Más allá del recuerdo, permanecen algunas uniones físicas con la infancia. Gentes, lugares que uno asocia a aquellos años, que siempre irán ligados a la niñez. Sin embargo, cada vez son menos. Se transforman los sitios. Muere la gente. Y llegas a pensar que ya nunca has sido niño. Que eso que te cuentan y que recuerdas es una ficción torpe, una película de serie B. Ni te reconoces en las cada vez más descoloridas fotos. Ya no eres ése, y si queda algo de él, queda muy poco. Tan poco como eso físico atado a la niñez. Como si en realidad ella hubiera quedado impregnada en la materia y los cuerpos y se fuera desvaneciendo con ellos.
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