Esta semana hay elecciones sindicales en el hospital. Y es curioso como desde hace unas semanas, han empezado a hacerse notar. Ciertamente, hay excusa: el asunto del traslado tiene caliente al personal, y son muchas las oscuridades que lo velan. Las aguas están revueltas, y ya se sabe que cuando hay aguas revueltas hay ganancia de pescadores. Y ahí han aparecido los sindicatos, a organizar protestas, a mandar comunicados al personal y a la prensa, a hacernos regalitos (un bolígrafo por aquí, una agenda por allá...). todo por rascar algún voto.
A buenas horas, mangas verdes. No recuerdo la misma actividad cuando hace unos meses nos bajaron el sueldo (lejos de protestar, hicieron de la voz de su amo y nos informaron a la perfección de cuánto se nos rebajaba), ni cuando empezaron a conocerse algunas cosas del nuevo hospital (esas que ahora hacen que se rasguen vestiduras). Ni siquiera con la huelga general de atrezzo en septiembre.
Ante este panorama, ¿qué hacer? ¿No votar? Es lo que he hecho siempre, ¿me decido a votar? En ese caso, ¿a quién? No soy amigo de sindicatos gremiales, pero ninguno de los generales me satisface. Menudo dilema. Al final, habrá que decidirse por el que dé el bolígrafo que mejor escribe, o la agenda más útil, o el objeto más hermoso...
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