En sus escritos autobiográficos de juventud, Nietzsche narra un extraño sueño premonitorio previo a la muerte de su hermano Joseph en enero de 1850 (acaecida al poco de morir el padre, en 1849). El joven Friedrich no tenía aún 6 años, y las veces que lo cuenta (son, al menos, dos) lo hace con pequeñas pero significativas variaciones: por ejemplo, en una reconoce a las claras el espíritu del padre y ve que lleva un niño entre sus brazos, mientras que en el aquí transcrito, posterior, no lo ve con la misma claridad, y la muerte del pequeño aquí transcurre tan sólo media hora tras caer enfermo, mientras que en el anterior relato es al cabo de unas horas. Ello (las variaciones y la temprana edad) puede hacernos pensar en cierto elemento fantasioso. También puede llevarnos a esta conclusión el ambiente de influencia romántica en que creció y se desarrollaron sus estudios, poblada de aparicones e historias lúgubres. Sea como fuere, verdad o mentira, relato pormenorizado o reconstrucción fantasiosa (servidor no cree mucho en estas cosas, aunque me atraen estos relatos), no deja de ser una anécdota curiosa sobre un personaje peculiar, una de esas notas colaterales que se pasan por alto pero que nos ayudan a ponernos en situación ante él.
Unos meses después sobrevino otra desgracia que presagié con un sueño muy extraño. Me pareció escuchar una melodía fúnebre del órgano de la iglesia. Asombrado, abrí la ventana que daba a la iglesia y al cementerio. La tumba de mi padre se abrió, una figura blanca salió de ella y desapareció en la iglesia. La tenebrosa y siniestra música seguía sonando. La blanca figura volvió a aparecer llevando bajo el brazo algo que no reconocí claramente. La lápida se abrió, la figura entró en la sepultura, el órgano enmudeció y me desperté. A la mañana siguiente mi hermano pequeño, un niño alegre y despierto, sufrió convulsiones y murió a la media hora. Fue inmediatamente enterrado en la tumba de mi padre.
Marzo-agosto de 1861
No hay comentarios:
Publicar un comentario