sábado, 21 de abril de 2018

Más sobre la Diosa blanca


Los movimientos new-age que proliferaron a partir de los sesenta con una espiritualidad low-cost se apoderaron de las tesis de Robert Graves y han propagado una imagen idílica de ese pasado regido por un benefactor matriarcado y una diosa dulce y mágica. Una Edad de Oro que se vio truncada por el malvado patriarcado y la conspiración de los hombres, celosos de ese poder (en realidad, la tesis que se maneja es algo más prosaica: una invasión de pueblos patriarcales que impusieron sus costumbres). Nada más lejos de la realidad. Porque sí, la Diosa era dadora de vida y cuidaba de sus criaturas. Pero a su manera. Y su manera era ambivalente y cambiante como pluma al viento. También era la diosa de la muerte y señora de los infiernos. En sus rituales exigía sacrificios humanos, descuartizamientos de bebés, cacerías sexuales... Uno de sus apelativos o manifestaciones era "la sanguinaria". Poca broma con la Diosa. 

Una curiosidad con vocación polémica: Graves sugiere que una de las manifestaciones que a día de hoy aún perduran del culto a la Diosa son ¡las corridas de toros!. Originarias de la antigua Creta, su significado sería el del destronamiento y sacrificio de un rey mitológico (el toro) a cargo de la Diosa (el torero, que en un primer momento era una mujer). Desconozco si Graves se manejó con rigor, pero de ser así, resulta muy llamativo. 

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