En mis paseos "introspectivos" (esos en los que se va sin rubo fijo, embebido en pensamientos y sensaciones), acostumbro a entrar en Iglesias. No siempre las mismas, depende de la parte de la ciudad por la que vaya. En ellas recorro las capillas o me siento un rato. Y no sé si será por el ambiente (los inciensos, el olor de las viejas maderas de los bancos y figuras, el eco de las pisadas, la penumbra, las velas, e incluso a veces algo de música), pero se puede percibir una densidad especial que en ningún otro lugar he sentido. Allí han volcado las generaciones sus anhelos, sus angustias, su Fe, y parece como si hubiera quedado todo acumulado en el aire, con la resultante de un espacio idóneo para dejar volar la mente y que pueda chocar con alguno de los sentimientos que pululan por todas partes.
De cada vez considero más importante el papel del lugar, del sitio, en las cosas que ocurren. Los antiguos sabían mucho de eso, y no escogían al azar los sitios en los que hacían cosas significativas para ellos o emplazaban sus monumentos. Nosotros hemos perdido esa sutil capacidad de percibir el pulso del lugar, lo hemos sumergido, como a tantas otras cosas, en un mar de números (al servicio de unas pocas cuestiones que no van más allá de nada). Pero en las iglesias aún puede sentirse ese eco, sólo hay que ponerse a ello.
Por estilos, prefiero el gótico, que conforma bajo sus bóvedas perfectas cajas de resonancia. Los siglos XIII y XIV (algo del XV a lo sumo), constituyen el maximum de la Iglesia. A partir de entonces empezó a decaer.
A veces me pregunto acerca de qué construcciones legaremos nosotros al futuro en las que se pueda captar algo del espíritu de nuestra época. A bote pronto sólo se me ocurren los estadios de fútbol, aunque, por lo que decía de los números, dudo mucho que estén ahí dentro de un par de siglos. La esterilidad corre por las venas del Zeitgeist.
De cada vez considero más importante el papel del lugar, del sitio, en las cosas que ocurren. Los antiguos sabían mucho de eso, y no escogían al azar los sitios en los que hacían cosas significativas para ellos o emplazaban sus monumentos. Nosotros hemos perdido esa sutil capacidad de percibir el pulso del lugar, lo hemos sumergido, como a tantas otras cosas, en un mar de números (al servicio de unas pocas cuestiones que no van más allá de nada). Pero en las iglesias aún puede sentirse ese eco, sólo hay que ponerse a ello.
Por estilos, prefiero el gótico, que conforma bajo sus bóvedas perfectas cajas de resonancia. Los siglos XIII y XIV (algo del XV a lo sumo), constituyen el maximum de la Iglesia. A partir de entonces empezó a decaer.
A veces me pregunto acerca de qué construcciones legaremos nosotros al futuro en las que se pueda captar algo del espíritu de nuestra época. A bote pronto sólo se me ocurren los estadios de fútbol, aunque, por lo que decía de los números, dudo mucho que estén ahí dentro de un par de siglos. La esterilidad corre por las venas del Zeitgeist.
3 comentarios:
Le discuto que se pueda decir que las iglesias sean recintos que hemos heredado del pasado. Son plenamente contemporáneos, y esa aura que usted percibe en ellos (adherido a ese silencio que se opone al fragor cotidiano) también lo es. Por tanto, las iglesias son recintos que se podrán considerar en el futuro como algo contemporáneo.
En cuanto a su afirmación "Nosotros hemos perdido esa sutil capacidad de percibir el pulso del lugar", tampoco lo tengo claro. ¿Usted cree que en el pasado esa capacidad estaba más desarrollada que ahora? No deberíamos angelizar el pasado, pues probablemente tampoco hubiera en esas épocas demasiada gente sensible a estas cuestiones. Más o menos como ahora.
No he dicho que las iglesias las hayamos heredado. Si he hablado de heredar, lo he hecho en referencia a lo que nosotros legaremos. Si las podemos entender y captar todo lo que en ellas hay depositado, es precisamente porque algo que ver tienen con nosotros. En cualquier caso, por poner un ejemplo, la catedral se construyó hace 700 años, por lo que no creo que pueda considerarse contemporánea (entiéndase, hecha por nuestro tiempo, aunque cada tiempo ponga su granito de arena en la construcción, que es algo más que los materiales de que consta).
De lo otro, no es que la gente, a nivel individual, sea más sensible o menos, sino que antes se le prestaba más atención a estos detalles, mientras que ahora no. No es que hayamos perdido un sexto sentido, es más bien que hemos desatendido esos aspectos. De todos modos, no pretendía lamentarme por una edad dorada perdida ni nada de eso, tan sólo marcar una diferencia de nosotros respecto a otras épocas (en las que se construyeron la gran mayoría de las iglesias que conocemos).
La Seu se construyó hace unos siglos, sí, pero las remodelaciones que se han hecho no son pocas, y han cambiado algunas cosas decisivas de su interior y de su exterior (en el caso del exterior, incluso se montó el lago ese frente a la catedral para que ésta se pudiera reflejar, una vez que se había alejado el mar).
Lo que 'hemos desatendido' me parece que nunca ha sido atendido como toca, la verdad. Que se plantee esa pérdida, creo yo, ya indica que hoy en día no estamos tan despistados.
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