De tanto en tanto, un hundimiento de unos días. Una caída de tensión. La desgana. La inmensa pereza de realizar cualquier movimiento (físico o anímico). Entonces se hace preciso sacar fuerzas de flaqueza y hacer de la capa un sayo para al menos poder cumplir con lo básico: vivir y todo lo insoslayable. Servicios mínimos.
Preso de la mentalidad cientifista (causalista y reduccionista) de nuestro tiempo he intentado buscar algún motivo para ello: ciclos lunares, cuestiones climáticas o misteriosos movimientos químicos corporales (difíciles de comprobar), pero no he dado con la clave, si es que la hay. Lo que sí hay es desazón, angustia, proyectos rotos y algún que otro cabreo que sirve de alimento al lleno vacío de la espiral de negatividad.
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