viernes, 15 de febrero de 2008

Nietzsche enfermero


En la biografía de Nietzsche hay un episodio sobre el que se suele pasar de puntillas, pero que resulta extremadamente interesante, tanto que algunos autores lo han señalado como un momento crucial para su vida, que supone el inicio de algunos de sus males. Se trata de su experiencia como enfermero en la guerra franco-prusiana de 1870-71. Lo cierto es que esta aventura duró sólo unas semanas, pero su peso sólo ha sido entrevisto por algunos.

Cuando Francia declaró la guerra a la joven y aún no formada del todo Alemania en julio de 1870, Nietzsche era profesor de filología en la universidad de Basilea, a la que llegó poco más de un año antes. Para dar clases en Suiza, consideró que su deber era renunciar a la nacionalidad prusiana, con lo que desde entonces se convirtió en un apátrida. A pesar de ello, sus simpatías estaban volcadas en Alemania y en todo lo alemán, por lo que el estallido de la guerra no lo dejó indiferente. En seguida su patriotismo le llevó a solicitar el ingreso en el ejército, lo cual le fue negado al no tener la nacionalidad (además, el hecho de ser profesor en Suiza podía generar algún problema, ya que Suiza se mantenía neutral). Así pues, incapacitado para llevar armas, se le sugirió la posibilidad de servir como enfermero en el frente, y así lo hizo.

En numerosas cartas escritas en aquellas fechas Nietzsche da cuenta de los hechos que vivió en su breve paso por la guerra. De este modo se lo contó al rector de Basilea el 11 de septiembre de 1870:

"[...] Mi primer plan de ir a Leipzig fue abandonado ya durante el viaje por motivos muy justificados: pues nos atrajo -a mi amigo Mosengel y a mí- la idea de ir a Erlangen, donde prospera una vigorosa sociedad con objetivos parecidos a los nuestros, y que hasta ahora ha enviado ya a ochenta ayudantes de campo. Todo resultó bien: llegamos con un transporte de heridos a Erlangen y entramos en actividad ya el domingo -hoy hace cuatro semanas. Tomamos un curso para hacer vendajes y estuvimos presentes en todas las visitas de un médico asistente al hospital. Pronto se nos permitió ponernos manos a la obra: había mucho que aprender y mucho que ayudar con los numerosos heridos prusianos, franceses y turcos. Después de diez días fue enviada una nueva expedición de quince jóvenes (la mayoría estudiantes) al escenario bélico: una parte, bajo la dirección del profesor Ziemsen, marchó hacia Saarbrücken: la otra, conmigo y mis amigos hacia Weissenburg. Tuvimos que atender numerosos encargos particulares y operaciones de confianza, con toda clase de trabajos penosos. En el campo de batalla de Wörth tuvimos que buscar la tumba de un alto oficial bávaro, y dimos con ella. En recuerdo de este terrible campo de batalla le he traído algunas balas de chassepot. Avanzamos hasta Ars-sur-Moselle (muy cerca de Metz) y allí hubimos de ocuparnos de los heridos. Fue para mí una alegría especial ver repentinamente al colega Hoffmann, que estaba acompañando a un transporte de heridos hacia Karlsruhe. Me uní a él, y en seguida Mosengel, y cada uno de nosotros asumió el cuidado de uno de los vagones llenos de heridos. Necesitamos dos días y dos noches para nuestro viaje, durante los cuales no abandonamos a nuestros enfermos. Yo tenía un pequeño y estrecho vagón de ganado cubierto de paja, sobre la cual iban tendidos 6 heridos graves, y yo en medio. Aquí hubo mucho que hacer: vendar, dar de comer, etc. La atmósfera en ese infierno fue terrible. En Karlsruhe entregué a nuestros heridos: el día después retornamos a Erlangen, para presentar ahí nuestro informe. Ya en ese viaje fui preso de un fuerte malestar: el médico que hice venir aquí en Erlangen constató en primer lugar disentería y en segundo difteria. Por lo tanto, tuve que conocer al mismo tiempo estas dos enfermedades infecciosas. Lo peor y más peligroso ya ha pasado: el médico está muy satisfecho con la progresiva mejora. Pero estoy totalmente débil y agotado. Hemos luchado contra ambos males de la manera más enérgica. Mosengel es mi fiel enfermero.
Hasta aquí mi informe, que tengo que hacer en la cama.
A pesar de este mal epílogo, me tranquiliza mucho haber aportado al menos algo, aunque sólo haya sido un grano de arena, a la importante empresa del cuidado de los enfermos [...]"

Fueron sólo unas pocas semanas, pero en ellas conoció la guerra y la enfermedad, y le sirvió para darse cuenta de muchas cosas que luego serían importantes en su obra posterior. Una de ellas es la conciencia de la decadencia. Porque a pesar del entusiasmo inicial con las victorias alemanas, pronto se decepcionó y llegó a considerar la victoria como una auténtica tragedia para la cultura. Por aquella época Nietzsche estaba deslumbrado con Wagner y Schopenhauer, y veía en ellos las señales del renacer de la alta cultura, el prólogo para una nueva edad dorada. Pero su experiencia bélica le abrió los ojos al hecho de que tal vez no fuera así y los dos genios sólo fueran una señal de la decadencia, un síntoma temprano de lo que estaba por venir. Podríamos aventurarnos a decir que Nietzsche conoció el nihilismo en el campo de batalla y sus heridos.

Por otro lado, está la vivencia de la enfermedad. El joven profesor ya estaba familiarizado con ella (su padre murió cuando él tenía cuatro años, y había padecido algunos episodios mórbidos leves), pero no en el grado que le permitió la combinación difteria-disentería. Ésta le dejó enormemente debilitado, e incluso unos meses después, en diciembre, siguió informando en su correspondencia de que, aunque estaba mejor, aún se sentía débil. Algunos han insinuado que aquí está el origen de sus males posteriores, y aunque sea un poco exagerado, en cierto modo sí es así, porque en la experiencia de la guerra se le presentaron muchas cosas que más adelante serían fundamentales para su vida y su pensamiento.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí Nietzsche me parece que como filósofo no vale nada, pero como escritor es inmenso, de los más grandes que han existido. Ocurre lo mismo con Platón. Como escritor fantástico está muy bien, pero como filósofo no aporta más que bobadas y quimeras para la historia, recogidas posteriormente por cristianos y comunistas, que vienen a ser lo mismo.

El Pez Martillo dijo...

¿Y?

Johannes A. von Horrach dijo...

uuuy, le veo muy reduccionista, Javi. Considero que Nietzsche es un pensador sobrevalorado en algunas cosas, pero que tiene mucha fibra. El problema es que muchas veces hay que leerlo a contrapelo; las lecturas directas e inmediatas son empobrecedoras.

Y eso de que Platón sólo ha escrito bobadas y quimeras... en fin, estoy totalmente en desacuerdo. Lo mejor, siempre, es leer a los autores orginales, directamente, sin los intermediarios platónicos o nietzscheanos. Demasiadas veces se ha transmitido de los autores (sobre todo en filosofía) imágenes que no se corresponden con la realidad de una lectura atenta de sus textos.

Anónimo dijo...

Yo a Platón lo he leído directamente, incluso lo he traducido. Y la verdad que su filosofía se me cae de las manos. No me hace entender el mundo y entenderme mejor, sino que me llena la cabeza de entelequias en las que no creo. Sócrates siempre me pareció un dogmático pedantesco; siempre me recordó a un cura. Me ocurre que en sus diálogos suelo estar mas de acuerdo con los que le replican que con él. Esa preeminencia suya por la razón y el intelecto sobre el instinto o la emoción para luego ensalzar el modelo celeste (el bueno al cielo y el malo al infierno) y creer en la transmigración de las almas (ya se sabe: el virtuoso y amante de la filosofía, o sea él, irá al cielo y vivirá con los dioses o se convertirá en estrella, el hombre cobarde o malo será en la otra vida una mujer y los más tontos peces); ese estado ideal suyo, totalitario, espartano, oligárquico y aristocrático (censurando la música y prohibiendo a Homero, por ejemplo) en donde todos son hermanos, hijos, padres y madres de todos ya que nadie sabe quiénes son sus padres (en el Estado ideal de Platón todos los hijos son apartados de sus padres al nacer y a los hijos que nazcan con deficiencias o sean simplemente hijos de padres inferiores se los matará, como hacían los espartanos) o su teoría de las ideas, que no deja de ser un juego lingüístico, a mí, como decía antes, todas estas teorías, utopías o entelequias no me dicen nada, no me hacen entender el mundo mejor, si acaso confundirme.

Dicho esto, yo releo a Platón constantemente y con gran placer, pero como leo a Pynchon o Poe. Me parece que como escritor de imaginación no tiene precio, y hay pasajes maravillosos en sus diálogos, perfectamente bien descritos.

El Pez Martillo dijo...

Yo procuro no dejarme llevar por aquello en lo que estoy de acuerdo o no en mis lecturas filosóficas, sino que intento comprender lo que dice, más allá de que lo crea o no (eso ya vendría después, igual que el provecho que le pueda sacar o lo que pueda servirme para mi comprensión del mundo). Aunque no se comulgue con alguien, siempre puede darnos algunas claves o sugerirnos cosas.

Por otro lado, y sobre el tema de Platón, y aunque lo tengo un poco olvidado, la lectura que he hecho de él es batanta heterodoxa, y creo que muchos de esos tópicos que se dicen de él (algunos de los cuales ha enumerado javi) son fruto de la interpretación posterior y muchos de los cuales no siempre he visto muy claros en él.

No hemos de dejar que los árboles de las formas literarias (que en el caso de los mencionados son extraordinarias) no nos dejen ver el bosque que conforman. El mismo Platón justifica en algún punto su uso de mitos, aunque sepa muy bioen su inutilidad, y que puede pasar precisamente lo que dices, que la gente los tome por quimeras y no sepan ver el trasfondo.

Johannes A. von Horrach dijo...

Por mucho que lo haya traducido, señor Javi, su lectura de Platón peca de excesivamente plana. Y perdone que me exprese así. No se puede leer un texto filosófico de cualquier manera; su lógica es particular e intercambiable. Otra cosa: se supone que la verdadera filosofía (la vinculada al sentido del filos+sofía) no pretende darle claves para entender el mundo, a sí mismo o a la reproducción de los escarabajos. Si busca esas utilidades en la filosofía se ha equivocado de ámbito. Lo siento, pero es así.

saludos cordiales

El Pez Martillo dijo...

Le veo puesto Horrach, lo que dice tiene que ver con esa magna intervención que, cada uno por su lado, estamos preparando para la auténtica reconquista de Granada (los reyes católicos sólo nos prepararon el terreno, de algún modo intuían lo que estaba por venir).

Saludos a los dos.