miércoles, 30 de septiembre de 2015

Lo correcto

Vivimos tiempos autocomplacientes. Todos somos la clave de bóveda del universo, y nuestras actitudes y creencias son las mejores. Por lo tanto, cualquiera que se desvíe de ellas, está bajo sospecha. Mientras tanto, todo se derrumba a nuestro alrededor. Pero no es culpa nuestra, es cosa de los otros, que ya les vale, no seguir nuestra senda. 

Esta tesitura es el substrato para que acabemos cometiendo los mayores desmanes, y nos hace falta más autocrítica, dejar que se cuele la duda en nosotros y nos impregne, para ponernos un poco de freno. 

No tengo ninguna duda de que Stalin con sus purgas o Hitler con su solución final (los malos malísimos de la historia) estaban convencidos de actuar correctamente.  

lunes, 28 de septiembre de 2015

La ventana de oportunidad

En toda empresa humana, hay un momento en el que actuar, en el que ponerse en marcha, donde todo está dispuesto para ello, y que hay que saber ver y aprovechar. A veces lo de menos es la capacidad para llevarlo a cabo, lo importante es percatarse de cuando hay que dar el paso al frente. Puede ser un instante, unos días, unas semanas, o meses, la ventana se abre y luego se cierra tal vez para siempre. Saberlo ver es ya un buen trecho del éxito recorrido. 

domingo, 13 de septiembre de 2015

Nuestro vecino del quinto

Tengo un vecino que es para echarle de comer a parte. Capitaliza las reuniones de la comunidad con sus intervenciones y sus salidas de tono. Vocifera, no deja hablar a los demás (sobre todo si opinan contra él), influye en las votaciones, cuestiona el voto de los demás apelando a oscuros intereses... Siempre aparece con un montón de documentos, los esgrime y agita en el aire, y está al tanto de todas las legislaciones vigentes sobre mil y un aspectos de la administración de fincas. No sabemos muy bien a qué se dedica (aunque se le ha preguntado con insistencia, siempre ha salido con evasivas), si es abogado, arquitecto o qué puñetas es, porque ha tratado a otros abogados y arquitectos de inútiles e incluso ha cuestionado que de verdad se hayan sacado el título. 

Hace un par de años, apelando a facturaciones irregulares por parte del administrador ("la administración nos roba"), y con la democracia todo el rato en la boca, promovió una votación para cambiarnos de administrador. La mayoría votó por seguir con el mismo. Entonces la democracia ya no le gustó tanto, y abandonó la reunión entre blasfemias, amenazas y aspavientos. Pasó el tiempo, y hace poco hemos recibido una notificación del administrador anunciando que dejaba de administrarnos y que nos buscáramos un administrador nuevo. Al final ha resultado que este vecino ha seguido malmetiendo por su cuenta, se niega a pagar facturas, y ha influido en otros vecinos para que hagan lo mismo. Es posible que tenga razón y su cuestionamiento de la forma de administrar sea legítimo, pero la cuestión es que con malas artes ha acabado consiguiendo lo que quería. Por cansino, ha logrado que los demás desistan. Y ha conseguido también que se elija al administrador que él quería, en una reunión que fue poco menos que esperpéntica, con una votación que no cuadraba y que se acabó efectuando de forma nominal (lo cual, en vista del personaje en cuestión, me pareció inquietante) y con serias amenazas de ser impuganda. En fin, que nuestro vecino del quinto nos ha metido en un marrón de difícil solución, del que sólo podemos salir al margen de él. Pero él es precisamente el elemento constante, el que enturbia y nubla, el que impide, el extraño. 

Y digo yo: ¿a qué viene todo este rollo?

jueves, 3 de septiembre de 2015

Lo trágico

Lo trágico no es la suma de las tragedias. Lo trágico es que haya tragedias. Buena parte de la historia de la humanidad y la cultura es un afán por sustraerse a ellas, por poner parches. Pero son una solución temporal a algunos hechos trágicos. Lo trágico es que no hay solución, que aquello que expulsamos por la puerta se acaba colando por la ventana. 

Lo trágico siempre está ahí, persiguiéndonos, espoleándonos. Pero tal vez es lo único que ha hecho que nos moviéramos. 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Superposiciones

Quedas con tus antiguos compañeros de colegio para que os veáis las caras, os pongáis al día de unas vidas que conocéis casi desde el principio, recordar anécdotas y poner a parir a los profesores. Una vez estamos todos en el lugar y hora acordados (frente al viejo colegio) llega la hora de decidir a donde vamos. Alguien sugiere un tailandés nuevo que han abierto cerca. Vale. Vamos allá, y entre charlas y risas, llegas al lugar, que resulta ser un antiguo bar en el que tu abuelo murió fulminado mientras jugaba a cartas con sus amigos. El lugar está muy cambiado, le falta el toldo que cubría casi toda la acera, las sillas en la calle, y la pintura y la decoración interior es muy distinta a la de antaño. Además, aunque él lo frecuentaba, uno no se acercaba mucho por allí, así que fue difícil reconocer el sitio. 

Lo malo es que caes en la cuenta cuando ya estás terminando de cenar. Y te sientes mal por no haberte percatado antes. Y quién sabe, a lo mejor hasta te has sentado en el punto exacto donde su aneurisma de aorta abdominal rebentó. Lo cual te deja peor cuerpo. Y la cena deja de ser agradable.