Siguiendo con el tema de la inspiración, muchos escritores hablan del "síndrome de la página en blanco", o el "bloqueo del escritor", que consistiría en esa especie de vacío y ansiedad que les sobreviene al situarse ante la página (o el procesador de textos, para el caso es lo mismo) y que no les deja escribir nada. Es algo que a menudo les ocurre, como si sintieran la responsabilidad que tienen a la hora de desarrollar su arte. O, sencillamente, que no están inspirados y no hay forma de que salga nada.
Pero hay otras veces en que lo que ocurre es que uno se pone a la labor sin una idea clara de lo que va a hacer, más por no abandonar las rutinas que por otra cosa. Y entonces sucede el milagro. Las ideas fluyen y uno lo expresa con una facilidad pasmosa. A veces hasta se llega a sentir que es otro el que esta escribiendo a través de tus manos. Imagino que esto es lo que buscan los verdaderos escritores y que les mantiene apegados a su labor.
Desde mi modesta y escasa experiencia, no de escritor sino de escribiente, reconozco que el día que te salen las cosas rodadas y fáciles, una euforia extraña se apodera de ti y te sientes capaz de cualquier cosa. Mi problema en esto, como en tantas otras cosas, es arrancar, ponerme a ello. Pero una vez en marcha, no me cuesta excesivo esfuerzo desplegar mis razonamientos, aunque me haya sentado ante el ordenador con muy vagas ideas en un estado menos que embrionario. Pero la vida moderna nos ofrece numerosas distracciones y levedades en las que gastar nuestro crédito temporal, y claro, el ponerse en marcha cuesta mucho. Y la disciplina, que es el remedio ideal, no siempre se mantiene firme ante los envites y tentaciones. Por eso a veces mi voluntad de plasmar cosas flaquea. Pero basta con que tenga uno de estos buenos días de escritura fluida y ligera (no a lo mejor de leer, pero sí de escribir), para coger fuerzas para un mes entero.Al menos hasta que surge una tentación lo suficientemente fuerte...
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