De todos es conocida la fuerza de los olores. Los más sutiles aromas son capaces de despertar recuerdos y reacciones como pocas otras cosas. Si los ojos son el espejo del alma, la nariz es la puerta. Uno de esos olores que a todo el mundo le provoca algo es el de los hospitales. A algunos les disgusta hasta el punto de encontrarse mal. A otros les es más indiferente, pero hay que reconocer que casi todo el mundo lo podría identificar sin titubear, y que es uno de las más característicos.
A mí me ocurre algo especial con el olor de hospital. Debido a que me gano el pan en uno de ellos, motivo por el cual paso horas dentro, mi nariz se ha vuelto insensible. Estoy tan acostumbrado que no lo huelo. Tan sólo en algunas y contadas ocasiones he redescubierto con cierto placer el aroma de mi hospital. Lo curioso es que me ocurre únicamente con mi hospital, porque al entrar en cualquier otro, como a todo hijo de vecino, lo primero que le viene es ese penetrante aroma de la desinfección, las medicinas y la enfermedad mezclados.
1 comentario:
Fíjate que, a pesar de mis largas y múltiples convalecencias, no le tengo manía al hospital y menos a su olor. Supongo que el tiempo transcurrido desde la última vez (¡7 años ya!) me da cancha.
Sí admitiré que recuerdo bien el olor de la lencería. Ese sí que me da un poquito de cosa, pero sólo un poquito y si alguna vez lo huelo, pienso más bien en lo reconfortante que es estar en el hospital cuando realmente estás fastidiado.
Saludicos!
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