No puedo pasar por alto la gran pérdida del gran Chiquito de la Calzada, don Gregorio Esteban Sánchez Fernández. Yo que soy muy del chiste y la humorada, he disfrutado mucho de sus aspavientos, sus chistes, sus expresiones y palabros. Las primeras veces que lo vimos nos preguntábamos qué hacía ese señor mayor con camisas inverosímiles ahí alargando chistes breves (y malos, por lo general) de una forma inverosímil. Te hacía prestarle atención, y acababas revolcado de la risa. Puede que por momentos se hiciera pesado que todo el mundo imitara sus "jarl", sus "no puedo" y sus "caballos de Bonanza" (las cosas de la moda), pero una vez pasado el furor original, no se le olvidó (como ocurre con muchas modas), y de un modo u otro siguió apareciendo y acabó formando parte del mensaje.
Gustara más o menos su humor, dos cosas me gusta destacar de él, sobre todo en la hora de su desaparición. La primera es que logró poner bastante de acuerdo a un país muy dado a discutir por cualquier tontería. Chiquito no ha tenido "haters", y si los ha tenido no han sido muy beligerantes. Incluso ha habido culturetas que adoptan poses snob y hacen ver que toman distancias con lo popular han caído en las redes del chiquitismo. En resumen, y ahora se ve, se le tenía mucho cariño, lo cual tiene que ver con la segunda cosa. Y es que era alguien entrañable, buena gente, de esa que se ve entre los más humildes. Porque su vida no fue fácil: tuvo que dar muchos tumbos antes de triunfar en algo que parece que para él era natural (lo de contar chistes con gracia) y no era su profesión "original" (cantaor flamenco, que tuvo que irse hasta a Japón para ganarse el pan, lo cual es tan bizarro que resulta genial). Y el triunfo le llegó a una edad en la que los demás piensan en jubilarse.
Por todo eso, y aunque sea ley de vida, es una pena que se tengan que marchar estas gentes que nos han hecho reír y disfrutar. Así que nada, no podemos despedirlo de otro modo que con su famoso "Hasta luego Lucaaaas".
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