jueves, 31 de enero de 2019

Conversar

Conversar. Ir de un tema a otro sin que lleguemos a conclusión alguna, dejándolos a medias. Que las palabras fluyan sin cauce ni rumbo concreto. Acompañarlas de complicidad. Y de alguna copa, que no nos embriagará tanto como lo que digamos. Sin relojes y sin esperar nada concreto. Pero que quede un poso.

Es uno de los grandes placeres de la vida. Y quien tenga alguien con quien conversar tiene un tesoro. 

miércoles, 30 de enero de 2019

Señales del pasado

De tanto en tanto alguien ya casi olvidado se acuerda de nosotros. Viejas amistades que en día frecuentamos. Gentes con las que mantuvimos alguna clase de relación (contractual, laboral, comercial...). Nos comunican algo o sencillamente quieren saber de nosotros (o en el peor de los casos, obtener algo). Fantasmas del pasado que a veces molestan  y a veces generan extrañeza o mera indiferencia. También puede ser una alegría.   

Y también puede ocurrir, como me ha ocurrido hace unas horas, que sean varias personas a la vez las que comuniquen con uno, por motivos diversos y en principio nada conectados entre sí. Se está en alguna clase de vórtice que apunta a uno y que dirige la memoria de los demás. ¿Qué clase de señal hay ahí, si es que la hay? Lo más fácil es darle la culpa a la casualidad y olvidarse. Pero se queda uno algo mosqueado. Y si le sumamos que no han sido las únicas fantasmagorías que me han rondado en las últimas semanas, más aún. 

Es extraño. 

miércoles, 23 de enero de 2019

Ante el mar

Las olas son vistosas y espectaculares. Tienen su peligro. Pero no nos han de hacer olvidar las corrientes, que a menudo son más importantes y hay que tenerlas más en cuenta. Al fin y al cabo, las olas están sólo en la superficie, mientras que las corrientes son más profundas y ocultas. Y en cualquier caso, la resaca suele ser más fuerte que en el envite. 

martes, 8 de enero de 2019

Maneras de olvidar


Hay olvidos y olvidos. Se puede olvidar dónde se dejaron las llaves: es una simple desaparición de un dato en la memoria, o el archivo en algún recóndito que luego cuesta encontrar. Se pueden olvidar hechos y circunstancias, que luego si alguien nos las recuerda no creemos (incluso hasta el punto de negarlas). Hay también un olvido más profundo, más allá de la memoria. Me refiero al sentimental, al que tantas canciones y versos se han dedicado. De la gente significativa (familiares, amigos, amantes...) no nos olvidamos desde la memoria. De hecho, tenemos numerosos recuerdos y viviencias, normalmente asociadas a sensaciones, les recordamos también con el corazón. Cuando este pellizco desaparece es cuando se les ha olvidado. Cuando hay sólo memoria estéril, un mero proyectar imágenes es cuando hemos olvidado. Sucede mucho más de lo que creemos. A veces también cambian los sentimientos concomitantes: del amor podemos pasar al odio, y viceversa. Son formas de recuerdo también.

Y luego está el olvido del Ser, pero ese es otro tema 

sábado, 5 de enero de 2019

Trampas de la memoria

Lo que son las cosas de la memoria y la forma en que reconstruimos nuestro pasado: siempre creí que yo de niño pedía todos los años un Scalextric a los reyes magos, y que nunca me lo trajeron. Pero sí, algún año cayó el Scalextric, y aún está acumulando polvo en un trastero. Me tuvieron que llevar mis padres ante él para que me lo creyera. 

Ahora, trasladen esta anécdota a sucesos de la historia y lo que nos cuentan de ellos. Y sí, hay gentes dedicadas al estudio de la historia. Pero, ¿son fiables los archivos y relatos? Al final, lo interesante no es la narración absolutamente fiel de lo sucedido, sino el aura mítica de la cual sacar una enseñanza y una guía que aún nos interpele. ¿Y no querrán hacer eso muchos historiadores invistiéndose con los ropajes de la ciencia?

jueves, 3 de enero de 2019

La extraña pareja

Cuando empecé el bachillerato (entonces era el BUP, a la edad a la que ahora hacen 3º de ESO), empezó un chaval que venía de otro instituto. El típico repetidor al que los padres cambian para ver si en un nuevo ambiente los estudios mejoran. Era un skinhead. Con una foto de Franco en la carpeta. ¿Y a qué no saben de quién se hizo íntimo amigo? Del punki de la clase. Del que nos endosaba a los Sex Pistols a las primeras de cambio, que emborronaba las mesas con el símbolo de la anarquía y se metía en todos los jaleos que podía. Su amistad duró hasta el COU, momento en que les perdí el contacto al irnos a la universidad. Ninguno de los dos dejó de ser lo que era, y eran inseparables. 

Eran otros tiempos (más abiertos y libres) y éramos jóvenes (también más abiertos y libres). Todo era posible entonces. Y ambos llevaban las mismas botas.