miércoles, 29 de noviembre de 2017

Al rebufo de las olas

El mar del ser, que al mismo tiempo nos atrae y nos expulsa. ¿Seremos capaces de no ahogarnos en él? ¿Merece la pena siquiera dar unas brazadas en la orilla de su nada más que atisbada profundidad? ¿Es posible? ¿No es el mar una cubierta puesta sobre lo que de verdad importa, aquello que nos solicita pero que no nos da potra cosa que su rechazo? ¿Podemos plantearnos llegar a algún destino, a algún nuevo continente pleno de riquezas? ¿O sólo nos vamos a quedar en un preguntar infinito cuyas respuestas son otras preguntas? 

lunes, 27 de noviembre de 2017

Geografía truculenta

Una de las cosas que tiene trabajar en un lugar donde se ven muchas desgracias es que luego vas por la calle y sabes que en tal sitio hubo un accidente, de aquél piso cayó (o se tiró) alguien, allí mataron a mengana... Tus paseos se llenan de hitos truculentos, de miliarios morbosos que preferirías no haber conocido. Con el paso del tiempo y la acumulación de experiencias, algunos hechos se te olvidan, pero a veces al pasar por el lugar físico donde acontecieron, regresan a la memoria de golpe, como reprochándote que ya no te acuerdes, exigiendo su parcela para evitar la completa desaparición. 

domingo, 26 de noviembre de 2017

The ghost of a saber tooth tiger. Moth to a flame

Es frecuente ver que los hijos de las grandes estrellas intentan aprovechar el tirón de su apellido para seguir el mismo camino que sus progenitores. Casi siempre el resultado es discreto, cuando no catastrófico. Sin embargo, a veces ocurre que están a la altura. Es el caso, en mi opinión, de Sean Ono Lennon, que desde hace años tiene varios interesantes proyectos en marcha. Tras varios discos en solitario, ha emprendido algunas colaboraciones, de las que cabe destacar dos: la que tiene con el bajista Les Claypool (The Claypool Lennon delirium, un delirio psicodélico y genial) y el que tiene con su pareja, la modelo Charlotte Kemp Mühl, que se hacen llamar The ghost of a saber tooth tiger. Son interesantes y sugerentes. Al menos no parece que se aproveche de la herencia, sino que ha sabido sacarle provecho, que no es exactamente lo mismo. 


viernes, 24 de noviembre de 2017

2.0

Dirán lo que quieran, pero hay segundas partes muy interesantes. Y terceras. Tanto, que no pueden considerarse como tales.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Ascensión

Tras ocho años seguidos en lo que cada uno escribía menos entradas que el anterior (vean el historial al lado, Agua pasada...), he logrado escribir este más que el pasado. No es que sea mucho (sólo 30 entradas), pero implica un cambio de tendencia. He andado disperso y poco expresivo por asuntos varios, y ahora que dispongo de más tiempo, creo que era buen momento para retomar la vieja costumbre de escribir mis delirios y esbozar ideas (porque no creo que les llegue a articular con mucha claridad). Lo hago más por mi que por "la audiencia", a modo de diario público y en tiempo real. Porque siempre he pensado que anotar reflexiones es una actividad autoclarificadora (sacar fuera lo que uno lleva dentro tiene algo de purgar demonios y de toma de perspectiva), y me encanta leer lo que otros han ido escribiendo en su día a día (he disfrutado a Nietzsche, a Camus o a Jünger en su devenir cotidiano, y me han parecido estimulantes y deliciosos). Por eso, pensar que alguien puede leerlo y le provoque alguna clase de reacción (aunque sea negativa) me motiva y hace que me obligue a ello.

He tenido temporadas en las que ni siquiera me lo he planteado. Pero ahora, sea por lo que sea, las ganas y la pulsión han vuelto, con mayor intensidad que los destellos breves que han salpicado los años previos, en los que he dedicado a prometer que seguiría, y al mismo tiempo anunciaba que no lo hacía. Ahora me vuelve a asaltar la inspiración sin irla a buscar, así que hay que aprovechar.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Manson como excusa para explorar el white album

Con una semana de diferencia han desaparecido un hito del humor, de quien todo el mundo ha destacado su bonhomía, y uno del crimen. El bien y el mal. Hoy toca hablar de Manson. Pero no para hacerle un homenaje, sino para aprovechar su obsesión beatlemana para alimentar la nuestra. Porque la ola de la beatlemanía fue tan brutal que azotó algunas mentes desequilibradas (no sólo la de Manson, no olvidemos que a Lennon lo mató un fan). En concreto, Manson vio en el White album de 1968 un mensaje directo para él, y en sus temas creyó escuchar la llamada a una guerra racial apocalíptica (que se iba a llamar Helter Skelter, como uno de los temas más míticos del doble álbum de los Beatles). Helter Skelter escribieron la secta de Manson en algunas escenas de sus crímenes (si se atreven, busquen por ahí las fotos del asesinato de Sharon Tate, son espeluznantes). 

Pero dejemos de lado la mente trastornada del criminal, que al fin y al cabo es solo una excusa para hablar de uno de los grandes discos de la historia de la música popular moderna. 1968, tras el Sgt. Pepper's, los Beatles parecían haber tocado techo creativo, pero se obligaron a ir un poco más allá, y se lanzaron a realizar un disco doble con menos parafernalia artística (la portada era completamente blanca, con el nombre del grupo en relieve, frente a la llamativa y colorida portada del Pepper). Lo importante era lo de dentro. Hay en esas cuatro caras algunos de los mejores temas de los Fab Four. También alguno de los más infames. El bien y el mal de nuevo. Incluso hay algún delirio experimental, el Revolution 9, una colección de sonidos y voces sin estructura ninguna. También está Yoko Ono. Es el primer disco en el que se ve que los cuatro ya empeizan a ir por su cuenta, y en su grabación empezaron las desavenencias más en serio. Se nota perfectamente de quién es cada tema, y aún así hay cierta coherencia. Pero centrémonos en lo bueno, o lo que a mí más me gusta (en el orden en que aparecen): Back in the USSR (la primera de todas, con un aire a lo Beach boys irresistible), Dear prudence, Glass onion (una ironía de Lennon sobre alguna de las canciones antiguas del grupo, se pueden reconocer alusiones a varias de ellas), While my guitar gently weeps (una de las cumbres de Harrison, con la colaboración de su amigo Eric Clapton, una maravilla), Happiness is a warm gun (Lennon otra vez, un trallazo con varios cambios, distintos temas unidos en uno), Martha my dear (tópica y dulzona balada McCartniana, dedicada a su perra), I'm so tired (Lennon proclamando su agotamiento: "daría lo que tengo por un poco de paz mental"), Blackbird (preciosa, escúchenla si no la conocen y juzguen), Why don't we do it in  the road? (un desconocido y bluesero McCartney pidiéndonos que lo hagamos en la carretera), Julia (Lennon cantándole a su madre), Yer blues (otra vez el Lennon agobiado y autolítico, diciéndonos que sólo quiere morir), Sexy sadie (la cumbre Lennoniana del álbum, una poco velada crítica a cierto gurú de la India que los engatusó), Helter Skelter (tras la cumbre de Lennon, la de McCartney, irreconocible en este contundente trallazo), Cry baby cry  (no es la mejor, pero a mi me gusta). 

No sabría decir si es el disco de los Beatles que más me gusta (está ahí ahí con el Revolver), pero sí que es el más complejo y completo. El azar y los años han hecho que lo tenga tripitido en casa: una vez en cassette y dos en vinilo. Todos los he disfrutado y los disfrutaré. Y no descarto que puedan caer más versiones. De tanto en tanto me paso una temporada larga sin ponérmelo, para disfrutarlo más llegado el momento, para redescubrirlo. Y creánme, es estupendo.

Pero dejémonos de palabras y dejemos que hable por sí mismo. Ahí se lo dejo:

https://open.spotify.com/album/03Qh833fEdVT30Pfs93ea6

martes, 21 de noviembre de 2017

Vinilos y ritual

El ritual es algo importante. No es una mera cuestión estética. Por eso todo aquello de peso (o que aspira a tenerlo) se rodea de parafernalia ritual y solemne que lo distinga de la mera cotidianeidad: la justicia (con sus togas, sus fórmulas pomposas, sus martillos...), la política (banderas, himnos...) o la religión (qué les voy a contar, son los grandes maestros). En resumen, que todo es más solemne y tiene más aura si se rodea de ritual. 

La relación con la música también tiene su aspecto ritual. Podemos ligarla a momentos clave de nuestra vida, a grandes ceremonias o a eventos especiales. Pero en el día a día, en el simple hecho de ponerse a escuchar algo, también hay una ritualísitca. En este sentido, quiero destacar la ritualidad del vinilo: aquél sacar el disco de la funda, el cuidado con que se manipulaba para no rayarlo, el tener que cambiar de cara... Todo ello ayudaba y señalaba que ponerse un disco era algo especial. Y por ello no se ponía así como así, puesto que exigía un esfuerzo mayor que un simple hacer doble click a una lista de reproducción que está en la nube (o más cerca, en alguna clase de memoria física). Y tal vez a ello se deba el retorno del vinilo (y sí, claro, también a una cuestión de moda y postureo). Ya con el CD se produjo un rebajamiento. Su duración mayor, el tamaño menor (lo cual hizo que las portadas perdieran peso y fuerza en la obra discográfica), así como el hecho de que no se lo ve mientras se reproduce (lo engulle una máquina), ni tampoco se ven los "surcos" (la materialidad es distinta), hizo que ya nos relacionáramos de forma distinta con su contenido. No hablemos ya de los dispositivos portátiles. Que podamos ponernos música con unos auriculares en cualquier parte y sin esfuerzo reduce la música a un mero acompañamiento (del ejercicio, de la conducción, del trabajo...). Ya no hay que ponerse la música y escucharla, no requiere la misma atención. Y claro, la música misma se ha resentido. 

Pero la cuestión que cabe plantearse qué vino primero. Si se produce la pérdida de ritual (por una simple cuestión pragmática de comodidad) y la relación cambia, o si es más bien que el abandono del ritual es ya un síntoma de que algo ya ha cambiado previamente. 

lunes, 20 de noviembre de 2017

De justicia, víctimas y criminales

No, la justicia no persigue que desaparezcan los delitos. Lo que busca es que los que los cometan, paguen (e indirectamente, disuadir a terceros), y que así quede en cierta medida resarcida la víctima. Creo que es perogrullesco, pero viendo las reacciones del personal, es algo que debe tenerse en cuenta y repetir de tanto en tanto. Porque a veces ponemos los deseos (que no haya violaciones, poniendo un ejemplo al azar...) en el lugar de la realidad (que por mucho que no queramos que haya, las hay, y de lo que se trata es de que el que la haga, la pague), y claro, nos hacemos la picha un lío. Un lío muy grande. 

Y luego, ya, en otro momento, podemos discutir si tenemos el derecho de juzgar a nadie. Lo cual implicaría, sí, que tal vez nadie sea muy dueño de sus actos, lo cual a lo mejor es otro deseo alejado de la realidad. Humo que es cimiento de muchas otras cosas. 

domingo, 19 de noviembre de 2017

Felicità

Me dijeron no hace mucho que parezco feliz. Fue un comentario que no vino a cuento. Tal vez sea porque el asunto de la felicidad ni me lo planteo. No creo que haya perder mucho tiempo en ello (y se hace y se ha hecho, soy consciente de que hubo una época en que fue tema central en la filosofía). Y desde luego, no esforzarse en serlo ni en parecerlo. Tal vez solo así...

jueves, 16 de noviembre de 2017

Seamos serios (y dignos)

Vivimos en primera persona. Nuestras cuitas, problemas, preocupaciones (también las alegrías, pero hoy no hablamos de eso) las vivimos nosotros. Nos ocupan. Y nadie más las experimenta, no al menos como nosotros. Es innegable. Pero también lo es que, aficionados como estamos a exponernos y a buscar la aprobación de los demás (seguidores, likes...), tendemos a exagerar y al postureo. Todo sea por acaparar algo de atención. Así, los asuntos se magnifican, a veces de forma grotesca y ridícula. Porque en general nuestros problemas son nimiedades si los comparamos con los que se han vivido y se viven por ahí. Ni hemos padecido hambre, ni guerras, ni nos han metido en un campo de prisioneros, ni nos hemos visto forzados a huir, ni tampoco estamos en una zona dada a las grandes catástrofes naturales. Todo es bastante apacible en nuestro entorno (aunque hay paro, deshaucios, atentados, enfermedades...). Por eso me parecen repugnantes algunos aspavientos y golpes de pecho con según qué temáticas. Y es que aunque nos vivamos con angustia, no está de más ponerse un poco en perspectiva. Por amor propio. Por respeto a quienes de verdad sufren y han sufrido. Y por estética, porque de lo trágico a lo cómico a veces hay un pequeño paso. 

lunes, 13 de noviembre de 2017

Hasta luego, Chiquito

No puedo pasar por alto la gran pérdida del gran Chiquito de la Calzada, don Gregorio Esteban Sánchez Fernández. Yo que soy muy del chiste y la humorada, he disfrutado mucho de sus aspavientos, sus chistes, sus expresiones y palabros. Las primeras veces que lo vimos nos preguntábamos qué hacía ese señor mayor con camisas inverosímiles ahí alargando chistes breves (y malos, por lo general) de una forma inverosímil. Te hacía prestarle atención, y acababas revolcado de la risa. Puede que por momentos se hiciera pesado que todo el mundo imitara sus "jarl", sus "no puedo" y sus "caballos de Bonanza" (las cosas de la moda), pero una vez pasado el furor original, no se le olvidó (como ocurre con muchas modas), y de un modo u otro siguió apareciendo y acabó formando parte del mensaje. 

Gustara más o menos su humor, dos cosas me gusta destacar de él, sobre todo en la hora de su desaparición. La primera es que logró poner bastante de acuerdo a un país muy dado a discutir por cualquier tontería. Chiquito no ha tenido "haters", y si los ha tenido no han sido muy beligerantes. Incluso ha habido culturetas que adoptan poses snob y hacen ver que toman distancias con lo popular han caído en las redes del chiquitismo. En resumen, y ahora se ve, se le tenía mucho cariño, lo cual tiene que ver con la segunda cosa. Y es que era alguien entrañable, buena gente, de esa que se ve entre los más humildes. Porque su vida no fue fácil: tuvo que dar muchos tumbos antes de triunfar en algo que parece que para él era natural (lo de contar chistes con gracia) y no era su profesión "original" (cantaor flamenco, que tuvo que irse hasta a Japón para ganarse el pan, lo cual es tan bizarro que resulta genial). Y el triunfo le llegó a una edad en la que los demás piensan en jubilarse.

Por todo eso, y aunque sea ley de vida, es una pena que se tengan que marchar estas gentes que nos han hecho reír y disfrutar. Así que nada, no podemos despedirlo de otro modo que con su famoso "Hasta luego Lucaaaas". 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

El trabajo de la belleza

La belleza está ahí, es más abundante de lo que nos creemos. Sólo percibimos de forma natural la que está saturada de sí y no nos cuesta esfuerzo. Pero hay más. Incluso en lo desagradable y feo la hay. Sólo hay que salir a su encuentro. ¿Estamos dispuestos al esfuerzo y la apuesta?

martes, 7 de noviembre de 2017

Twin peaks. Tercera temporada

Acabo de terminar de ver la tercera temporada de Twin Peaks. Vi las dos primeras y la película (Fuego, camina conmigo) hará cosa de tres años (curiosamente, antes de que se hiciera público que se iba a hacer esta nueva temporada). En su momento, cuando salió la serie, no la seguí, aunque recuerdo muy bien que la gente andaba como loca con esta serie. El famoso "quién mató a Laura Palmer" y la atmósfera misteriosa y onírica que todo lo impregna causaron furor e intriga, al mismo tiempo que debates, teorías e interpretaciones varias. En aquellos años 90 se conjuntaron el FBI y el misterio de una extraña forma y muy exitosa (recuerden Expediente X, que también ha vuelto recientemente). 

El punto de partida es muy sencillo: en el último capítulo de la segunda temporada, Laura Palmer le dice al agente Cooper enla logia roja que lo volverá a ver al cabo de 25 años. Han pasado y se han vuelto a ver. A partir de aquí, el delirio de Lynch. A decir verdad, no sé muy bien lo que he visto. Teniendo en cuenta los viejos capítulos, la película y su tono, no esperaba otra cosa. Pero es que la profusión de escenas hipnóticas, oníricas y extrañas es brutal. Se ha tratado, simplemente (tan fácil y tan difícil), de sentarse en la butaca, poner la tele y disfrutar de los fuegos artificiales sin esperar un sentido. Y sin embargo, de alguna manera extraña, inesperada y desde luego no racional, lo tiene, y se ve sobre todo en los dos últimos capítulos. No es que todo se aclare, qué va. Es más, uno sale con más dudas de las que ha entrado. Y a pesar de ello, se cierra algún círculo, que no es otra cosa que abrir la puerta a más. 

A destacar: las actuaciones musicales. Porqué sí, porque en cada capítulo (excepto en el último), sin venir demasiado a cuento, hay una escena en un bar donde se actúa. Hay apariciones estelares como las de Nine inch nails o Eddie Veder, y otra gente que no conocía, pero todos abundan en la atmósfera lánguida y extraña de la serie. 

Si ha de haber otra temporada, aunque sea dentro de otros 25 años, bienvenida será. Sea lo que sea. 

lunes, 6 de noviembre de 2017

La marcha del tiempo

Últimamente ando con el tema del paso del tiempo, será por la edad, que ya va otorgando una perspectiva. Y que uno ya es oficialmente un pureta, o lo que antes se llamaba un carroza. Hay síntomas por todas partes. Uno de ellos es al salir de noche (cosa que hago ahora en mayor cantidad y calidad que de más joven) y las reacciones con la música. Como me pongan algo "de mis tiempos", aunque en su día no me gustara, me vengo arriba y lo doy todo. De algún modo es mío, y así lo vivo. Pero veo a los jovencillos que hay por allí (me gustan los locales en los que hay gente variopinta y mezclada) que o no reconocen las canciones, o las bailan con más desgana, o simplemente para ellos son clásicos (es decir, algo que está ahí desde siempre). Ganas me entran de decirles que yo viví la eclosión de esos temas, que he conocido un mundo en el que no existían aún. 

El pasado sábado este contraste lo pude ver de una forma muy clara. Un conocido toca en un grupo que hace versiones de grunge. En un mítico garito palmesano dedicado a lo heavy y alternativo. En su día no es que yo fuera grunge, pero me sabía muchos de los temas que tocaron puesto que eran los que sonaban en la radio.  Los más talluditos (habíamos unos cuántos) estábamos encantados, mientras que los más jóvenes, adolescentes y postadolescentes, casi ni conocían nada y se dedicaban a los billares y a menearse por allí sin demasiado entusiasmo. 

Yo lo veo desde mi perspectiva, pero también estoy del otro lado: lo que a ellos les gusta y les motiva (el trap este del que ahora se habla mucho) a mi no me dice nada. Que cada uno tiene su camino, y aunque veces se crucen, no son ya el mismo. 

jueves, 2 de noviembre de 2017

En el mundo

En nuestra sociedad egocéntrica (en la que el Yo es el centro, hacia el que todo confluye y desde donde todo emana), el entorno queda como un mero paisaje, un adorno que acompaña. Sin embargo, se hace preciso el fluir con el ambiente, dejarse llevar, ser más permeable y sensible a todo lo que nos rodea, porque nos condiciona y nos construye en una medida mayor de lo que nos creemos. No es que seamos algo pasivo y siempre a merced, pero tampoco somos el rompeolas firme y seguro que se mantiene en medio de la tempestad (y que por lo tanto, le es en buena parte ajena).

Todo esto, para querer decir que hay que aprovechar las corrientes favorables, saber reconocerlas, evitando las perjudiciales en la medida de lo posible. Saber, en definitiva, que somos algo en el mundo, y no un algo enfrentado a él (no en el sentido de lucha, sino en el de puesto frente a).