Siempre he vivido con miedo a morir. No a la muerte en abstracto suspendida en un futuro indefinido. Lo que me ha aterrado es morir repentinamente, casi sin darme cuenta. Una enfermedad me parece aceptable: te puedes ir preparando y mentalizando. Vivir la muerte, si no es en el fondo lo que es la vida. He pensado y leído mucho sobre ella. Incluso he escrito. Es uno de mis temas, en un intento de racionalizarla y familiarizarme con ella, si no de exorcizarla y mantenerla alejada.
Sea como fuere, el miedo se ha atenuado. No va a desaparecer, pero no molesta. Es como si, al irme acercando al momento de abandonar la vida, llegue cuándo y cómo llegue, me importara menos. Empiezo a entender a esos ancianos que ven llegar la muerte sin inmutarse, deseándola incluso. Tal vez es una estrategia evolutiva.
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