"Conócete a tí mismo". Eso es lo que cuentan que ponía sobre el portal del templo de Apolo en Delfos, a modo de recordatrio y máxima vital. Pero, ¿hay un "tú mismo"?. Si se lo busca como algo fijo y ya hecho, temo que no. Más bien parece que ese Yo que hay que conocer consiste en un proceso. Y no un proceso con un fin determinado, como si de una entelequia aristotélica se tratara, sino que la gracia de ese proceso consiste en su ser proceso.
Pero tampoco habría que evaluar y estudiar las distintas concreciones del proceso, de ese suceder que sería el uno mismo. No al menos en sí mismas, sino en tanto que huellas del suceso, y con las miras puestas en él, en la historia del uno mismo (que ni siquiera tiene porqué ser un Yo o un Tú), en el despliegue, el suceso del uno mismo.
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