Anoche te soñé. Por casualidad, me encontré contigo. Estabas feliz, radiante, preciosa. Te alegrabas de verme. No me reprochabas nada. Sé que fue un sueño, que el mundo real no es así. Pero me reconfortó. El eco de esa sensación se ha prolongado todo el día y se ha mezclado con el reagudizado dolor que se arrastra y marca las ojeras. A pesar de todo, ha sido agradable.
Llega la hora de volver a la cama. De hacer una pequeña razzia en el imperio de Morfeo en busca de algún pequeño botín que llevar a la vigilia. Tal vez volvamos a vernos. Pero tal vez esta vez no sea tan agradable.
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