Aficionado como soy a los diarios (ahora he vuelto a Jünger), me pregunto qué es lo que hace buena una bitácora. Porque no se trata de una simple recopilación de hechos, como el tópico diario secreto de una adolescente (querido diario:...). No creo que se trate de ir relatando lo que a uno le pasa, aunque es evidente que hay acontecimientos que se deben reseñar, por su importancia o significado. De lo que se trata es de las vivencias: no el qué, sino el cómo, lo que las experiencias remueven en nosotros, lo que generan. Porque la vida no es sólo una simple sucesión de hechos externos y objetivos, sino también lo que todo eso provoca en nosotros: sentimientos, reflexiones, experiencia. Eso es lo que se refleja en un diario. Los hechos cotidianos han de ser anzuelos con los que pescar ideas y sensaciones, buenas piezas que luego se exhiben en el salón de trofeos del papel. Así, es posible llevar una vida anodina y monótona pero llevar un buen diario (aunque, qué duda cabe, cuantas más cosas se vivan, y más variadas, más anzuelos se habrán tendido).
Llevar un diario supone tener un foco con el que escrutar la vida y el mundo, una lente de aumento y un telescopio con los que observar más detalles de lo lejano y lo cercano. Se acerca uno a las cosas más a conciencia, con una atención distinta.
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