Soy del 78. Del mismo año que esa constitución que ahora tantos denostan porque parece que van apareciendo sus flaquezas. Es lo que toca ahora: la crisis de los 40, y todo parece venirse abajo. Pero cuando tengamos más perspectiva sabremos ver (espero) también los aciertos y la sensación de derrumbe e imperfección se vea atenuada. No es lo mismo ver un edificio en ruinas desde fuera que vivir dentro, y a veces pasa que una fachada cochambrosa esconde un acogedor hogar (y viceversa: una casa ultramoderna y estupenda puede resultar fría y hostil). No se trata, pues, de derribar el edificio y construir de cero. Una buena restauración, llevada a cabo por un buen equipo y manteniendo las estructuras básicas podría ser suficiente y deseable. Porque, creánme, se me pone mal cuerpo y me tomo como algo personal todo este ataque al régimen del 78 (hay gente que le molesta eso de régimen, pero a mi no, es un régimen político), puesto que aunque a algunos ya se les empieza a notar algún declive, otros estamos en perfecto estado y dispuestos a dar mucha guerra, a pesar de que ya no estemos en garantía.
2 comentarios:
Amigo Pez, yo que le precedo por poco en estas exigencias farragosas de la cuarentena, creo que puedo confesar urbi et orbi que he descubierto la solución para solventar este limes y no caer en la dichosa crisis de los 40. Voy a patentarla, pero de momento, le dejo la primicia, por si le puede servir a alguien: la clave consiste, para que no se venga todo abajo... ¡en que no haya nada arriba! Llegar desmantelado, sin rumbo vital ni nada, sin muchas cosas que perder, hecho un completo pelele. au
Todo eso lo cumplo a medias. De todos modos, creo que en eso de la crisis de los 40 hay mucho de leyenda urbana. O al menos que es cosa de otros tiempos. Hoy en día, que las costumbres son más relajadas y la esperanza de vida más alta, los 40 son los nuevos 30 (al menos yo, me veo mejor en muchos aspectos, incluído el físico, que a los 30)
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