jueves, 2 de noviembre de 2017

En el mundo

En nuestra sociedad egocéntrica (en la que el Yo es el centro, hacia el que todo confluye y desde donde todo emana), el entorno queda como un mero paisaje, un adorno que acompaña. Sin embargo, se hace preciso el fluir con el ambiente, dejarse llevar, ser más permeable y sensible a todo lo que nos rodea, porque nos condiciona y nos construye en una medida mayor de lo que nos creemos. No es que seamos algo pasivo y siempre a merced, pero tampoco somos el rompeolas firme y seguro que se mantiene en medio de la tempestad (y que por lo tanto, le es en buena parte ajena).

Todo esto, para querer decir que hay que aprovechar las corrientes favorables, saber reconocerlas, evitando las perjudiciales en la medida de lo posible. Saber, en definitiva, que somos algo en el mundo, y no un algo enfrentado a él (no en el sentido de lucha, sino en el de puesto frente a). 

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