El mar del ser, que al mismo tiempo nos atrae y nos expulsa. ¿Seremos capaces de no ahogarnos en él? ¿Merece la pena siquiera dar unas brazadas en la orilla de su nada más que atisbada profundidad? ¿Es posible? ¿No es el mar una cubierta puesta sobre lo que de verdad importa, aquello que nos solicita pero que no nos da potra cosa que su rechazo? ¿Podemos plantearnos llegar a algún destino, a algún nuevo continente pleno de riquezas? ¿O sólo nos vamos a quedar en un preguntar infinito cuyas respuestas son otras preguntas?
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