La otra noche sufrí un serio varapalo a mi autoestima. Intentando impresionar a una chica, un amigo y yo empezamos a desgranar una pequeña muestra de nuestros conocimientos en numerosos ámbitos (que nadie se asuste, parecía que a ella le interesaba, así que a por ellos). Así, entre sorbo y sorbo de cerveza y tontería y tontería, surgió el concepto de "élite cognitiva del reino animal" y el experimento llamado "prueba de la marca" (de LA marca, no DEL marca). Éste consiste, simplemente, en poner a un animal frente a un espejo de cuerpo entero y dibujarle una marca en la frente. Si el animal en cuestión intenta borrarse esa marca, ello quiere decir que posee cierta consciencia de sí mismo, y por lo tanto esto le permitiría realizar ciertas inferencias sobre el comportamiento de los demás (eso que los antropólogos llaman "teoría de la mente", o la capacidad de suponer que los demás tienen una mente similar a la propia y actuar en consecuencia). De momento sólo cinco especies han superado la prueba: chimpancés, bonobos, delfines, elefantes y humanos.
El varapalo vino cuando pensé en mi. Y es que no sólo paso por delante de los espejos sin mirarlos, sino que además, llegado el momento de tener que usar uno, no atino conmigo mismo, y nunca acierto con la zona en la que he de actuar. Eso frustra, porque provoca una sensación de extrañeza difícil de explicar. Se supone que el que me mira desde el cristal soy yo, pero yo quiero llegar al grano y el otro se empeña en tocarse el otro lado de la cara. Ahora me explico porqué siempre voy tan mal afeitado.
Visto lo visto y mi relación con los espejos, tendré que cambiar el nombre del blog (se admiten sugerencias, pero yo opto por "el velo de la realidad" o "el espejo del idiota").
Visto lo visto y mi relación con los espejos, tendré que cambiar el nombre del blog (se admiten sugerencias, pero yo opto por "el velo de la realidad" o "el espejo del idiota").
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