lunes, 31 de diciembre de 2018

Mi 2018

Se acaba 2018. El año en que he cambiado de década. En que me he convertido en doctor y también en tío. Ha traído cosas, más positivas que negativas, no me puedo quejar. 

También en este año he vuelto a prestarle más atención al blog (hasta llegar al nivel de entradas, al menos en cantidad, no sé si en contenido, de 2012) y he iniciado un diario (más personal que el blog, aunque algunas ideas que en él vuelco han acabado también aquí) que nadie va a leer, pero que me sirve de estímulo para no anquilosarme demasiado.

En lecturas, ha sido un año en el que destacaría a Robert Graves, Albert Camus, Aleksandr Solzhenitsyn o Ernst Jünger. Además, he abandonado el ebook para volver al papel. 

En música, más allá de los de siempre, me quedo con tres voces femeninas que me han emocionado y conmovido: Maria Arnal, Nina de Juan y Silvia Pérez Cruz. Vinilos y conciertos varios, siempre menos de los que me gustaría.

También, ahora que dispongo de más tiempo, he vuelto a ver películas (siempre he dicho, con sorna, que soy un cinéfilo no practicante, por aquello de que a veces me cuesta encontrar huecos de dos horas o más para el cine), actuales y clásicas. Y por supuesto, series: The terror, La maldición de Hill House, Better call Saul, Fargo...

Y también es el año que visité Liverpool. Tierra santa para los fans de los Beatles: el Cavern, Penny Lane, Strawberry Fields... Fui por los Beatles, pero Liverpool es mucho más que ellos.

A ver qué depara 2019. 

domingo, 30 de diciembre de 2018

El milagro mallorquín de cada fin de año

Todos los años, por esas fechas, se produce un milagro en Mallorca. Dicho fenómeno sobrenatural consiste en que los que el reciente 12 de octubre se han blanqueado abominando de la conquista de América, reivindicando a los oprimidos y exigiendo mea culpas a los descendientes de los conquistadores, celebran con alborozo la conquista de la isla por parte de las tropas de Jaime I el Conquistador (del Reino de Aragón, corona catalano-aragonesa o como quiera que ahora esté de moda llamarla) el 31 de diciembre de 1229. Se celebra el "nacimiento de nuestro pueblo" (sic.), sin hacer ninguna referencia a las matanzas que tuvieron lugar, las cuales diezmaron la población hasta el punto que la isla yuvoq ue repoblarse con gentes venidas de fuera (mayormente catalanes, de ahí que aquí se hable catalán, pero no sólo: también hubo castellanos y navarros). Toda esa sensibilidad hacia los pobladores previos a la llegada de Colón se esfuma en cuestión de dos meses y medio y nadie se acuerda de los pobres musulmanes que aquí vivían (al menos hay una plaza que recuerda a Abu-Yahya, el valí que rindió la isla) y que se vieron desplazados por los cristianos. 

Obviamente, no se trata de una cuestión de sensibilidad hacia las víctimas, sino de utilizarlas contra sus victimarios, que en un caso son parte del imaginario del mal, y en el otro son "los nuestros". Un doble rasero como una catedral, uno de tantos. En el fondo, nos la trae todo muy al pairo, y más cuando han pasado ya muchos siglos. Lo importante es cavar la trinchera ideológica. Y al final, la conquista de Mallorca forma parte de la Reconquista, eso tan español de lo que aún no parece que hayan logrado desembarazarse, cuya adoración acrítica comparten con el nacionalismo español. 

viernes, 28 de diciembre de 2018

Noches rigurosas

Según se ha creído en centroeuropa durante siglos, las seis últimas noches del año y las seis primeras son uno de esos periodos en los que el velo que separa el mundo de los vivos y el de los muertos (y no solo de ellos, sino de los espíritus en general) se atenúa y se pueden establecer contactos con más facilidad. Puede que tenga que ver con el frío o con la oscuridad (aún se esta en los días más cortos del año, y aunque ya ha pasado el solsticio, el aumento de tiempo de luz es despreciable, apenas de uno o dos minutos), pero es cierto que hay una densidad distinta. Puede que por ello estos días estén trufados de fiestas importantes (San Esteban, Año Nuevo, la Epifanía), en los que tendemos a agruparnos, hay entidades que reparten regalos y a las que en cierta medida hay que contentar (en Laponia creen en unos espíritus malignos con barbas blancas que asesinan a la gente y entran en casa por la chimenea...), en los que hay otra intensidad vital, en definitiva. Quizá sea una pervivencia, o la simple evolución de algo más telúrico y profundo que con el tiempo va mutando. 

En cualquier caso, es sospechosa la cantidad de épocas en las que se abren las puertas de los otros mundos: noche de Walpurgis (30 de abril), noche de San Juan (23 de junio), noche de difuntos (1 de noviembre), ahora estas noches rigurosas... A lo mejor es que están más abiertas de lo que queremos creer. O que no hay nada de eso y nos buscamos excusas para asustarnos y hacer fiestas. 

jueves, 27 de diciembre de 2018

Catalizadores del mal

El mal existe y está por todas partes. Hay gente más miserable y mezquina, es cierto, pero todos hemos cometido alguna tropelía. Y luego están los personajes malvados: seres que a lo largo de la historia han acumulado más infamia y a los que tenemos por personificaciones del mal. Con todo, hay en ellos algo de "hombres de paja", en un intento de exorcizar nuestro mal. Como si al poner ante nosotros un mal más puro, la maldad que albergamos fuera menor, sintiéndonos así descargados. Porque nosotros somos los buenos. Estos destilados del mal lo que hacen en realidad es concentrar, canalizar y catalizar la maldad, darle curso y potenciarlo. Pero no lo crean ellos, ya estaba ahí antes de su llegada, y forman parte de las crecidas que de tanto en tanto nos asolan. Surfean el tsunami, parece que lo dominan, hasta que se los traga. 

lunes, 24 de diciembre de 2018

Anhelo


Recientemente se ha celebrado un concurso de relatos en mi hospital. Participé con este relato al que titulé Anhelo. Como no ha ganado, aquí os lo endoso: 

26 de abril

Ahora que todo acaba no entiendo cómo no lo vimos venir. Vivíamos inmersos en un caos creciente que nos absorbía y no supimos detectar las señales del deterioro. Y de pronto, por sorpresa, llegó el estallido. No nos podía estar pasando. Mientras la lucha se encarnizaba en el frente, aquí empezaron las expropiaciones, los saqueos, el pillaje, las deportaciones masivas, las torturas y los asesinatos. Obligados a vivir semiocultos y a subsistir con nuestros propios medios, nos acostumbramos al miedo y llegamos a poder conciliar el sueño a pesar del temor a que en cualquier instante pueda acabar todo merced a algún bombardeo o a las brigadas patrióticas que van en busca de chivos expiatorios con los que saciar su sed de sangre y calmar la frustración de una realidad que nos sobrepasa.

La situación es muy grave. Al principio creímos que iba a ser breve. El ejército avanzaba y las victorias se sucedían. Parecía un juego de niños y las autoridades nos vendieron el inmediato dominio del continente. Incluso hubo quienes, reacios en un primer momento, se dejaron llevar por la euforia y el fanatismo más radical. Pero no contaban con la astucia del enemigo, que les dejó creer que estaban a punto de ganar. Fue entonces cuando desplegaron la nueva y definitiva arma. Era algo nunca visto: una onda que provocaba que las cosas se derritieran de dentro afuera de forma progresiva. Todo quedaba reducido a un fino polvo. Allí donde había una ciudad, tras el ataque sólo quedaba un desierto de cenizas sobre el que nada podría crecer en varios milenios. Varias urbes han quedado arrasadas y no se conoce de nadie que haya sobrevivido. Por lo que se ha visto en las emisiones de las cámaras antes de destruirse, la gente corría de un lado a otro, desgarrándose las vestiduras, arañándose, gritando, sacándose los ojos... “Me quema” -se oía- “sacadme esto”. Se les vio así durante horas, en una suerte de tarantela masiva. Hubo quien optó por estamparse de cabeza contra las paredes que se iban reblandeciendo, en busca de un final más rápido. Destruidas las cámaras, aún se oyeron alaridos y estertores durante algunos minutos. Después, el silencio.

Así las cosas, ha empezado a correr el veneno de mano en mano. Los hospitales han quedado desabastecidos de somníferos y sedantes. He conseguido varias cápsulas. Todo sea por evitar el horror. Se aproxima a la ciudad una formación de los vehículos que propagan el pulso mortal. Son complejos y lentos, pero casi invulnerables. Ya les he dado la cápsula a los niños. No he querido tomarla aún para acompañarles en sus últimos instantes. Su respiración ya es débil e irregular. Luego será mi turno, y no veo el momento de llegar a la paz.

domingo, 23 de diciembre de 2018

jueves, 20 de diciembre de 2018

Endogamia universitaria

Entre unas cosas y otras he estado más de veinte años vinculado a la universidad. Centro de generación de conocimiento y se supone que de estudio (de la realidad, se entiende, no de mero estudiar para aprobar). Ciertamente es así, pero no es menos cierto que hay una tendencia a la endogamia que se ha ido agudizando con los años. No me refiero a la proverbial y casi imposible de erradicar (hasta ahora, no hay ley que lo haya conseguido, aunque muchas de ellas proclaman que es uno de sus objetivos) capacidad de la universidad para emplear a alumnos suyos, así como un endiablado sistema de alumnos colaboradores que lo que consigue es que estos poco a poco puedan ir medrando a la sombra de sus preceptores. Con la endogamia me quiero referir al hecho de retroalimentarse de la universidad misma y de su producción, desvinculándose del mundo al que en última instancia se debe. 

Se montan congresos, se hacen publicaciones, se hcen tesis doctorales... y todo dando vueltas a autores y temáticas internas al mundo de la universidad. Es todo cada vez como una inmensa tertulia en la que se habla del mundo pero cada vez se está más desconectado de él, porque se comenta a través de lo que otros han comentado, entrando en polémicas y discusiones que lo que hacen es retroalimentar el círculo. Al final, acaban saliendo de ahí personas que han perdido la capacidad de observación, sino que pretenden dictarle al mundo lo que debe ser. Y lo hacen desde la seguridad de haberlo estudiado (claro que con sus filtros y mecanismos), lo que ya supone una cierta lejanía.

Por otro lado, y creo que ya lo he comentado con anterioridad, cada disciplina se centra mucho en sí misma, sin tomar en cuenta a las demás. Como herramienta analítica puede estar bien, pero no se debe perder de vista que en última instancia, el fenómeno que focaliza la atención no se da analíticamente aislado, sino interconectado con muchos otros. Por eso echo de menos el diálogo entre disciplinas, que se tengan en cuenta y no vivan tan de espaldas las unas con las otras, porque esto también hace que se desfigure la visión y que los árboles no dejen ver el bosque.

Ya estoy fuera de la universidad, y por momentos debido a estas cosas, he tenido la tentación de abandonarla antes de alcanzar lo que me había propuesto. Quizás debería haberlo hecho, pero es que cuando me propongo algo, no lo dejo fácilmente. 

martes, 18 de diciembre de 2018

La infamia que albergamos

¿Qué nuevas injusticias estamos generando por cada injusticia "resuelta"? Estamos encantados de conocernos y creemos en el progreso por estar eliminando viejas cuestiones que nos parecen indignas. Y está bien. Pero yo me pregunto qué hechos que damos por sentados y por naturales no estaremos cometiendo con total tranquilidad y que los tiempos futuros nos afearán (sólo espero que no sirvan para censurar la época al completo, tal y como hacemos ahora). No podemos ponernos estupendos, pues. 

No hay progreso (idea de la que cada vez sospecho más), sólo movilidad. 

lunes, 17 de diciembre de 2018

Los juegos de la humanización

Las personas dedicadas a la gestión sanitaria han descubierto una nueva palabra mágica: humanización. Y se han lanzado a una carrera por ver quién es más humano. Es otro de esos conceptos vacíos pero que llaman la atención y que repetimos en busca de aprobación y aplausos. Porque, ¿quién va a estar en contra de humanizar?. Si ser humanos es lo que queremos ser. Pero no, humanos es lo que somos, y eso incluye la miseria. La misma que hace que escondidas tras estas ideas rimbombantes se escondan plantillas cada vez más cortas y explotadas, quemadas, pero encantadas de haberse conocido porque, qué diablos, nos han puesto unas pegatinas en la unidad y llevamos uniformes con colorines que creemos que dan el pego. Igual que esas empresas informáticas tan campanudas que tienen horarios flexibles y parques para que los empleados jueguen y "creen", pero que tienen unas tasas de suicidios mayor. 

Que nadie se confunda, me parece genial que se adapten las estancias, que se hagan más cálidas, que un hospital no sea ese lugar inhóspito, aséptico y desagradable que normalmente es. Lo que me chirría es todo este fuego de artificio, esta carrera por acaparar artículos y premios a rebufo de algo cosmético y que en el fondo revela que se ha alcanzado un cierto límite (que no se puede o no se quiere traspasar). En realidad, es algo muy viejo: ya Florence Nightingale en el siglo XIX puso el acento en ciertas cuestiones ambientales a la hora de cuidar. 

Nos humanizamos. Somos estupendos. Admiradnos. Resulta que hemos descubierto la humanidad en el siglo XXI. ¿Qué será eso de la Humanidad? Y antes, ¿qué éramos?.

sábado, 8 de diciembre de 2018

El apocalipsis será patrocinado

En estos tiempos raros, nos venden el apocalipsis. Cada día uno distinto. Son muchos los frentes por los que puede venir. En cualquier caso, será retransmitido y hasta patrocinado. Pedro nos anuncia la llegada del lobo, y es muy posible que acabe llegando. Pero me temo que no será por dónde él diga. Es más, puede que incluso ni no enteremos de que nos ha comido. Hasta puede que ya estemos en sus tripas. 

lunes, 3 de diciembre de 2018

La tormenta

Llevamos instalados desde hace años en una borrasca que tiene pinta de ser una tormenta perfecta. Pero que no se acaba de desatar. Se van sumando factores que lo empeoran, pero todo sigue en una calma cómoda. O no. A lo mejor es una situación que hace décadas hubiera resultado insoportable, pero que ahora sobrellevamos más o menos impávidamente. No hemos acostumbrado. Por eso es posible que de estallar, sea de forma inesperada y por cualquier minucia. Porque muchas explosiones las inicia una inocente cerilla. Mientras tanto, vamos acumulando presión. 

sábado, 1 de diciembre de 2018

Queridos camaradas

Nos faltan experiencias de las que crean camaradería. Generaciones anteriores las tuvieron: guerras, servicio militar, la miseria, el hambre, las penurias... Nosotros como mucho hemos compartido fiestas. Y sí, se hacen amistades, pero no es lo mismo, el vínculo que se crea es distinto, en el que el otro cuenta menos. Ni siquiera la emigración es ya lo mismo (las posibilidades de comunicación son mucho mayores, y eso atenúa el desgarro del desarraigo). La intensidad es menor, y los puentes que se tienden son menos fuertes. Pero necesitamos esa intensidad, y ya que no está, se la añadimos de forma cosmética, en paquetes que se nos venden hechos y que cada uno consume a placer. Y así estamos, solos, pero intensos, satisfechos en falso, vacíos pero contentos (al menos de cara a la galería).