Parménides atribuía a los muertos la capacidad de sentir el frío, la oscuridad y el silencio. Ese es su mundo. Eternamente. Es preciso, pues, acumular y disfrutar del calor, la luz y los sonidos ahora que podemos en este breve lapso de tiempo (el tiempo es cosa de vivos), aunque sea con la falsa creencia de que hay que compensar el máximo posible del abismo en que caeremos algún día, y en el que no tendremos memoria alguna en que consolarnos.
2 comentarios:
No le haría mucho caso a Parménides, que era un cachondo. ¿O no fue el primer chiste de la historia aquello de "el ser es y el no ser no es"?
Tenía guasa, sí, pero no me negará que la idea no es potente (las dos, la del ser y la de la percepción de los muertos).
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