Aunque llevo más de diez años "ejerciendo" la enfermería (al menos de forma nominal, y según los usos del momento), he de reconocer que a medida que pasa el tiempo me afecta más ver morir a la gente. Aunque siempre es desagradable (nunca me han gustado lo que llamo "ambientes fúnebres" de los familiares), ahora me lo parece más. Y no por el hecho de la muerte en sí, algo que todos hemos de afrontar y que tarde o temprano llegará, sino por las circunstancias que la envuelven en un medio tan extraño como es un hospital. Mucha tecnología, incluso muchos cuidados y miramientos, pero morir sigue siendo un mal trago. Uno que muy a menudo no nos dejan mirar de cara y en primera persona (todo lo que podemos, ya que el morir, en sentido estricto, es algo que no experimentaremos jamás), y todo por pura consideración hacia nosotros. Claro está que no siempre es posible, pero me parece fundamental que el que va a morir pueda ser consciente de que se está muriendo y obre en consecuencia (o no).
Los debates sobre la eutanasia me hacen gracia, ya que no hay muerte buena, y tal vez la mejor forma de hacerla buena es, cuando llegue, estar ahí para darle la bienvenida. Me parece lo más humano. Dormirnos, sedarnos, me parece un escamoteo. Siempre he dicho que ya que no estuve cuando nací, quiero estar el día que me muera. ¿Es demasiado pedir?
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