viernes, 17 de julio de 2009

Cabeceando


A veces presumo de que no me duermo si no quiero, de que no entiendo qué es eso de quedarse dormido viendo la tele o contra la voluntad. Es casi cierto. Sólo dos veces me ha podido el sueño. Una de ellas fue en el cine, viendo Abajo el amor (en mi defensa diré que fue una sugerencia de unos amigos). Renée Zellweger me provocó sopor y cabeceé algo. Es comprensible. No lo recuerdo bien, pero seguro que, o estaba de resaca, o había trabajado la noche anterior (por si la película en sí misma no justifica las cabezaditas).

La otra vez fue más grave. En una discoteca. En Pachá Mallorca, más en concreto. También fui semiarrastrado. Esta vez por mis compañeras de trabajo. Era tarde y decidieron ir allí a terminar la juerga. Yo ya la había terminado, y en una especie de bancos que había en la zona VIP (a donde una compañera tenía pase) me venció el sueño. La atronadora música me acunó. Al cabo de unos meses, la discoteca cerró, desconozco si por el impacto de la mala prensa de que alguien se haya dormido dentro.

Sea como fuere, todavía no sucumbo con facilidad al sueño, y aún puedo recordar las veces en que eso ha ocurrido y contarlas con los dedos de una mano. Supongo que llegará el día en que será habitual.

2 comentarios:

PENSADORA dijo...

Bah! querido pez, los que sabemos descansar no solemos pasar por esas extrañas circunstancias y si lo hacemos es porque nos han roto nuestra rutina...

El Pez Martillo dijo...

Mi problema con esto del sueño es que yo no tengo demasiada rutina, que con esto de los turnos unos días se madruga, otros se duerme demasiado y otros, sencillamente, no se duerme. Pero bueno, de momento aguanto bien el sueño (menos cuando toca madrugar...)