Hay episodios biográficos que deben ser cerrados. Si no, se quedan ahí, como una espina clavada, que no se nota, pero que a veces, según la ocasión, duelen. Como esos círculos que dice la tradición que hay que trazar en el suelo alrededor de uno para protegerse, cada momento necesita de su círculo protector. Dejarlos abiertos supone un riesgo que a la larga puede hacernos tambalear. No siempre tienen porqué ser grandes temas trascendentales los que nos reclamen su resolución, cualquier nimiedad puede tener su importancia en un momento dado. Es sólo cuestión de estar atentos, conocerse y reconocer las señales. Nada menos. Nada más.
3 comentarios:
Así es. Y así va la vida: cerrando cículos, continuamente.
Y abriendo puertas, jejej.
cerrar círculos...abrir puertas
todo parece cíclico...pero y si sucediera una espiral que acabara en el infinto?
No sería lindo?
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