Del mismo modo que se que "nobleza obliga", la libertad de expresión también obliga. Hay que estar a su altura y aunque todo se pueda decir, no se puede decir cualquier cosa. Es preciso cuidar el lenguaje, el razonamiento, refinar los argumentos, dejar pochar las ideas, que fermenten y den frutos. No se trata de soltar lo primero que se nos pase por la cabeza, sin filtros. Tampoco de autocensura. Ni mucho menos contentar a poderes que intentan hacernos decir lo que ellos quieren que se diga. Más bien es cuestión de saber hacer de ella un arma útil y no convertirnos en simples monos con metralletas.
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