El mal existe y está por todas partes. Hay gente más miserable y mezquina, es cierto, pero todos hemos cometido alguna tropelía. Y luego están los personajes malvados: seres que a lo largo de la historia han acumulado más infamia y a los que tenemos por personificaciones del mal. Con todo, hay en ellos algo de "hombres de paja", en un intento de exorcizar nuestro mal. Como si al poner ante nosotros un mal más puro, la maldad que albergamos fuera menor, sintiéndonos así descargados. Porque nosotros somos los buenos. Estos destilados del mal lo que hacen en realidad es concentrar, canalizar y catalizar la maldad, darle curso y potenciarlo. Pero no lo crean ellos, ya estaba ahí antes de su llegada, y forman parte de las crecidas que de tanto en tanto nos asolan. Surfean el tsunami, parece que lo dominan, hasta que se los traga.
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