viernes, 15 de julio de 2011

Aletheia estival

En verano nos despojamos de algo más que de la ropa. Caen también algunas máscaras. Y lo que queda de la caída es una estupidez y superficialidad pavorosas. Puede que la pesadez del calor tenga algo que ver, provocando una ligereza compensatoria en la gente. Pero cabe la posibilidad de que, en el impass que las altas temperaturas imponen, la gente sea como realmente es, o como quisiera ser. Y la verdad es que si fuera posible algo así como un verano perpetuo, con el personal así, sería como para suicidarse.

Menos mal que tenemos el invierno para descansar del verano y que la gente se refugie en el calor de sus estufas. Es balsámico.

3 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

uff, eso sí que sería un infierno: un verano perpetuo. Ya bastantes tonterías suelta y hace el personal en invierno como para que la melopea del verano, que no hace más que agravar sus taras, fuera permanente. Con lo bonita que es la llegada del frío y las caras depresivas que se les queda a los 'adoradores del verano'. (Siempre digo que prefiero al personal jodido antes que alegre, porque en el primer caso callan y me dejan hacer mis cosas, mientras que en el segundo aturden y molestan.)

Johannes A. von Horrach dijo...

Se me olvidaba: la imagen que ofrece es terrible, un diplodocus ctónico sediento de cocaína emergiendo del mediterráneo. Aunque más terrorífica fue la de Pajín el otro día, o aquella de hace años en la que la monstruosa De la Vogue lucía palmito momificado...

Anónimo dijo...

Sí, la verdad es que el verano causa en la gente un estado de tontería preocupante. Sale a relucir el lado hortera del personal sin el más mínimo pudor.
Y suscribo lo del invierno. Bueno, afinando más yo me inclino por las dos estaciones intermedias: primavera y otoño son mis preferidas.