Vivimos tiempos autocomplacientes. Todos somos la clave de bóveda del universo, y nuestras actitudes y creencias son las mejores. Por lo tanto, cualquiera que se desvíe de ellas, está bajo sospecha. Mientras tanto, todo se derrumba a nuestro alrededor. Pero no es culpa nuestra, es cosa de los otros, que ya les vale, no seguir nuestra senda.
Esta tesitura es el substrato para que acabemos cometiendo los mayores desmanes, y nos hace falta más autocrítica, dejar que se cuele la duda en nosotros y nos impregne, para ponernos un poco de freno.
No tengo ninguna duda de que Stalin con sus purgas o Hitler con su solución final (los malos malísimos de la historia) estaban convencidos de actuar correctamente.
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