domingo, 22 de septiembre de 2019

Beastie Boys. Sabotage

Nos hacemos mayores, pero lo sabemos por lo que pasa fuera. Los hijos de los amigos y los sobrinos son preadolescentes (si no adolescentes ya), las cosas cumplen años. A falta de achaques de salud y señales de deterioro (aún tenues), por aquí no parece pasar nada. Y de pronto te topas con un programa en la radio en el que recopilan discos que están cumpliendo 25 años. Y los conoces todos. No sólo eso, sino que algunos (bastantes) forman parte de tu memoria sentimental y los viviste en primera persona: Soundgarden, Offspring, Greenday, Weezer, Nine inch nails, Jeff Buckley, Beastie boys, Oasis, Radiohead, Pulp, Blur, los American recordings de Johnny Cash... Muchos debutaron o explotaron (o ambas) en aquél 1994, del que ya nos separa un cuarto de siglo, que se dice pronto. 

Por poner algún video, me quedo con el Sabotage de los Beastie boys. Porque está dirigido por Spike Jonze (rey del videoclip, del que habrá que hablar en otra ocasión) y porque da nombre a una sala de Palma en la que he tenido buenos momentos. 

viernes, 20 de septiembre de 2019

Sintomatología

Todo es síntoma de algo. Nada es absoluto. En todo hay relación. No siempre de causa y efecto, basta con que una cosa nos remita a otra. Se establecen redes y niveles. Toda definición, caracterización, concepto... es petrificación y encorsetamiento. Emprobrecimiento. Pero no podemos manejarnos con el infinito y hay que podar. En determinados ámbitos no podemos hacer otra cosa que acotar. Pero acotar no implica blindar o cerrar, aunque la tentación sea fuerte. Contra ella hay que luchar. Frente al cierre, la apertura: dejar siempre un margen, una puerta abierta a ver relaciones, a la expansión y la ampliación. Hay que estar siempre dispuestos a reconocer síntomas, a ensamblar unas cosas y otras, a enriquecer. 

domingo, 15 de septiembre de 2019

De los tatuajes

De un tiempo a esta parte va tomando forma en mi mente la idea de que la mayoría de fenómenos de la moda no son tan superficiales como parecen. Lo estético no es (sólo) cuestión de vanidad y postureo. Todo está enraizado en profundidades que no siempre estaríamos dispuestos a reconocer. ¿Porqué se usa un determinado tipo de prendas, colores, palabras, gestos... y no otro? ¿de qué es síntoma lo que se ve (lo que dejamos ver, y sobre todo, lo que no dejamos ver de forma consciente)? Reflexiones de este estilo me las inspira el fenomeno de los tatuajes, tan presente hoy en día. Siempre ha habido tatuajes, pero eran algo tribal en su origen (y puede que todavía lo sea) y luego fue algo muy asociado a cuestiones del lumpen (presidiarios, delincuentes...) o a determinadas profesiones (gente del mar, algunas secciones de los ejércitos...). Pero de un tiempo a esta parte es algo muy popular y todos conocemos a alguien que se ha hecho algún tatuaje (eso cuando no los llevamos nosotros mismos). Hay quien ha convertido su piel en un lienzo y se han coloreado las partes más inverosímiles, en una especie de carrera por ver quién lleva los tatuajes más extremos y originales. 

Mi idea es que tiene que ver con un afán de permanencia. Muerto y descompuesto Dios hace ya tiempo, atomizadas las sociedades, pulverizada la economía por la crisis, cunde la sensación de que no hay nada a lo que agarrarse. Ni siquiera a uno mismo, y de ahí el afán de cubrirse de decoración que aspira a una parcela de eternidad, a modificarse más bien poco y que será fácilmente retocable y perfeccionable. 

También tengo la idea de que llegará el momento en que la moda nos hará detestar los tatuajes, y entonces la carrera será por borrarse toda la tinta que se haya puesto uno en la dermis. 

martes, 3 de septiembre de 2019

La chica del carpe diem

Quise perderme en la noche, fundirme en la oscuridad. Recorrí discotecas de postín, pubs de moda, antros de barrio, afters decadentes y zulos de yonkis. Traté de experimentar: con sustancias, con personas y posibilidades. Creía ir en pos de algo importante mas era la huida lo que buscaba. Acallar este desasosiego y llenar este vacío. El viaje por el mundo de las luces no lo había logrado. Al contrario: la incomodidad había crecido. Pensé que quizás las sombras podrían acogerme y sanarme, pero el dolor contiuó en aumento. Llegué a desear la muerte, a la que veía como cese y fin de todo padecimiento. Tonteé con ella para ganarme sus favores. Pero comprendí que con ella también acababa la delicia y el gozo, y que si huía de aquella ominosidad desagradable era para mantener lo poco positivo y placentero que aún podía sentir. Poco me faltó para car en el profundo pozo del que tantos no salieron, si no hubiera sido por aquella chica tatuada con el topico Carpe diem que transitaba la noche con estrépito. Había visto muchos tatuajes casi iguales, pero aquella mujer tenía un aura especial, se encaminaba a la destrucción con más decisión y entusiasmo que cualquiera de aquellos pobres dementes que nos agrupábamos en esos ambientes.

Siempre sospechaba del Carpe diem y la vorágine en la que parecía sumergir a sus acólitos. Nunca me creí esas ansias de placeres y felicidades. Aprovecha el momento, sí. Si el momento es de sufrir, sufre y aprovhécahlo. Si hay que gozar, goza y que te sirva de provecho. No hay que toar el mañana demadiado en serio, pero tampoco hay que despreciarlo. Que el provecho del hoy haga mañanas más intensos y provechosos, en la dicha y en la desgracia, en la salud y en la enfermedad.

Así sané en la enfermedad.