jueves, 30 de diciembre de 2010

La mala educación

Si hay profesores que nos han marcado positivamente, a los que admiramos, respetamos y guardamos gran cariño con el paso de los años, no es menos cierto que hay otros que marcan por la vía negativa. Con ellos aprendimos en buena parte (si por fortuna no lo habíamos aprendido ya en casa) lo que es el miedo y el odio. En mi caso son dos. Uno de ellos fue mi tutor en 5º de EGB: violento (en cierta ocasión le vi coger a dos niños mientras guardaba el recreo y entrechocar sus cabezas, es una imagen que no olvidaré), maleducado (no tenía ningún problema en cortarse las uñas, comerse un bocadillo o hurgarse la nariz mientras explicaba la lección), irrespetuoso (no tenía reparo en insultar y vejar al personal, otra de las cosas que no olvidaré es cómo llamó "putita" a una compañera, que es una de las personas a las que más quiero y con quien mantengo amistad desde que los dos teníamos cinco años), en fin, toda una joyita. Que te preguntara la lección era toda una lección de aplomo y de templanza (no debía notar que estabas nervioso, porque podía caerte una burla o, en los días malos, una bofetada). Fue todo un alivio dejarlo atrás. 

La otra fue más adelante. Aunque parezca increíble, bordeando la mayoría de edad, una tipa que no nos llegaba ni a los hombros nos tenía a todos acojonados. Sus exámenes sorpresa, sus cambios bruscos de humor, su severidad y sus castigos aleatorios (una vez castigó a toda la clase por algo que cometió un alumno concreto sin que nadie lo encubriera y sabiendo a las claras quién había sido), su cara de perro, hacen que todavía tenga pesadillas con ella. 

Normalmente quedan ahí atrás, y aunque las heridas cicatricen, siempre queda una inquina hacia ellos. Y como muestra, un botón. En esa famosa red social, el colegio al que asistí tiene su propio perfil. De tanto en tanto, cuelgan fotos de los profesores de distintas épocas para que la gente vaya comentando sus recuerdos y experiencias. Es entrañable. Hasta que el otro día pusieron la foto del personaje del que he hablado en primer lugar. Se han batido récords de comentarios. Y ninguno es positivo. Insultos, anécdotas indignantes, reproches al colegio por haberlo mantenido toda su vida laboral en la plantilla. En definitiva, una especie de venganza digital ha caído sobre el sujeto. Seguro que ha sido una pequeña liberación para muchos, aunque sea a destiempo y en un foro distinto al que debería haberse usado en su momento.

Y en el fondo, a pesar de toda la rabia que les tengo, no dejo de sentir cierta lástima por ellos. Porque me parece muy triste ir sembrando el mundo de malos recuerdos.

6 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Tremendo. Le confieso que he curioseado por el perfil de su ex-cole estos días y me he quedado muy impresionado con las salvajadas que contaban precisamente de este señor. Y yo que pensaba que, en cuanto a estilo, nuestros colegios se parecían! Al menos en el mío no contamos con un psicópata de semejantes características.

Me han resultado particularmente escalofriantes los relatos de un tal X.C., un tipo que escribe muy claro y certero, y que desde el conocimiento personal de ese sujeto, lo retrata brillantemente en un par de pinceladas dolorosas. Lo más chocante es lo que dice usted sobre la permisividad del colegio. Por muy restrictivo que fuera, semejantes bestias no deberían haber tenido cabida.

PS: al menos también tuvieron a una persona muy opuesta a la criticada, alguien a quien sí conocí y del que puedo atestiguar que era una gran persona: el padre Félix Carmona.

Johannes A. von Horrach dijo...

Lo más triste, como decía uno, es lo de sus dos hijos, parece que muy buena gente, y que seguramente habrán leído las barbaridades que hacía su padre. Seguramente ya debían saber que su padre era un bestia (dice alguien que ambos fueron alumnos. Aunque fuera de la escuela no era tan sanguinario), pero imagínese lo que debe ser leer una cantidad de mensajes tan elevada y tan unánime contra tu padre.

PENSADORA dijo...

¡QUE HORRROR! La verdad es que yo tuve siempre bastante suerte. Estudié toda la primaria en colegios privados, en el que más años estuve era de monjas, pero monjas de las guays que nos hacían pasteles y todo. Sólo recuerdo un profe algo chungo, el pobre era muy joven y le debía resultar complicado mantener su autoridad ante una clase de 25 adolescentes femeninas cargadas de hormonas, con sus cuerpecitos recién curveados y sus uniformes de colegialas. Así que el tio nos ponía exámenes sorpresa cada semana, cada vez un día diferente para pillarnos desprevenidas. La cosa terminó mal para aquel muchacho que no debía pasar de los 23 añitos y además trabajaba por las tardes en el metro de Caracas pues al año siguiente no volvió. Creo que le despidieron después de un buen número de quejas.

También tuve una profe de parbulitos aquí en Güeskonsin (antes de emigrar), no lo recuerdo muy bien, pero mi madre me cuenta que la señora tenía una regla a la que apodaba Dña. Esperanza y la sacaba a pasear más a menudo de lo recomendable.

Nada comparable a la monstruosidad de los ejemplares que usted describe.

Salud!

El Pez Martillo dijo...

Ah, el Padre Félix, la antítesis del cabrón con pintas este. Entrañable, amable, humilde, un santo varón. Siempre tenía una sonrisa y una buena palabra para todo el mundo. Era lo que se supone que ha de ser un cura. Una imagen de él: a menudo se veía desbordado por la jauría de niños que iban a saludarle, era como el abuelito de todos. Luego, cuando crecimos y nos volvimos más gamberros, he de reconocer que abusábamos de su bondad (aunque cuando hacía falta se enfadaba, reñía y castigaba, al rato le debía remorder la conciencia y te acababa perdonando). Dudo que los que le conocimos tengamos algún mal recuerdo suyo (y si lo hay, es entre mil de buenos).

Si sigue vivo (y me consta que hace un par de años aún lo estaba), debe estar ya muy mayor, lo último que sé es que vivía en El Escorial.

El Pez Martillo dijo...

Pens, enfrentarse a una manada de animalejos púberes y adolescentes no debe ser fácil, y más si eres joven y aún les entiendes, jejej. Recuerdo a una profesora de naturales que tuve con trece años, jovencita, recién salida de la carrera, a la que le hicimos la vida imposible con nuestras gamberradas. Ahora sabe mal, pero entonces nos lo pasamos bomba (que no sólo los profesores a veces son unos cerdos, los alumnos también tienen lo suyo...).

Por lo demás, la próxima entrada se la dedicaré a otra figura docente: la profesora buenorra, jajajajaj.

Saludos.

Johannes A. von Horrach dijo...

Creo que tuvo un cáncer, pero parece que se recuperó. El viejo Horrach, que durante muchos años asistió a las misas de Els Socors, lo adoraba.