martes, 17 de abril de 2018

La Diosa blanca

Ando con La Diosa blanca de Robert Graves, ensayo misterioso, arduo y por momentos tedioso, pero al mismo tiempo hipnótico y sugerente. A través de una en apariencia caótica avalancha de datos mitológicos de distintas culturas y épocas, Graves nos intenta mostrar que hubo un primitivo culto a la diosa, a lo lunar femenino, que fue desbancado por las invasiones arias y sus religiones solares que dieron origen a la cultura griega clásica. Sin embargo, el influjo de la Diosa se mantuvo en muchas costumbres y creencias y ha seguido permeando toda la cultura incluso ya en época cristiana. En concreto, fueron los poetas (él habla de los bardos gaélicos medievales) los que se encargaron de transmitir la vieja fe, cifrándola en sus versos a través de referencias a animales y árboles que en sus referencias mutuas y entrecruzamientos establecían una división del tiempo en el que se desplegaba el dominio de la Diosa (cada árbol y animal simbolizaba los distintos meses y estaciones). Incluso los distintos alfabetos son relacionados por Graves con el viejo culto, según el cual cada letra tenía su significado.  

Aunque esta es la idea de fondo, en ningún momento lo llega a dejar explícito, sino que se deja entrever en medio de la maraña de datos que se derrama como una catarata: referencias a mitos, deidades, leyendas, tumbas... todo está al servicio de la historia de la Diosa, que en su naturaleza variable y proteica fue adoptando distintas formas (incluso masculinas) en cada época y lugar.  Y Graves no lo acaba de aclarar, pero según va avanzando la lectura, uno llega a sospechar que en su ensayo hace un ejercicio poético análogo al que describe cuando habla de los poetas galeses medievales: que dice sin decir, de forma velada y alegórica, salvando la cara a la Diosa de la única forma posible, que es ocultarla. Pero no porque se las tenga que ver con las fuerzas enemigas de los dioses solares, sino porque la Diosa es así: se oculta y no hay forma de aprehenderla, ama los velos, y todo aquél que quiera desvelarla está abocado al fracaso (entre otras cosas porque la claridad y la razón son algo masculino y patriarcal).

Por poner alguna pega, diría que está escrito hace varias décadas (principalmente en los años 50), y puede que algunas teorías hayan quedado desfasadas (cosa que desconozco y tal vez sería conveniente investigar). Del mismo modo, se habrán hecho descubrimientos que tal vez refrenden las hipótesis de Graves (o que las rechacen). Por otra parte, me atrevería a sugerir que lo que hace Graves es actualizar y llevar al terreno histórico (es decir, poniéndola en términos de una lucha efectiva en la prehistoria entre pueblos representantes de ambos principios) la dialéctica de lo apolíneo y lo dionisíaco. En cualquier caso, se trata de una lectura evocadora y sugerente, abierta a interpretaciones y relecturas diversas. 

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