Con esto de la gripe A es curioso ver cómo se comporta la gente. Los hay que tienden a recelar de todo y extremar las medidas de precaución, hasta llegar a un aislamiento exagerado. Pero también los hay que se lanzan a una aventura temeraria, a no tomar ninguna precaución. Total, dicen, si hay que contraer la enfermedad, la contraeremos. Aparte de ser unos irresponsables, llama la atención la alegría con que se lanzan a la lotería de ser contagiados. De entre este grupo de personas destaca uno que llevan su temeridad al extremo de celbrar lo que ellos llaman "Fiestas de la Gripe".
Podría pensarse que estas fiestas son una pijada más del tipo "fiestas blancas" o "fiestas de disfraces". Pero no, de lo que se trata es de invitar a alguien enfermo, para que así puedan resultar contagiados algunos (si no todos) de los asistentes. Se están poniendo de moda, parece, en Francia. El objetivo es contagiarse e inmunizarse ahora que la cosa todavía es leve, por si acaso empeora (pensemos que, de cara al invierno, si seguimos así, la tradicional saturación de los servicios sanitarios puede ser espectacular, por no hablar de la posibilidad de que el virus mute y se haga más virulento), una especie de vacunación natural.
Pero como ocurre con tantas cosas, las razones esgrimidas no son más que el barniz racional que la época exige. Porque late algo más profundo en estas celebraciones. Tienen algo de primitivo, de sagrado, de telúrico, de conjura. En el fondo, aunque los participantes no lo sepan, se trata de una celebración de la salud y la enfermedad, de la vida y la muerte. De esa vida y esa muerte que, lejos de ser contrarios, son complementarios y se necesitan.
Habrá quién diga que estas fiestas son una soberana gilipollez. No seré yo quien lo niegue. Pero sí que pondré el acento más en la soberanía que en la gilipollez. Aunque los participantes no lo sepan y banalicen la celebración convirtiéndola en una simple juerga-ruleta rusa.
El otro día me invitaron a una de estas fiestas. Pero al final los organizadores se acojonaron y decidieron anularla. Aún estoy a tiempo de visitar al enfermo. Pero claro, no sería lo mismo (si hay que contagiarse, que sea con ritual).
Podría pensarse que estas fiestas son una pijada más del tipo "fiestas blancas" o "fiestas de disfraces". Pero no, de lo que se trata es de invitar a alguien enfermo, para que así puedan resultar contagiados algunos (si no todos) de los asistentes. Se están poniendo de moda, parece, en Francia. El objetivo es contagiarse e inmunizarse ahora que la cosa todavía es leve, por si acaso empeora (pensemos que, de cara al invierno, si seguimos así, la tradicional saturación de los servicios sanitarios puede ser espectacular, por no hablar de la posibilidad de que el virus mute y se haga más virulento), una especie de vacunación natural.
Pero como ocurre con tantas cosas, las razones esgrimidas no son más que el barniz racional que la época exige. Porque late algo más profundo en estas celebraciones. Tienen algo de primitivo, de sagrado, de telúrico, de conjura. En el fondo, aunque los participantes no lo sepan, se trata de una celebración de la salud y la enfermedad, de la vida y la muerte. De esa vida y esa muerte que, lejos de ser contrarios, son complementarios y se necesitan.
Habrá quién diga que estas fiestas son una soberana gilipollez. No seré yo quien lo niegue. Pero sí que pondré el acento más en la soberanía que en la gilipollez. Aunque los participantes no lo sepan y banalicen la celebración convirtiéndola en una simple juerga-ruleta rusa.
El otro día me invitaron a una de estas fiestas. Pero al final los organizadores se acojonaron y decidieron anularla. Aún estoy a tiempo de visitar al enfermo. Pero claro, no sería lo mismo (si hay que contagiarse, que sea con ritual).
2 comentarios:
Pues ríase usted pero yo ando un pelín preocupadilla con el asunto, que aquí en Güeskonsin están aumentando los casos que no vea.
Y sabiendo de mi facilidad para desarrollar enfermedades extrañas o poco comunes... pues eso!
Esperemos que mi sistema inmune esté preparado además de las sopocientas veces que me lavo las manos cuando estoy en lugares públicos.
¿Alguna recomendación más?
Saludos!
Aumentan los casos en Huesca y en todas partes. Pero no hay que preocuparse en exceso, que parece que en general esta gripe es más leve que la habitual de los inviernos (no se crea los datos que dan en los medios de número de afectados, los médicos afirman que hay muchísimos más, pero tan leves que ni siquiera van al médico, eso sin contar los que erróneamente se diagnostican como simples catarros). Sin embargo, eso no ha de hacer que dejemos de tomar medidas, y si podemos evitarnos unos días de malestar, tanto mejor.
Lavarse las manos está bien, y evitar las aglomeraciones tampoco es mala medida (aunque bueno, servidor fue la otra noche a un bluesville en el que no cabía un alfiler, ya se sabe, en casa de herrero...).
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