En 1968, la discográfica Chess estaba en horas bajas. La ola de rock británico, el soul de la Motown y la psicodelia habían dejado arrinconados los sonidos rudos del blues (aunque todas estas corrientes bebían de ellos). Los años 50, época de esplendor de la Chess, habían quedado atrás. Por eso, con el fin de relanzar el sello, el gerente propuso a uno de sus artistas más reconocidos, Muddy Waters, hacer un disco de blues con sonidos más contemporáneos que se adaptaran mejor a los gustos de la gente. Así surgió Electric mud, un oscuro y difícil trabajo en el que se mezclan los sonidos del blues con la psicodelia más eléctrica al estilo Hendrix. Con una estructura un tanto caótica y de Jam session más que de disco elaborado, las canciones se alargan y los sonidos repetitivos se confunden en una curiosa cacofonía. Incluso se permiten versionar temas soul de forma improvisada y a modo de divertimento.
La recepción fue pésima: ni tuvo buenas críticas ni buenas ventas. Incluso Muddy Waters renegaba de él, al no reconocerse en su sonido. Pero como ocurre a veces con estas cosas, con los años se ha ido revalorizando hasta ser considerado un disco importante e influyente.
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