Me he dado cuenta de que he hablado mucho de Palma y de Mallorca (no en vano es donde vivo y la tierra que mejor conozco), pero he hablado poco de la que, por motivos familiares, es mi segunda ciudad, mi patria chica: Salamanca. Mi familia paterna es de allí, y en volumen, tengo más familiares allí que aquí. Ello me ha permitido visitarla en numerosas ocasiones, y puedo decir que la conozco bastante bien.
Más allá de los lazos familiares que me unen a ella, tengo en muy alta estima a esta ciudad por muchos otros motivos: su historia, su vida, su cultura. Salamanca transpira historia y cultura. Un paseo por su casco antiguo está repleto de bellos edificios y lugares curiosos asociados a nombres más o menos ilustres. Su famosa y antigua universidad le otorgó notoriedad en la Edad Media, y en torno a ella se arremolinaron autoridades eclesiásticas y culturales, dotándola de numerosas y monumentales iglesias (hasta el punto de ser conocida como Roma la chica), alcanzando en torno al Renacimiento su momento más brillante. Por ello, muchos son los personajes históricos que tienen alguna relación con Salamanca: Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Antonio Nebrija, Fray Luis de León, Cervantes, Francisco de Vitoria, Fernando de Rojas, y más recientemente, Unamuno, Franco o Torrente Ballester, por citar sólo algunos.
Patrimonio de la Humanidad, alberga numerosos lugares dignos de interés: las dos catedrales, la universidad, las escuelas menores, la Clerecía, la casa de las conchas, La Casa Lis, sus distintos puentes (el romano, el de hierro, construido por Eiffel), el Palacio de Monterrey, la Plaza Mayor, el Palacio de Fonseca, los Dominicos, el convento de las Dueñas... aunque no es muy grande, hay mucho por ver y conocer.
Y como no sólo de cultura e historia vive el Hombre, ahí está la vitalidad salmantina: una ciudad universitaria repleta de bares (los salmantinos presumen de que tienen muchas iglesias, pero más bares) en los que degustar tapas y probar los deliciosos embutidos de cerdo ibérico típicos de la provincia. A pesar de ser una capital de provincias (algo más de 150000 habitantes), posee un aire cosmopolita recogido que la hace muy agradable, y algunas zonas siempre tienen una animación y bullicio que ya quisieran otras urbes más grandes.
En resumen, una deliciosa ciudad castellana que bien merece una visita (y a ver si me aplico el cuento, que hace una buena temporada que no me acerco, y ya la echo de menos).
Y como no sólo de cultura e historia vive el Hombre, ahí está la vitalidad salmantina: una ciudad universitaria repleta de bares (los salmantinos presumen de que tienen muchas iglesias, pero más bares) en los que degustar tapas y probar los deliciosos embutidos de cerdo ibérico típicos de la provincia. A pesar de ser una capital de provincias (algo más de 150000 habitantes), posee un aire cosmopolita recogido que la hace muy agradable, y algunas zonas siempre tienen una animación y bullicio que ya quisieran otras urbes más grandes.
En resumen, una deliciosa ciudad castellana que bien merece una visita (y a ver si me aplico el cuento, que hace una buena temporada que no me acerco, y ya la echo de menos).