lunes, 26 de marzo de 2018

En tu fiesta me colé

Sábado por la tarde. Una discoteca. Buena música, buen ambiente, copas. Lo estás dando todo. Al lado, un grupo de jóvenes se divierte también. Pero de pronto, uno de ellos, al empezar determinada canción (que ahora mismo no recuerdo), se derrumba y empieza a llorar de forma desconsolada. Sus amigos lo llevan a un rincón e intentan consolarlo, pero resulta imposible. Media hora después, sigue llorando. 

Fue impactante esa imagen, por plástica: en medio de la fiesta, el desconsuelo. Hubo en mi grupo quien hizo algún comentario jocoso, pero yo, de natural cínico y dado al humor negro, no fui capaz de tener ninguna ocurrencia. Me quedé reflexivo, preguntándome qué historia había detrás, preguntándome qué resortes hay en una canción para hacerte pasar de la alegría a la tristeza en unas milésimas de segundo. 

Al rato decidí irme. 

domingo, 18 de marzo de 2018

Inmensa pereza

De tanto en tanto, un hundimiento de unos días. Una caída de tensión. La desgana. La inmensa pereza de realizar cualquier movimiento (físico o anímico). Entonces se hace preciso sacar fuerzas de flaqueza y hacer de la capa un sayo para al menos poder cumplir con lo básico: vivir y todo lo insoslayable. Servicios mínimos. 

Preso de la mentalidad cientifista (causalista y reduccionista) de nuestro tiempo he intentado buscar algún motivo para ello: ciclos lunares, cuestiones climáticas o misteriosos movimientos químicos corporales (difíciles de comprobar), pero no he dado con la clave, si es que la hay. Lo que sí hay es desazón, angustia, proyectos rotos y algún que otro cabreo que sirve de alimento al lleno vacío de la espiral de negatividad. 

viernes, 9 de marzo de 2018

Reaccionarios revolucionarios

Lo que me preocupa de las actitudes revolucionarias del personal es que a veces se quedan en eso, sin ver que en el fondo su aspiración debería ser la de convertir en norma lo reivindicado.

Habría que preguntarse qué va a pasar en el hipotético caso del triunfo. Entonces habrá llegado el momento de ser conservadores, de mantener lo logrado con tanto esfuerzo y de oponernos a los cambios. A no ser que nos instalemos en el postureo de la revolución, en la autocomplacencia del "qué estupendos somos" y ser ratones en la rueda, entretenidos en una labor agotadora e inútil pero que nos mantenga con la adrenalina bien alta. 

En el horizonte de toda revolución está la reacción. 

martes, 6 de marzo de 2018

Baile de máscaras

Somos careta. No hay Yo. No es que escondamos una faz, digamos, nuestra y verdadera, sino que siempre estamos jugando un papel. Es una forma de rellenar, de ordenar el caos vacío que somos. 

La cuestión es si conformarnos con la máscara que nos pongan desde fuera (si es que hay una distinción clara entre dentro y fuera), o si vamos a hacernos una nueva, de dentro hacia afuera. Lo primero es más cómodo, lo segundo más arduo y a buen seguro generará más de un malestar. Pero ¿quién dijo que no haya que sufrir? Hagamos del dolor también un juego. 

viernes, 2 de marzo de 2018

No estar

Hablando con una amiga acerca de una experiencia de salud traumática en la que se ha visto cara a cara con la muerte (dos paradas cardiorrespiratorias), me ha soltado una frase que me ha rondado todo el día. Simple, contundente, como un puñetazo. Directo al diafragma.

Morir es no estar. Fundido en negro y nada más. 

No es que me sorprenda, siempre lo he creído así, a pesar de los relatos sobre túneles, fogonazos de luz o visitas de familiares ya muertos que tanto abundan. En mi ejercicio profesional, y no es que las reanimaciones me sean precisamente ajenas, nadie me ha referido que les haya pasado nada de esta índole, tan sólo un paciente contó que se vio a sí mismo y toda la escena "desde fuera". En cualquier caso, y en sentido estricto, no han estado muertos, sino como mucho en la frontera, así que por mucho que nos esforcemos en pretender aclarar algo no sabemos nada de la muerte. Lo que sí ocurre, y lo he visto en esta amiga, es que te cambia la vida y tu forma de enfrentarte a ella. Dicen que se pierde el miedo. Y eso ya es mucho. 

jueves, 1 de marzo de 2018

Islas Baleares

Nunca he sido muy dado al patriotismo y a toda su parafernalia de himnos y banderas. Considero que son solamente, y en todo caso, la guida del pastel: un adorno que no aporta gran cosa a lo que realmente importa, que es el pastel en sí. Por eso me disgusta según que forma de recrearse en estas cosas, porque muchas veces se les da una importancia excesiva sin atender a lo que de verdad deberían representar (es decir, que se las pasa por delante del país, como si ellas mismas lo fueran). 

A los distintos poderes, muy interesados en inocularnos la infección identitatria, les ha gustado siempre envolverse en la solemnidad de las enseñas al viento y las tonadas épicosolemnes. Es una forma, además de mantener prietas las filas populares, de darse una importancia que no siempre tienen. 

Hoy es el día de las Baleares, un invento surgido desde arriba para conmemorar la aprobación del estatuto de autonomía en un día como hoy pero de 1983. También las Baleares en sí son una entidad artificial (como toda entidad política, en realidad), dado que no existe algo que pueda llamarse "identidad balear". Jamás un habitante de aquí va a decir "yo soy balear". Aquí somos mallorquines, menorquines, ibicencos o formenterenses, y nos desentendemos bastante de las otras islas (aunque las islas que no son Mallorca tienen algunos reproches que hacer, por aquello del centralismo y la "doble insularidad"). Cómo será la cosa que no tenemos un himno balear (hace unos años se intentó hacer uno, pero no cuajó y ni los políticos lo
tienen en cuenta).

Ni siquiera desde el punto de vista geográfico podemos hablar de Islas Baleares en sentido estricto, puesto que no forman una unidad en sentido estricto: hay diferencias geológicas. Y a lo largo de la historia no siempre han sido consideradas una misma unidad, ya que ha habido épocas en que las Baleares eran sólo Mallorca y Menorca, siendo Ibiza y Formentera las Islas Pitiusas. Es más, los avatares históricos han sido diferentes: unas fueron colonizadas por los fenicios, otras ni las tocaron, fueron reconquistadas con muchos años de diferencia cada una, tienen sus propios obispados, Menorca fue inglesa y francesa (cosa que ha marcado mucho el carácter y la cultura menorquines), e incluso en la guerra civil quedaron repartidas entre los dos bandos. 

En cualquier caso, la proximidad geográfica y su tamaño hace que sea más cómodo y práctico  gobernarnos como una unidad. Pero yo, balear, jamás!!!