miércoles, 8 de agosto de 2007

Uniformidad


Resulta sorprendente lo cuadriculada y estereotipada que puede llegar a ser la gente. Ante los mismos estímulos responden igual. Se les dice algo y te contestan con los mismos argumentos, la mayor parte de las veces tomados de alguna tertulia radiofónica o calcados de lo dicho por algún líder (político o no). Es así de triste. Y luego en seguida nos salen con la libertad. ¿Libertad decís? Monos de repetición, eso es lo que sois. Y se creen originales y estupendos por ser los primeros en llevar la última moda marcada desde no se sabe dónde dentro de su tribu. Todos a los mismos sitios, por los mismos sitios, con las mismas músicas, incluso hablando igual. En medio de las grandes profecías apocalípticas sobre miles de desapariciones en el futuro, aún no he oído hablar a nadie de la más que probable pérdida de los idiolectos. ¿Nadie se ha dado cuenta de que se habla igual?.

Por eso huyo cada vez más de los lugares en los que hay gente. Las masas me dan pavor. Y no por lo que puedan hacer, o por su supuesta irracionalidad, sino porque me devuelven mi reflejo, porque en ellas me siento parte de la masa. Y eso me angustia. No quiero ser como ellos, aunque la prueba de que no soy distinto es que más de una vez me veo metido en una multitud (y no en la móvil masa humana de la ciudad, en la que cada individuo va a su ritmo y en una dirección distinta) que mira una misma pantalla, o ve el mismo concierto, o, sencillamente, se mueve en la misma dirección. O eso, o haciendo lo mismo que muchísima otra gente que intenta usurpar mis gustos, mis aficiones, incluso mis relaciones. A veces llego a pensar que no son más que figurantes, imitadores baratos e inauténticos que pretenden minar mi autoestima. Si pudiera acabar con ellos...

5 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

¡Bienvenido al subsuelo!, jajajaj. Cada día se parece usted más al colega Raskolnikov... aunque eso, me temo, implica todavía que se está en la línea de seguir un modelo. En fin, ya sabe lo que dice Girard al respecto, que la putada de todo esto es que no hay originalidad posible, que somos miméticos hasta la médula y que no hay salida. Ahora bien, si bien es cierto que somos miméticos, mejor mimetizar a los mejores y más egregios modelos, ¿no cree usted? Por eso yo sigo (o intento seguir) la línea de gente de bien como Genesis P. Orridge, el Tigre de la Pampa, el Rabino Satánico, el Patuchas y el mismo Raskolnikov.

Nota: hoy les he puesto a mis alumnos de la Fleming una de mis musiquitas, ya sabe, a los Throbbing a todo trapo... y se me han asustado un poco, la verdad. A ver si la semana que viene ya se me han largado los pocos que me quedaban.

Johannes A. von Horrach dijo...

La máxima de Girard: en toda búsqueda de la individualidad entendida como algo exclusivo y original siempre anida un deseo de pertenencia a un grupo. De hecho, la búsqueda de la originalidad donde nos conduce es a eso, a la indiferenciación más pobre y ramplona, a la final erradicación de las diferencias. Ahí está moda como prueba y demostración empírica: el detonante de todo es pretender algo que sabemos nos hará originales y personales, pero eso mismo es de todos los que buscan, con lo que no hay salida al círculo mimético.

Fíjese también en la gente que dice que no necesita modelos que seguir, que se basta a sí mismo. Esos son al final los que más acaban dependiendo de los demás, porque muestran esa supuesta independencia con ánimo de demostrar que son mejores que los demás, superiores en espíritu. Por tanto, no salen del círculo mimético de deseos de superioridad y postulaciones de autonomía. Dependen más que nadie de la opinión de la masa.

La dialéctica identidad-diferencia es complicadilla y no resulta tan fácil estabilizar la dinámica y decidir cuál de los lados es el nuestro.

El Pez Martillo dijo...

Creo que todo lo que dice es lo que he intentado expresar a mi manera confusa en la entrada. La angustia que provoca el no sentirse para nada identificado con el resto de la gente, pero saberse uno de ellos es indecible.

Curiosamente, ayer también puse a los Throbbing Gristle en el trabajo (no a todo trapo, que es un hospital) y ocurrió algo curioso. Al cabo de unos segunos, un bebé estalló a llorar y varios monitores y un respirador empezaron a hacer sonar sus alarmas.

Johannes A. von Horrach dijo...

jajajajaj, el Horror ha llegado a Son Dureta. ¿Qué 'canción' era la que puso?

El Pez Martillo dijo...

Les puse Discipline, para que se hicieran a la idea de que me apetecía una noche tranquila. No me hicieron caso.

Sigo haciendo alguna prácticas con el programilla ese de hacer ruidos. A ver si podemos sacar adelante lo de "conmoción y espanto".