Nos faltan experiencias de las que crean camaradería. Generaciones anteriores las tuvieron: guerras, servicio militar, la miseria, el hambre, las penurias... Nosotros como mucho hemos compartido fiestas. Y sí, se hacen amistades, pero no es lo mismo, el vínculo que se crea es distinto, en el que el otro cuenta menos. Ni siquiera la emigración es ya lo mismo (las posibilidades de comunicación son mucho mayores, y eso atenúa el desgarro del desarraigo). La intensidad es menor, y los puentes que se tienden son menos fuertes. Pero necesitamos esa intensidad, y ya que no está, se la añadimos de forma cosmética, en paquetes que se nos venden hechos y que cada uno consume a placer. Y así estamos, solos, pero intensos, satisfechos en falso, vacíos pero contentos (al menos de cara a la galería).
No hay comentarios:
Publicar un comentario