Todos hemos experimentado la variable viscosidad del transcurrir temporal. Hay momentos en que el tiempo se dilata, y los minutos pasan con pasmosa lentitud. Y viceversa, cuando se nos pasan las horas como si fueran minutos. A otro nivel, pero muy relacionado, está la forma en que contemplamos y vivenciamos algunos acontecimientos. Suelen ser momentos que reclaman toda nuestra atención, que se centra en todos los detalles, penetrando más allá del habitual trato tangencial con las cosas. Es entonces cuando las cosas adquieren una cualidad extraña y transcurren ralentizadas, como en cámara lenta. Suelen ser segundos, pero quedan en la memoria grabadas a fuego.
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