Frente a la enormidad que es Internet, con su marasmo de datos e información, para asegurarnos cierta supervivencia, tendemos a crearnos nuestra parcela, un pequeño rincón en el que nos sentimos a gusto y más o menos seguros. Exactamente igual que en el mundo no virtual. Así, uno termina visitando siempre las mismas páginas, estableciendo una rutina de la que sólo se sale en algunas ocasiones y con determinados fines. Como es obvio, hay gente más aventurera y gente más hogareña, pero todos tienen su refugio, un lugar al que llamar hogar.
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