No creo en el pueblo. No al menos en ese con quien se llenan la boca aquellos que pretenden erigirse en sus representantes y portavoces. Es sólo la excusa para que algunos se encaramen a él como si fuera su pedestal.
Lo que sí que hay son chispazos, golpes espontáneos, flashes en los que se manifiesta una cierta conciencia colectiva. Pero es sólo algo muy fugaz, que en cuanto se organiza ya ha perdido su carácter originario. Entonces ya es pueblo, y sirve a los intereses de una parte, a veces muy pequeña. Puiede suceder que todos salgan beneficiados, cierto, pero los esclavos bien tratados no son menos esclavos que los que reciben latigazos.
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