas decenas de metros, voló ante mi manillar, como guiando la bicicleta y tirando de ella. Un avión justo encima y una grácil libélula delante. En esos momentos iba a unos 30 km/h, y ante esa compañía, parecía que yo también estuviera volando con ellos.

Pero lo mejor aún estaba por llegar. Justo después de ese instante, hice un giro de casi 90º y me encontré con una preciosa puesta de sol. Ante mi, Palma y su bahía, y al fondo, el monte Galatzó, imponente y dominando, como de costumbre, la bahía. El sol estaba bastante bajo, empezando a dar esa luz tenue que caracteriza el crepúsculo. Además, la tarde era clara y no se veía la habitual bruma-calima, facilitando unas condiciones de visibilidad difícilmente mejorables. Con la relajación mental que otorga el estar de vacaciones, no me quedó más remedio que pararme en una escollera y sentarme a contemplar un rato el espectáculo y tomar algunas fotos (a este paso, tendré que cargar con la cámara de fotos, que las hace de mejor calidad que el móvil).

Esta vez la música también acompañó, en la selección que llevo en el mp4, sonaron, entre otras, The house of the rising sun de los Animals y The man who sold the world, de Bowie, haciendome disfrutar más del momento. No pude quedarme mucho más, puesto que había que aprovechar la luz que aun quedaba para lo que quedaba de trayecto (prefiero no circular de noche en bici, que ni veo ni me ven).


miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mis músicas favoritas X. Mike Oldfield.


Hubo un tiempo en que me gustaba mucho Mike Oldfield. Incluso lo fui a ver cuando vino a Palma en el 99 (y me acabo de enterar que hace unos meses que vive aquí). A pesar de tener un estilo muy definido, me parecía que era lo suficientemente variado como para resultar interesante. Su carrera transcurre a lo largo de más de 35 años, en los que ha habido de todo. Empezó como bajista de Kevin Ayers. Sorprendió al mundo con 19 años en 1973, al publicar Tubular Bells en un sello discográfico recién creado, de nombre Virgin. Se trata de un trabajo de carácter sinfónico, con dos únicas pistas (una para cada cara del vinilo) que duran en torno a los veinte minutos cada una en las que Oldfield tocaba más de veinte instrumentos. La famosa pieza inicial (se la puede escuchar en no pocos teléfonos móviles), una melodía simple a la que poco a poco se van añadiendo instrumentos en un crescendo espectacular, fue puesta sin su permiso en la banda sonora de la película El exorcista, lo cual provocó la bronca con su discográfica, aunque ello contribuyó a su éxito. Los siguientes trabajos siguen en la misma línea, pero muestran un desarrollo y una creatividad exacerbados por aquellos años. Sus tres primeros discos, el citado Tubular Bells, Hergest Ridge y Ommadawn conforman una trilogía que, en mi modesta opinión, no ha conseguido igualar. Luego vinieron otros trabajos en los que se lanzó a una cierta experimentación. Con Incantations jugueteó con el minimalismo, haciendo un disco complejo y difícil de escuchar, pero en ningún caso inferior a los otros. A prtir de entonces, ya consolidado como compositor de éxito, empezó a acercarse a la música más comercial del momento. Encaraba los años ochenta, y la mayor parte de sus discos de esta década tienen la misma estructura: una cara A formada por una pieza instrumental larga, y una cara B hecha de canciones al uso. De esta época son algunos de sus mayores éxitos para el gran público: Family man, Shadow on the wall, To France, Innocent, Five miles out, Islands, Pictures in the dark y probablemente su canción más popular, Moonlight shadow (aunque él nunca lo dijo, todo el mundo la interpretó como un homenaje a John Lennon, asesinado unos meses antes, y auqnue no lo es, así ha quedado para la posteridad). En parte, la gracia de estas canciones estaba en las voces femeninas que las interpretaban (muy pocas fueron cantadas por hombres): Maggie Reilly, Anita Hegerland, Bonie Tyler... Por el final de los 80, esta fórmula, que tanto éxitos le brindó, empezó a dar muestras de agotamiento. Esto, unido a las presiones que sufría por parte de Virgin, forzó algunos discos flojos y poco meritorios (en parte porque él quería forzar su salida de la discográfica). A pesar de esta tónica general de sus discos de los 80, tuvo tiempo para hacer alguna cosa distinta, como la magnífica banda sonora de la película The killing fields (en España se tituló Los gritos del silencio), uno de sus trabajos más premiados y también más infravalorados por la música, consistente en piezas de auténtica pesadilla combinadas con otras de un lirismo conmovedor (una muestra, Evacuation y Pran's Departure )

La tensión explotó con Amarok (aquí un fragmento, prestar sólo atención al audio), en 1990, que es una especie de rabieta de Oldfield hacia Virgin. Resulta que hacía años que sufría presiones para que editara un álbum completamente sinfónico que había de llamarse Tubulars Bells II, pero él daba largas al asunto, refigiándose en discos cada vez más convencionales. Tanta llegó a ser la insistencia de Virgin, que sacó un trabajo sinfónico, pero no el que esperaban. Se trata de una única pista que dura exactamente 60 minutos (la aparición del CD le permitió el no dividir en dos partes, como había hecho con sus primeros trabajos) y queestá llena de sonidos extraños y ruidos más o menos integrados dentro de la melodía. En medio de toda la pieza, encriptó distintos mensajes en código morse en lso que ponía a caldo a Virgin y a su dueño, Richard Branson, lo cual provocó la salida de Oldfield de la discográfica que él solito, gracias a Tubular Bells, había sacado del anonimato. Antes de salir grabó Heaven's Open, en 1991, disco totalmente prescindible y en que empezó a cantar él sus canciones.

Para completar su venganza de Virgin, lo primeró que grabó al cambiar de sello discográfico (se fue a Warner) en 1992, fue el Tubular Bells II que le pedía Branson. Y lo hizo con un grandísimo éxito, que lo devolvió al primer plano del éxito tras unos años de flaqueza. Su estructura es la misma que en el primer Tubular Bells, sólo que con melodías algo distintas. A pesar de ser una segunda parte, es muy digno y se defiende muy bien. Con él entré en el mundo oldfieldiano. Los 90 empezaron fuertes para él, y tras las campanas empezó una deriva que le acabaría llevando a la repetición y a cierta decadencia. Pero no al principio. Empezó a abusar de los discos conceptuales, y tras un buenísimo Songs of distant Earth (inspirado en un relato de Arthur C. Clarke) y un interesante Voyager (en el que pretendió retomar sus raíces folk celtas, que contituyeron sus comienzos, y en el que destaca una grandiosa pieza orquestal, Mt. Saint Michel), empezó a repetirse y a transitar caminos en los que experimentaba con la informática. Se fue a vivir a Ibiza a mediados de la década, y allí tomó contacto con tendencias que no le han hecho ningún bien a su música, como el Chill-Out y los sonidos Techno, de los que dan muestra el Tubular Bells III (exprimiendo la gallina de los huevos de oro, a pesar del cual tiene algún buen momento), el Millenium Bell (más de lo mismo, y además con grandilocuencia, pretendiendo recopilar en 11 temas todos los estilos de dos mil años) o el Guitars.

El nuevo siglo le pilló a Oldfield metido en estos proyectos, y tras dar un multitudinario concierto la nochevieja de 1999 en Berlin, sacó un par de discos del más purto Chill-Out (Tres Lunas y Light and Shade) y se se lanzó a un excéntrico proyecto de un extraño videojuego ideado por él y en el que su música ambientaba las distintas escenas (intenté jugarlo, pero es un poco tostón). Ahí fue cuando ya perdí un poco de interés en su música y le empecé a perder la pista, aunque de tanto en tanto dejo que mis aparatos reproduzcan algo suyo. En una nueva vuelta de tuerca, su último trabajo, de 2008, es Music of the Spheres, un trabajo sinfónico a la antigua usanza, sin sintetizadores y con orquesta que, aunque por momentos se ceba en repetir algún esquema de Tubular Bells, ha cosechado muy buenas críticas y le ha relanzado en las listas de éxitos.

Para terminar, me gustaría destacar la conexión española y balear que Oldfield tiene, puesto que acostumbra a presentar sus discos en España, además de estar viviendo y haber residido en distintas partes. Allá por los inicios de los 90 era Galicia la que le servía de inspiración (allí conoció a Luar Na Lubre, de quienes versionó O son do ar, transformándola en The song of the sun). Y al final de la misma década, fue Ibiza, isla vecina en la que llegó a vivir unos años. Y ya he comentado al incio que ahora está viviendo en Mallorca. Pero la cosa va más allá, puesto que su relación con las islas la ha plasmado algunas de sus portadas, como la de Incantations, una fotografía tomada en Menorca, en Cala Pregonda, y la de Voyager, hecha en Ibiza, con el famoso islote de Es Vedrá al fondo.

martes, 9 de septiembre de 2008

lunes, 8 de septiembre de 2008

Crisis gozosa


¿Son imaginaciones mías, o nos estamos regodeando en esto de la supuesta crisis?¿Disfrutándola más que padeciéndola?

domingo, 7 de septiembre de 2008

Confesiones


No me gusta presionar a la gente para que cuente cosas. Esto puede hacer que parezca frío y desapasionado, pasota en una palabra. Pero no es así. Considero que hay que dejar a cada persona su espacio y no entrar en él. Y si se entra, que sea porque te han invitado, no porque hayas forzado la cerradura. Así, que yo no pregunte a alguien por según qué cosas no es por falta de interés o porque no quiera saber nada, sino por puro y simple respeto. Y si quieren contar algo, seré el primero en atenderles y en estar allí y hacer lo que pueda (para lo bueno y para lo malo). Por lo mismo, soy muy celoso de mis cosas, y no me hace ninguna gracia que me estén acosando a preguntas. Si esto ocurre, lo más seguro es que me cierre en banda y no suelte prenda, y en cosas que a lo mejor no me importaría contar. Sin embargo, sin presiones, me puedo abrir fácilmente y con mucha sinceridad.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Portazos


Algunas puertas quedan cerradas en apariencia. El más leve soplo de brisa puede reabrirlas. En ese caso, la mejor forma de que queden bien cerradas es con fuerza, dando un portazo (o, si la hay, usando la llave, a ser posible, tragándola después).

viernes, 5 de septiembre de 2008

Olvídate de mí y el nudo

El imprescindible Horrach me recomendó, a través de uno de sus comentarios en este blog (el 1 de octubre de 2007), la película Olvídate de mí (Eternal sunshine of the spotless mind, 2004) de Michel Gondry, en un momento vital lleno de dudas y zozobras (no menos que en cualquier otra época, pero más intensas y "trascendentales"), de mareo emocional. Ya me avisó de que podía ser intensa en aquellos momentos. Y lo fue. Algunas circunstancias de esa lucha interior por olvidar a alguien, de ir contra lo que uno siente, de amar y no querer amar. Es jodido. Jim Carrey (un actor que cansa por sus caruzas, y al que aborrezco a ratos, pero que en otros momentos sabe cuadrar buenas interpretaciones) está muy interesante en su papel de hombre atormentado y hasta cierto punto resentido. Y de Kate Winslett no hay mucho que decir a parte de que es una de las actrices más interesantes del momento (o al menos de las que más me interesan a mí...), y que borda el papel de chica dulce y alocada de la que todos nos enamoraríamos (a mí me enamoró con esas trenzas pelirrojas, que, como bien sabrán los que me conocen, son uno de mis fetiches favoritos). La historia es hasta cierto punto convencional, típica, de amores, desamores, rupturas y desencuentros, pero tratada de una forma magistral y con interesantes implicaciones para la reflexión, lo cual coloca a esta cinta en un lugar especial. Melancólica, extraña, desgarrada, oscura, compleja. Se la clasifica dentro del grupo de las comedias románticas, pero es evidente que es algo más que eso, o que al menos no se la puede poner a la misma altura que otras películas del género (desde luego, duele pensar que se la compare con esas dulzonadas empalagosas de Meg Ryan y Tom Hanks, o las insufribles historietas amoroides de Julia Roberts).

Me tocó adentro. Pero lo que más me impactó fue la banda sonora. Una versión por el genial e irregular Beck del Everybody's gotta learn sometimes de los Korgis. Mantiene el tono melancólico de la original, pero lo multiplica y lo lleva a una dimensión que, al menos para mí, resulta dolorosa. No me canso de escucharla y de ver este video (no es oficial, es un montaje anónimo, pero capta muy bien el espíritu de la película y de la canción), y por mucho tiempo y muchas cosas que hayan pasado desde que la descubrí, sigue provocándome un nudo en el estómago.

jueves, 4 de septiembre de 2008

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Ecos de anoche V (o yo de mayor quiero ser Néstor Casas)


Por una vez, usaré el blog interruptus y tiraré atrás una entrada (no se alteren, mañana estará otra vez aquí) porque lo acaecido anoche merece ser relatado y quedar bien registrado para los anales, porque no conviene olvidarlo.

Cita en el Bluesville con los Wonderbrass (hace tiempo que he perdido la cuenta de cuántas veces los he visto, y sé que no va a ser la última). Por una vez, y sin que sirva de precedentes, empezaron casi puntuales, lo cual anunciaba la formalidad que se empezó a manifestar en seguida. Estaban más serios de lo habitual y haciendo sonar sus instrumentos con virtuosismo. "Hoy vienen finos y con más ganas de tocar que de cachondeo", nos decíamos. Pero con tipos como estos, el cachondeo nunca falta, y pronto lo pusieron en marcha. La cosa empezó a desmandarse cuando proclamaron a un grupito de chicas como "las zorras" (no por nada especial, sino porque, cuando pedían al público que rugiera como un león, como una jirafa y como distintos animales extraños, al llegarle el turno a las zorras, ellas fueron las únicas que respondieron), con lo que los chascarrillos de los músicos fueron en buena parte dirigidos a partir de entonces. Los más memorables:

"Salvemos las ballenas, pero que se mueran todas las focas".
"Chicas inocentes es como Inteligencia Militar, son términos contradictorios".

El calor iba aumentando en el local, hasta hacerse insoportable, porque la afluencia crecía y porque la música se iba acelerando. Con el funky empezó el desmadre, que en seguida paró porque era el momento de la pausa para ir a humedecerse un poco el gaznate.

Con la segunda parte de la actuación la cosa se salió de madre. Hasta el momento todo había ido según lo esperado: buena música, risas..., en fin, lo habitual. Pero ahora el público había bebido más y estaba más animado, sobretodo el sector femenino, que era mayoritario. La gente bailaba, y no tardó en volar por los aires un sujetador hacia el escenario. Los músicos, sorprendidos, bromearon un poco sobre el asunto, pero entre el cansancio (soplar con ese calorazo ha de ser agotador) y lo inhabitual de la situación se les veía desbordados. No parecía que tuvieran respuesta a lo que estaba ocurriendo, porque pronto fueron más los sostenes que les lanzaron. Y el alcohol arreciaba y los bailes se hacían más salvajes, y las actitudes más desinhibidas. Una rusa más bien madura empezó a bailar al más puro estilo Boris Yeltsin y, se ve que estaba cómoda, se espatarraba en el taburete, y si tenemos en cuenta que llevaba un vestido corto, no hace falta ser muy listo para comprender que el espectáculo dejó de ser el escenario. Los pobres músicos estaban sobrepasados, pero metían leña al fuego con sus músicas y sus chistes (las miradas cómplices, guiños, risas y caras de incredulidad fueronla tónica en esta última parte).

La guinda la pusieron dos mozas de muy buen ver, borrachas hasta decir basta, émulas de la Winehouse. Estas hicieron una petición calificada de absurda por Nacho Vegas, pero ellos accedieron, copntribuyendo a un final delirante y acorde con todo el desarrollo de la actuación:





Pueden imaginar ustedes cómo cantó el personal y el desmadre que se vivió allí dentro. Pero fue el final, y nos dejaron con la carcajada en la boca y ganas de más, desoyendo al personal, que pedía otra canción con insistencia. Entonces las dos jóvenes beodas se subieron al escenario a montar el numerito y a decir obscenidades por el micrófon, de donde tuvieron que ser desalojadas, no sin antes ser ovacionadas por el público masculino.

En fin, contado es difícil imaginarlo, había que estar allí, pero fue una actuación estupenda y divertida como pocas (y, repito, les he visto muchas veces), tocaron bien y estuvieron graciosos. ¿Se puede pedir algo más?.

Sobre lo de mis aspiraciones para los próximos años, sí, yo de mayor quiero ser Néstor Casas. El parecido físico dicen que lo tengo (con más tripa y menos pelo, pero me dicen que me parezco, será por la envergadura, la perilla, las patillas y esa barba de dos días), y ganas de cachondeo no me faltan. Sólo me hace falta una trompeta y su abultado número de seguidoras...

Y citando al propio Néstor al final de la actuación:

"Como dice aquel sabio proverbio chino: ¡A cascarla!"

martes, 2 de septiembre de 2008

Derrotas


Ayer por la tarde, paseando, pasaron a mi lado una mujer y su hija. La joven tendría no más de veinte años, pero emanaba una belleza y un poderío fuera de lo normal y en evidente estado de gracia. La madre, la verdad, no le iba muy a la zaga, pero le costaba ya seguir la belleza de su hija, empezando como estaba su cuesta abajo. Mis ojos, tras un rápido examen del conjunto, se centraron en la más joven de las dos. Durante unos breves instantes difruté, con disimulo, de aquella maravilla de la naturaleza (no parecía que tuviera nada postizo). Sin embargo, hubo algo que afeó el momento. La mirada de la madre. Por un brevísimo espacio de tiempo pude ver un destello de rabia, de ira contenida. De entrada pensé que el motivo era yo, que había captado la forma en que estaba mirando a su niña y que no le hacía ninguna gracia. Pero en seguida se abrió paso una segunda opción, y es que había la posibilidad de que ese cabreo fuera contra la hija, que llamaba más la atención de los hombres que ella. A buen seguro que hasta hace bien poco, era la madre la que despertaba admiración y robaba miradas allá donde fuese, y lo seguirá haciendo si va sola. Pero ahora, puesta al lado de su hija, ya no tiene nada que hacer. Y esa es una fuerza centrífuga (ha pasado de ser el centro a la periferia) difícil de ser soportada.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Experiencia estética


Hay momentos especiales en los que uno se siente casi feliz. Son momentos del más puro estatismo, en los que uno se deja llevar por los sentidos, como disolviéndose en el entorno. El otro día me ocurrió algo así.

En el paseo marítimo de Palma, en el tramo de vía rápida, justo en frente de la ciudad antigua, entre las Avenidas y la avenida de Antoni Maura hay una hilera de bancos de un par de kilómetros. Allí los paseantes paran a descansar y a admirar las vistas (por delante, la ciudad vieja, con sus campanarios y vetustas construcciones, y por detrás la bahía de Palma). Los bancos terminan, en un extremo, justo en frente de la catedral y la Almudaina. Pues bien, con más de treinta kilómetros de Bicicleta en las piernas, y viendo que aún había luz suficiente y era pronto para retirarse, me senté en el último banco. Allí veía pasar la gente, los coches, y, sobretodo, la luz de la puesta de sol sobre el telón de los dos grandes edificios. Todo se conjuró para hacer de ese momento algo especial: la vista, la luz, la brisa marina, la euforia-cansancio del ejercicio (qué gran invento son las endorfinas), y la música. Porque llevaba mi mp4 y en él estaba sonando el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven (por cierto, con según que músicas el ejercicio no cansa igual que con otras). Por un momento todo adquirió sentido y yo me dejé llevar por él. Y era bello, muy bello. Tanto que no pude evitar sacr el móvil y tomar una fotografía que, aunque no captó la grandeza del momento, sí servirá para recordarlo. Aquí está: