domingo, 29 de abril de 2018

Sobre la prensa

Por mi labor profesional tengo conocimiento directo (trato con los protagonistas) de hechos que luego son relatados en la prensa. Y debo decir que casi nunca aciertan. En el hecho general sí (aunque no siempre), pero a la hora de dar detalles no recuerdo ninguna noticia que haya contado lo que sucedió con exactitud. A veces soy benevolente pienso que se trata de una estrategia, de una forma de proteger a las personas que se han visto involucradas en los hechos relatados. Pero otros días me indigno contra toda la profesión periodística. 

También he tenido que bregar con el acoso de la prensa, que se acercan como hienas en cuanto huelen sangre, sin importarles mentir o entorpecer la labor de terceros. 

Por eso pongo en cuarentena la actualidad relatada en la prensa y prefiero no opinar demasiado, puesto que no creo que se nos esté informando con veracidad. Sinceramente, si no son capaces de explicar cosas cercanas de las que publican fotos y vídeos, dudo que tengan alguna credibilidad respecto a hechos más complejos de los cuales hay una zona de penumbra imposible de dilucidar. Y aunque a veces lo parece, no quiero caer en la conspiranoia de acusarles de querer generar un estado de opinión al servicio de oscuros intereses (¿o sí debería?). 

Simplemente epojé, suspensión del juicio. No opinar, aunque a veces todo el entorno te quiera forzar a ello. Y si se hace, poniendo por delante la posibilidad de que las cosas no sean como nos las cuentan. Dudando, siempre dudando. Porque creer a alguien a pies juntillas y no cuestionarlo es otorgarle un poder excesivo, y no estamos como para ir regalando poder. 

Aunque la verdad, tampoco creo que se trate en el fondo de relatar lo que sucede (en el mero hecho de seleccionar qué se publica y qué se deja fuera ya hay un sesgo), sino más bien en dar alpiste, en alimentar opiniones que en realidad ya están formadas de antes. Nutrir un nicho de mercado, porque en el fondo la prensa en un producto que se vende y que ha de subsistir. Es decir, lo que hay que hacen es encajar la realidad en la opinión.  

martes, 24 de abril de 2018

Doma

Ni mantener encerrado al monstruo ni liberarlo vale. Ambas opciones son un suicidio. Sólo cabe domarlo, otorgarle cauces para que salga alguna vez de paseo. Pero la doma también es peligrosa y puede ser destructiva, hay quien se ve arrasado por una bestia que no puede controlar de ninguna manera. Puede que parte del mérito esté en que se crea libre sin que lo sepa. 

sábado, 21 de abril de 2018

Más sobre la Diosa blanca


Los movimientos new-age que proliferaron a partir de los sesenta con una espiritualidad low-cost se apoderaron de las tesis de Robert Graves y han propagado una imagen idílica de ese pasado regido por un benefactor matriarcado y una diosa dulce y mágica. Una Edad de Oro que se vio truncada por el malvado patriarcado y la conspiración de los hombres, celosos de ese poder (en realidad, la tesis que se maneja es algo más prosaica: una invasión de pueblos patriarcales que impusieron sus costumbres). Nada más lejos de la realidad. Porque sí, la Diosa era dadora de vida y cuidaba de sus criaturas. Pero a su manera. Y su manera era ambivalente y cambiante como pluma al viento. También era la diosa de la muerte y señora de los infiernos. En sus rituales exigía sacrificios humanos, descuartizamientos de bebés, cacerías sexuales... Uno de sus apelativos o manifestaciones era "la sanguinaria". Poca broma con la Diosa. 

Una curiosidad con vocación polémica: Graves sugiere que una de las manifestaciones que a día de hoy aún perduran del culto a la Diosa son ¡las corridas de toros!. Originarias de la antigua Creta, su significado sería el del destronamiento y sacrificio de un rey mitológico (el toro) a cargo de la Diosa (el torero, que en un primer momento era una mujer). Desconozco si Graves se manejó con rigor, pero de ser así, resulta muy llamativo. 

martes, 17 de abril de 2018

La Diosa blanca

Ando con La Diosa blanca de Robert Graves, ensayo misterioso, arduo y por momentos tedioso, pero al mismo tiempo hipnótico y sugerente. A través de una en apariencia caótica avalancha de datos mitológicos de distintas culturas y épocas, Graves nos intenta mostrar que hubo un primitivo culto a la diosa, a lo lunar femenino, que fue desbancado por las invasiones arias y sus religiones solares que dieron origen a la cultura griega clásica. Sin embargo, el influjo de la Diosa se mantuvo en muchas costumbres y creencias y ha seguido permeando toda la cultura incluso ya en época cristiana. En concreto, fueron los poetas (él habla de los bardos gaélicos medievales) los que se encargaron de transmitir la vieja fe, cifrándola en sus versos a través de referencias a animales y árboles que en sus referencias mutuas y entrecruzamientos establecían una división del tiempo en el que se desplegaba el dominio de la Diosa (cada árbol y animal simbolizaba los distintos meses y estaciones). Incluso los distintos alfabetos son relacionados por Graves con el viejo culto, según el cual cada letra tenía su significado.  

Aunque esta es la idea de fondo, en ningún momento lo llega a dejar explícito, sino que se deja entrever en medio de la maraña de datos que se derrama como una catarata: referencias a mitos, deidades, leyendas, tumbas... todo está al servicio de la historia de la Diosa, que en su naturaleza variable y proteica fue adoptando distintas formas (incluso masculinas) en cada época y lugar.  Y Graves no lo acaba de aclarar, pero según va avanzando la lectura, uno llega a sospechar que en su ensayo hace un ejercicio poético análogo al que describe cuando habla de los poetas galeses medievales: que dice sin decir, de forma velada y alegórica, salvando la cara a la Diosa de la única forma posible, que es ocultarla. Pero no porque se las tenga que ver con las fuerzas enemigas de los dioses solares, sino porque la Diosa es así: se oculta y no hay forma de aprehenderla, ama los velos, y todo aquél que quiera desvelarla está abocado al fracaso (entre otras cosas porque la claridad y la razón son algo masculino y patriarcal).

Por poner alguna pega, diría que está escrito hace varias décadas (principalmente en los años 50), y puede que algunas teorías hayan quedado desfasadas (cosa que desconozco y tal vez sería conveniente investigar). Del mismo modo, se habrán hecho descubrimientos que tal vez refrenden las hipótesis de Graves (o que las rechacen). Por otra parte, me atrevería a sugerir que lo que hace Graves es actualizar y llevar al terreno histórico (es decir, poniéndola en términos de una lucha efectiva en la prehistoria entre pueblos representantes de ambos principios) la dialéctica de lo apolíneo y lo dionisíaco. En cualquier caso, se trata de una lectura evocadora y sugerente, abierta a interpretaciones y relecturas diversas. 

domingo, 15 de abril de 2018

viernes, 13 de abril de 2018

El cauce del pensamiento

Escribir ayuda a ordenar pensamientos. Les otorga un cauce por el que discurrir al que debemos cuidar. No conviene desbordarlo, y los distintos aportes hay que hacerlos cuidadosamente. No vale el aluvión (aunque las riadas también sirven para depositar sedimento en las orillas, haciéndolas más fértiles). 

En su origen, las ideas son impetuosas, quieren liberarse de forma explosiva. Por eso los primeros apuntes son vertiginosos y caóticos. Es fácil ahogarse en ellos. Pero poco a poco se van remansando, recibiendo aportaciones, engrosándose, formando meandros. Y finalmente llegan al mar, y si se les ha otorgado un buen recorrido, pueden acabar formando un delta y penetrar con su dulzura en el salado mar más allá del límite de la costa. 

miércoles, 11 de abril de 2018

Un escalón por debajo

Saber que todo es cuesta abajo. Que formas parte de la decadencia, que tú eres un escalón inferior. Y aún así esforzarse en mantener con dignidad ante los que están por encima. Tal vez sea lo único a lo que podemos aspirar. Caer con estilo, que al menos, si en algún momento alguien vuelve a estar arriba, no pueda sentir lástima de nosotros.

A nivel colectivo ya estamos desahuciados. Sólo queda optar a un mínimo de salvación personal.

sábado, 7 de abril de 2018

Diarios

Me encantan los diarios. Los periódicos no, sino esas reflexiones que casi todos los días algunas personas van consignando en cuadernos. Tampoco los simples relatos de lo ocurrido durante la jornada (a modo de diario adolescente tipo "querido diario"), sino esos en los que se vuelcan reflexiones y esbozos varios, a veces sugeridos por lo ocurrido, sí, pero sin ser una crónica. Supone todo un arte y requiere de práctica esta labor escrutadora y reflexiva de la vida que de alguna manera pasa por encima de sí misma para asomarse a nuevas cotas. Tal vez deberíamos dedicar todos algún rato al final del día, antes de acostarnos, a escribir unas líneas acerca de lo vivido en las horas previas, dejar volar la mente. Quizás sea una forma de soltar lastre y de dormir mejor, o de ponernos en una disposición adecuada para que el sueño sea más propicio. 

Nietzsche con sus fragmentos póstumos (aunque no sé si son un diario en sentido estricto, ya que se trata más bien de esbozos), las magistrales Radiaciones de Jünger, los Carnets camusianos... todos los he disfrutado, y estoy dispuesto a leer todo lo que pueda caer en mis manos (siempre y cuando tenga un mínimo interés). 

Por lo demás, a veces he intentado llevar mi propio diario, pero lo he abandonado a los pocos días. Tal vez este blog a su manera sea un diario, pero le falta la ligazón con mi vida, ser una reflexión inspirada directamente en ella (aunque algunas entradas sí que lo son). Guardo cuadernos en blanco que han ido cayendo en mis manos que podría ir rellenando día a día, pero no encuentro la suficiente inspiración para ponerme a la tarea. O no tengo nada de interés que sacar de la vida cotidiana. 

martes, 3 de abril de 2018

Hiperestimulados

Vivimos en un continuo estado de hiperexcitación. Los estímulos son tantos que no sabemos ya dónde mirar. Además, lo que nos mueve cada vez es más fugaz: un fogonazo nos basta. Captamos un fogonazo y creemos que ha habido un disparo y que hay una lucha que librar. Pero puede que sólo haya sido fogueo y además dirigido desde la tramoya para despistarnos. 

Cuesta esfuerzo no dispersarse entre tanta llamada de atención, pero tal vez nos convenga centrarnos en algunas pocas cosas y sacarles bien el jugo, sin despreciar nada de todo lo demás. Que los fuegos artificiales no nos impidan ver el cielo y sus estrellas.  

lunes, 2 de abril de 2018

Ni víctimas ni verdugos

Hoy en día hay víctimas de todos los pelajes. Cualquiera se presenta como víctima y pretende que por ello se le perdone todo. Hay bastante impostura en ello, una impostura perversa que banaliza a las auténticas víctimas, provocándoles más perjuicio que beneficio. Además, si hay una víctima hay un verdugo, con lo que en realidad se está promocionando a los verdugos, eso si no se trata en realidad de un afán señalador y acusatorio, tras el cual a lo mejor no hay un espíritu justiciero, sino más bien vengador (la línea que separa justicia de venganza a veces puede ser muy sutil). En este caso, hay algo de verdugo también en la víctima. 
Sea como sea, no se rompe el círculo, lo cual se logra no permitiendo ser víctima sin llegar a ser verdugo. Tan fácil y tan difícil.